Fuimos niños en otra época
Publicado en Aug 19, 2013
Corrían otros años, una realidad sin internet y sin videos juegos. Tenía apenas unos años y mis ojos descubrían de qué se trataba ser apenas una niña.
Fui muy feliz, de esas mocosas que conocían muy poco de arreglos. Despeinada y con el sol en las mejillas, con barro recién elaborado entre los dedos. La imaginación era mi mejor juguete, compañeros invisibles, amantes imaginados, una casa de ensueños y una princesa consentida, de esas hermosas que no conocían de llantos, ni lamentos. En mi casa nunca sobró nada y si faltó, nunca fue motivo para apagar la alegría del día a día y el entusiasmo con el que me levantaba. De amigas estuve siempre rodeada, con ellas me aventuraba, éramos modelos, cantantes o actrices en el patio de mi casa. Improvisábamos pasarelas o escenarios, inventábamos las canciones o repetíamos sin cansancio las que en la radio sonaban. En las tardes de verano, vestidas sólo con lo necesario, regábamos la tierra, que desconocía el césped y los canteros florales, y en ella dibujábamos la casa que serviría para nuestra obra de teatro. Maderas, tarros, alguna rama, eran las puertas o las ollas que servían para dar realidad a la escenografía precaria. Lo demás, era imaginación… una gran y cultivada imaginación. Los diálogos surgían sin preparación previa y nos interrumpíamos con carcajadas por nuestra desmedida ocurrencia. Actuábamos en un imperio sólo nuestro, éramos niños y todo valía. A medida que fui creciendo y la tecnología fue incidiendo, algunos entretenimientos se fueron modernizando. Gravábamos la música desde la radio y alguna con suerte conseguía un casette o un disco de vinilo a través del cual suspirábamos. La televisión y sus novelas nos mantenía encerradas y apartadas por una hora de la luz del día y nos daba argumentos para desarrollar después nuestras obras. El teléfono era un lujo existente sólo en algunos hogares y de él nos valíamos para hacer nuestras travesuras. Llamadas al vecino que a todas nos volvía loca o alguna mala broma al que sabíamos que suspiraba por alguna de nosotras. También escribíamos cartas de amor, siempre anónimas y las dejábamos abandonada al pié de la puerta de entrada ; corríamos como locas a escondernos para ver entre suspiros al galán cuando la levantaba. El cigarrillo que en un principio era un fino palo pelado pasó a ser de los verdaderos, aunque muy pronto comprendimos que no teníamos suficientes pesos para pagarlos, por lo que seguimos simulando llevando a los labios rollos de papel enroscados. En las tardes de invierno, caminar por las medianeras era el pasatiempo más común. El motivo era una planta de mandarina siempre cargada de frutos naranjas que nos tentaba arrancar sin permiso aunque la vecina lo sabía y de buena gana nos hubiera regalado. La travesura nos generaba la adrenalina de todo lo prohibido y reíamos cuando zafábamos de ser descubiertas por el perro siempre vigilante que cuando nos ladraba era por deseos de jugar con nosotros más que de mordernos. También las noches eran momentos de encuentro, en esa ocasión era los niños del barrio los que nos reuníamos en los juegos. Festejar la fiesta de San Juan con grandes incendios, patinar sobre karting caseros en calles de pendientes pronunciadas o empujados por algún compañero; tocar el timbre de algún vecino antipático o jugar a las escondidas, soñando que el chico que nos gustaba eligiera de refugio el mismo que el nuestro. En los cumpleaños, los sexos estaban bien diferenciados, mocasines de charol y vestidos rosas con puntillas y seguro que algún gran moño decorando el prolijo cabello que relucía como nunca. Los varones calzaban sus zapatillas nacionales, bien limpias y sin cordones deshilachados; los jeans sin parches en las rodillas y las camisas a cuadros que parecían los manteles que por esa época sustituían a los que las abuelas bordaban sobre lienzos blancos y almidonados. Muchos recuerdos guardo de mi niñez, juegos, risas y algún llanto provocado por riñas pasajeras que nos hacían pasar un mal pero breve rato. Piernas largas y flacas, alguna burla o sobrenombre que castigaba a nuestro ego y nos sumía en un rincón hasta que retomábamos la aventura de ser felices invitados por algún tirón de la mano. Eran otros tiempos, no sé si mejores o no que los actuales; pero éramos niños sin responsabilidades y con mucho tiempo. Tiempo para jugar, para crecer, para crear, para compartir. Era una época de diálogos, de historias inventadas, de mentiras y realidades entremezcladas, de contacto, de besos robados, de confidencias, de secretos guardados o compartidos bajo llaves de códigos infranqueables. Hoy, en la era de la comunicación, los niños juegan a ser mayores, como nosotros también lo hacíamos, pero con gran ironía, lo hacen sin saber nada del otro que está detrás de la pantalla, del que está a su lado en el ciber. El celular los reúne en diálogos fríos sin mensajes reales, frases hechas de un desconocido son sus preferidas, un me gusta es sinónimo de estar presente y una foto es demostrar al mundo lo felices que son… Ironías de la vida, entre tantas vías de comunicación los patios de los colegios están vacíos, ya no hay saltos, ni pelotas, ni corridas infantiles; sólo hay una demanda de energía que refleja las mentes enchufadas en una red sin amistades reales, sin posibilidad de improvisar, ni imaginar otros matices. Mentes hábiles en la tecnología y analfabetos en las relaciones.
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DEMOCLES...(Mago de Oz)
Silvana Pressacco
Cariños amigo!
NELMAR
Silvana Pressacco
Cariños
Enrique Gonzlez Matas
UN FUERTE ABRAZO.
Silvana Pressacco
Saludos amigo, lindo compartir contigo unas líneas.
Joel
Silvana Pressacco
LAPIZ ESCRIBE
Silvana Pressacco
Cariños amigo y date un respiro mostrando alguno de tus exquisitos textos.
kalutavon
Silvana Pressacco
Toda una temática, de la cual coincido, los adultos no salimos ilesos.
Saludos amigo.
Stella Maris Sanhueza
Silvana Pressacco
Mi niñez fue feliz, ojalá que los niños de ahora también lo puedan decir, que sólo sea una idea que se instala por distinta, por comparaciones en los rostros e intereses de los niños de hoy tan distintos, que realmente valoren lo que tienen y entienden que el consumismo, el tener, no pasa por solo tener en los bolsillos, sino en el corazón.
Cariños amiga.
GLORIA MONSALVE
bastante explicito, completo y real tu texto, muy bien dicho..
como nos ha cambiado la tecnologia la manera de relacionarnos, que tan a favor o no,, cada uno lo sabremos segun la utilicemos.. pero si dejaj grandes vacios y carencias...
me ha gustado..
abrazos..
Silvana Pressacco
Cariños