A ROSINA VALDEZ
Publicado en Aug 29, 2013
Tu voz grave y precisa no combina con el temblor de tus manos y tu desorden que te lleva a la creación es lo que envidio de esta noche y tu halagador amigo que luego se queda dormido al oirte recitar.
A tu curadora la feminista que quiso componer un poema con tu creación, juraba ella que te había escudriñado en tu contradanza, no había acertado, para cada lector sólo era necesario escucharte, eres transparente, creo que tu contradanza era un desafío a la vida, una oda al tiempo de la mujer; que tu mismo hecho de ser ella te cuestiona el estar presente en el mundo y ojalá Dios sería mujer y dejar de reprimirnos y alcanzar el cielo mas pronto. Ser poetiza es la labor de una mujer, ese arte que nos llena, tu grito callado es público son dardos en tecknopor que poco traspasa, sin embargo retumba en silencio, ese que pocos escuchamos y sentimos y la arqueología de tu lado, ese insatisfecho placer que te lleva conocer la historia que no descifra lo que no esta perdido pero tal vez oculto cual arca de la alianza que protege lo indefendido para mantener ese equilibrio que no debe darse a la luz. Esa eres tú mujer, madre, arqueológa, poetiza, bruja, amiga, etc. pero no mencionaste ser tan buena esposa, me puse a reflexionar...qué dilema, tu esposo debe tener celos de tu poesía!! 08-JUNIO 2013
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raymundo
raymundo
juan carlos reyes cruz
Lo demuestras en éste antiguo ya artículo dedicado a Rosina, a la que rindes tu homenaje y resaltas sus cualidades en un argot de términos edificantes, cuestión que termina emocionando cuando reflejas tus envidias por su engrosada vida, por sus nutridas capacidades y su magnífico corazón amante.
En un punto haces mención al género de Dios y la justicia que se haría si Éste fuere mujer; creo, sin ninguna duda, que el mundo y su gente sería mucho mejor.
Me gustaría que permanecieras por éstos lados y volvieras a llenarnos con tus agrados.
Saludos plenos de afectos.
ALONDRA
juan carlos reyes cruz
Explicas no saber por qué razón dejaste de escribir en este lugar y, evidentemente, algo ha de haberlo gatillado. Sin embargo, estoy seguro de que tu razón es diferente de la mía que también me he alejado de este lugar –en ocasiones-- ingrato.
No obstante esa ingratitud causada nunca ha logrado separarme completamente de él y le visito regularmente en forma anónima. Pero esta sorpresiva aparición tuya, quien eras de las preferidas de aquellos tiempos, ha obligado a mi nobleza a brindarte un reconocimiento.
Cariños, Alondra; se extrañan a los que fueron como tú.
Un abrazo.