Free for All Captulo 1. 4 de 4
Publicado en Sep 09, 2013
Mac miró hacia atrás. Willow y T ya estaban junto a ellos, armados y listos para atacar. Los cinco se giraron en dirección a las criaturas que acababan de aparecer.
–Tres contra cinco –dijo Max–. Me parece un buen número para mí. Una cortina de humo se extendía en la zona donde antes había estado la choza. Los Flisks seguían parados ahí, sin haber notado la presencia de los humanos, hablando en un idioma extraño entre ellos. Se acercaron lentamente hasta el callejón entre la cabaña que poco a poco se convertía en una hoguera gigante y se apoyaron contra la pared de la misma, saliendo del área de visión de los enemigos. Fild estaba en el extremo más cercano al centro, seguido de Max, T, Willow y finalmente Mac. El Sargento asomó su cabeza por la esquina hacia la cortina de humo. De repente de ella aparecieron dos Flisks más, y se acomodaron junto con los tres iniciales. –Parece que no están solos –dijo apoyando su cuerpo contra la cabaña–. Hay dos más. –¿Crees que alguno de ellos sea operador telefónico? –Preguntó con sarcasmo Max. T lo golpeó en el hombro y le reprochó que ese no era el momento ni el lugar para bromas, pero Mac estaba lo suficientemente asustado y nervioso como para preocuparse por los insultos del sujeto. –Podemos intentar un ataque sorpresa –hablo finalmente Fild–. Si tenemos suerte esto será rápido y fácil. –No creo que vaya a ser tan fácil –agregó Willow con voz temblorosa mientras señalaba a la esquina contraria de la aldea. Allá había dos Flisks en el lugar en que antes estaban los Halish. Aparentemente, las lanzas que tenían como armas no les habían servido de mucho. –Mierda, nos tienen rodeados –Max se acomodó el arma y la tomó con fuerza contra su pecho. –No veo a ninguno más. Creo que solo son esos siete. Todavía podemos escapar –el tono de voz del Sargento era firme y seguro. Era obvio que sabía lo que hacía y que no era la primera vez que se encontraba en una situación así. <<Quizás antes de llegar a este lugar, ya habrá vivido momentos parecidos –pensó Mac>> El movimiento de un Flisk frente al callejón calló la voz de su cabeza. La piel marrón claro del ser se iluminaba en tonos opacos mientras caminaba junto a la hoguera. Un Halish pequeño salió corriendo de detrás de esta al momento en que el asesino pasó cerca. Era la primera vez que Mac veía a uno la versión joven de ellos. El Flisk se giró rápidamente al sentir su presencia, levantó el arma y descargó tres ráfagas de tiros, que dieron en el blanco. El pequeño ser tropezó y cayó al suelo de tierra, mientras una sustancia de color oscuro emanaba de su cadáver, la cual era absorbida al instante por el terreno árido que rodeaba el fuego. –No podemos irnos –dijo Mac y enseguida sintió la atención de todos sobre él–. Tenemos que ayudar a los Halish. T, que estaba junto a él, lo miro con preocupación en su rostro y ladeó la cabeza hacia ambos lados. –Sé que es un acto noble Mac, pero es muy arriesgado. Los Flisks son asesinos despiadados. –¿Y tú idea es abandonar la aldea dejando a los pobladores a su suerte con estos asesinos despiadados? –La chica tiene razón, hijo. No hay nada que podemos hacer. Son siete de ellos contra cinco de nosotros y quién sabe si hay más de ellos –el Sargento seguía rígido y firme y no parecía que hubiera forma de convencerlo. –Tiene que haber una opción. Lo que sea. –Lo siento, hijo. Nos vamos. Mac sintió enojo, pero no tenía muchas más opciones. No iba a quedarse solo contra estas criaturas. Comenzaron a caminar en dirección contraria, hacia la muralla, pero antes de salir del callejón, la cabaña a sus espaldas voló en pedazos, lanzándolos hacia atrás junto con el impacto de la explosión. Un pitido agudo. Es todo lo que Mac escuchaba. Se levantó, haciendo un esfuerzo para empujar con su espalda los trozos de madera astillada que tenía encima. La imagen que vio a continuación lo confundió un poco, como si estuviera en un sueño. Sentía