la estrella de mar
Publicado en Sep 05, 2013
Esta es la historia de una estrella de mar buena y perezosa en la misma proporción. Sus brazos granulados buscaban siempre la manera de aferrarse, obstinados, a cualquier roca para que su madre no tirara de ella cuando llegaba el momento de acometer con las faenas de la cueva.
Dormía prácticamente todas las horas de la noche y algunas del día y el resto del tiempo lo dedicaba a engullir peces multicolores que no destacaban por su astucia a la hora de zafarse de su perseguidora. La tranquilidad imperaba en su pequeña república gobernada por algas y moluscos varios, que vivían en armonía con el resto de las especias marinas. Tenía una frágil salud, sin embargo había sobrevivido gracias a la magia, que convertía en recursos y alimentos todo los que sus brazos acariciaban con su suave tacto, duplicaba la existencia de objetos animados e inanes. Había sido protegida y conservada para la supervivencia y el desarrollo de la comunidad, pues estaba escrito por un cangrejo en la piedra más grande de la república un texto tallado a pinza, indescifrable, que desvelaba el misterio de un poder inimaginable, sin lindes. Vivía sola con su madre, pues su familia milenaria compuesta por más de 200 hermanos, primos, tíos, padres… repartidos por el océano, había sido prácticamente esquilmada junto con la mayor parte de los demás equinodermos merced a una moda, hoy trasnochada, de los visitantes que con consistía en darnos caza con afilados y relucientes arpones para degustar nuestras suculentas carnes en braseros y grandes pucheros. La situación se volvió insostenible y catastrófica y se encomendó como requerimiento a los tiburones, avezados cazadores, la vital misión de salvaguardar la república y ahuyentar a posibles intrusos, extranjeros de su patria. Se cosechó una gran victoria que aguantó incorruptible tres días, durante los cuales se recuperó la paz y el sosiego. Se ornamentó a los hogares coralinos con enormes y soberbias caracolas que evocaban el transitar del agua salada el melifluo canto eterno de las sirenas, hechizando a todo ser vivo que quedaba prendado con su mirar… Los caballitos retozaban jubilosos, pues nunca antes habían sido tan felices Implacables en otro tiempo en su cometido, los escualos mostraron su flaqueza y cedieron apáticos ante tan largas horas de ardua tarea la de vigilar. Olvidaron sus quehaceres y durmieron por largas semanas, menos cuando comían,que aletargados, tragaban el suficiente plancton y regresaban al apacible sueño Los visitantes, iinsaciables, idearon un habitáculo aparentemente infranqueable, una especie de prisión con barrotes de acero, donde pudieran escurrir sus extremidades en el interior para cuando los tiburones exhibieran sus incisivos, ávidos de una carne más blanda que las estrellas. Su sorpresa fue encontrarse un ejército de tiburones, algunos dormidos, los menos sonámbulos y la sencilla tarea de arrasar con bancos de atunes muy apreciados después del fervor de las estrellas. Al igual que su inteligencia, los visitantes se mostraban también inagotables en voracidad. Una voracidad que nunca más se volvería a ver en la república, ni en el mar Los tiburones fueron desterrados de la república y considerados non gratos, debido a la negligencia y su holgazanería. A partir de entonces se les habría de temer y ellos corresponderían con la indiferencia de considerarse los primeros habitantes de agua salada, prescindiendo de cualquier camaradería con el resto de las especies. La estrellita observaba con mirada luctuosa como se marchitaba todo lo que en su día vio crecer a su alrededor, como el brillo de sus ojos se tornaba mate, sin detalle. como lo creado con el esfuerzo y sacrificio de millones de siglos , se destruía con la misma intensidad. Decidió por tanto poner un fin al infinito, ofreciendo su tesoro escondido como desagravio. La única herramienta capaz de mitigar el dolor y aliviar las penalidades del corazón que afectaban de igual manera a los animales de la república como a los visitantes. Pretendía suprimir el apetito y la maldad sólo por ver de conseguir el eterno descanso de su pueblo. Por ver una sonrisa en lo más recóndito del coral, incandescente, imperecedera Ofrecer su cuerpo, en apariencia esponjoso aunque duro a la mandíbula de los visitantes, pero con el poder suficiente que acabaría por saciar el apetito y el anhelo de los visitantes. El jeroglífico que ella misma mandó garabatear al cangrejo para siempre encontrarse segura en su morada. La inmortalidad Mientras en la superficie, a 10 km al norte, un barco escupía sus últimos quejidos, agonizante, antes de ser devorado por las fauces del piélago Una mancha oscura traspasó la primera y superficial telaraña coralina y fusionó su color negro y viscoso con el agua de cristal ahogando en un silencio a toda la población submarina. Pocos años después del desastre un marinero encontraría el fósil de la estrellita en una playa desierta y siendo fiel a la correspondencia que mantenía con su amada y a la costumbre de enviarse recuerdos de cada lugar sobre los que sus pies posaran, facturó una postal a Bruselas sellando en un instante la inmortalidad de su amor
Página 1 / 1
|
kalutavon