la cabeza ligera, como si flotara por el aire. A varios metros de distancia, junto a la gran fogata, Fild y Willow estaban espalda con espalda disparando sus armas. Mac dedujo que se disparaban por el fuego que salía de ellas, ya que no escuchaba nada más que el ruido agudo en su cabeza. Movió la cabeza hacia un lado y luego hacia el otro y sintió una mano que se posaba en su hombro y lo levantaba del suelo. La cara de T apareció frente a la de él y movía los labios rápidamente, repitiendo una palabra una y otra vez. El pitido desapareció tan rápido como entendió lo que ocurría. La escena fue invadida por sonidos de disparos, fuego, gritos y gemidos de dolor de diferentes razas. Y un grito. –¡Mac, Maldición! ¡Corre! Estaba desorientado, su cuerpo se movía solo mientras seguía a la chica. Doblaron por una cabaña y se encontraron con Max. Éste estaba disparando a uno de los Flisks que estaba en el extremo de la aldea. Junto a la criatura estaba el cuerpo sin vida de su compañero. <<Uno menos –pensó Mac–. Faltan seis>> –¡Llegan tarde! –Gritó Max para que su voz se oyera sobre el ruido de los disparos– ¡Vamos novato, necesitamos tu ayuda! Volvió a descargar una ráfaga de disparos, y el segundo Flisk cayó muerto. <<Dos>> Los tres salieron corriendo y se juntaron en el centro de la aldea, en donde Fild y Willow disparaban sin piedad a dos criaturas que estaban sobre escombros y llamas. –¡Recarga! –Gritó el sargento. –¡Te cubro, maldición! ¡Te cubro! –Rápidamente T y Fild cambiaron de lugar y éste último clavó sus ojos en los de Mac. –Te necesitamos despierto, hijo. Toma tu arma y comienza a disparar. La adrenalina invadió su cuerpo y tomó la pistola que llevaba encima. Dos muertos. Dos en los escombros. Faltan tres. El Sargento volvió a su posición y continuó disparando mientras Willow se retiraba y cargaba su arma. –¡Maldición! Me quedé sin munición. –¿Cómo que sin munición? –Ya estábamos en los últimos cartuchos antes de la manada de Hunts. –¿Qué hay de las armas de los Flisks? Willow guardó silencio. Por su expresión, era obvio que se sentía estúpido por no haber pensado en eso antes. Entre los escombros, los dos Flisks continuaban disparando desde atrás de pequeños montículos de tierra y trozos de madera que usaban como escudo. –¡Hay dos muertos por allá! –Gritó Mac más fuerte de lo que era necesario. Corrieron en dirección a los cuerpos de los Flisks que Max había matado unos minutos antes. Al principio Mac se detuvo, como si tuviera miedo de que pudieran llegar a revivir y atacar al instante. Willow, en cambio, se agachó junto a uno de ellos y extrajo el arma de los dedos rígidos del ser. –Esta es la tuya –dijo mientras le pasaba el arma a Mac. Era apenas más grande que las otras que llevaban, y parecía pesar una tonelada en cuanto la tuvo en sus manos. Se pasó la correa por detrás de la cabeza y la acomodó al otro costado de su cuerpo, manteniendo solo la pistola en la mano. –Creo que será más fácil aprender primero a disparar una de estas –respondió a la mirada de incredulidad de su compañero mientras sacudía la pistola en el aire. –Como quieras. Ésta es para mí –dijo mientras tomaba el segundo arma. Ésta ametralladora era igual a la de Mac, a diferencia de un artefacto cuadrado y negro que sobresalía por debajo del cañón–. Oh, sí, nene. Lanzagranadas. Es lo que debieron utilizar para volar las cabañas. Y mira, aún tiene dos disparos más. Sin borrar la sonrisa de su rostro, dejó a un lado el arma sin balas y amoldó su nuevo juguete a su cuerpo mientras volvía corriendo junto con los demás. Mac se dispuso a seguirlo, cuando escucho una voz detrás de él. Rápidamente se giró y comenzó a apretar el gatillo de la pistola una y otra vez, pero ninguna bala salió. El seguro estaba puesto. –¡Mierda! –Gritó mientras con una mano temblorosa intentaba quitar el seguro. –No. No –dijo asustada, una voz familiar. El chamán dio un paso al frente y las llamas de la hoguera lo iluminaron. –Paz –dijo seseante–. Queríamos paz. –Estos seres no buscan paz –habló rápidamente sin molestarse si el Halish lo seguía en la conversación o no. Aún tenía el báculo brillante en la mano y por sus gestos parecía entender lo que Mac decía. –Ayuda. Necesitamos ayuda. –Lo sé. Estamos en eso. Otro ruido se oyó a su izquierda. Pasos lentos y largos. Al girarse, ambos vieron a un Flisk a solo tres metros de distancia de ellos, con el arma en posición de ataque. Su cuerpo parecía cubierto de un sudor espeso y de él surgía un hedor asqueroso que superaba el olor del humo y la pólvora. Tenía un brazo al costado del cuerpo. Parecía lastimado y pronto vio el lugar junto al hombro por donde una bala lo había golpeado. Mac quería salir corriendo, pero el Chamán se adelantó un paso y el bastón brilló en la oscuridad. Luego pronunció unas palabras en un extraño lenguaje y el Flisk le respondió en ese mismo lenguaje. El Halish volvió a hablar, pero esta vez la criatura frente a él respondió con un sonido parecido a una risa. Luego apretó el gatillo y las balas atravesaron el cuerpo del Chamán, el cual cayó de espaldas, manteniéndose apenas incorporado con sus hombros. El báculo cayó a unos metros de él y pronto el aire se llenó de unos horribles alaridos. Mac sintió que la furia lo invadía. Levantó la pistola, quitó el seguro y comenzó a disparar al ser. Sus ojos se cerraban con cada estallido y sentía la fuerza de la pistola queriendo escapar de sus manos con cada proyectil que salía impulsado. El cartucho llegó a límite y el cañón dejó de disparar balas, para dejar paso un fino hilo de humo. Apretó el gatillo unas veces más, mientras apuntaba al cuerpo muerto del Flisk. Todo su cuerpo temblaba. Se había distanciado de la realidad, dejando en su mente solo ira. Acababan de disparar al único ser que había querido ayudarlos en todo el día y ahora estaba en el suelo, muriéndose desangrado. Giró la cabeza en dirección al Chamán, que aún gritaba de dolor, mientras intentaba tomar el bastón con su largo brazo. Mac lo tomó en su mano y se lo pasó y la criatura lo tomó con ambas manos y lo aferró contra su pecho y comenzó a susurrar palabras en español, con un volumen tan bajo, que el muchacho casi tuvo que pegar su oído a los labios del ser. –Ellos saben –dijo entre lamentos de dolor–. Saben del templo. –¿De qué me estás hablando? ¿Qué templo? –Si los templos se activan, el portal se abrirá y podrán volver. –¿Volver a dónde? El Chamán balbuceó unas palabras y su boca se llenó de sangre. Mac se tuvo que alejar para que no lo salpicara la sustancia tibia. –Necesito que me lo digas ¿A dónde van a volver por ese portal? En un saltó, el Halish se levantó y gritó con toda la fuerza que le quedaba. –A casa. Luego su cuerpo cayó y el báculo se apagó. Antes de que Mac pudiera hacer algo, unas lianas salieron de entre el césped rosado y rodearon totalmente al cadáver de la criatura. Y luego se volvió a hundir en la tierra, dejando el prado vacío como si nunca hubiera pasado nada. En ese momento se dio cuenta de que no había rastros de los cuerpos de los Halish muertos por ningún lado, ni tampoco de los vivos, si es que quedaba alguno. Se sintió vacío. Acababa de ver la muerte de uno de los pocos seres a los que les tenía confianza y no pudo hacer nada para ayudarlo. –A casa –se repitió. ¿Realmente era posible eso? Levantó la cabeza, pero antes de poder pararse, descubrió a otro Flisk parado frente a él. No tenía armas encima, pero eso no hizo que Mac se preocupara menos que antes. A diferencia de los demás que había visto, este no llevaba la máscara de metal en el rostro. En su lugar, había una larga boca que recorría casi toda la mandíbula. El centro de ésta se adelantaba un poco y unos finos dientes se asomaban por ella. Mac levantó su pistola y apretó el gatillo lo más rápido que pudo, pero el arma no estaba cargada. La criatura extendió su brazo y golpeó a Mac, que cayó tan cerca de la hoguera que su ropa comenzó a despedir humo. Se incorporó lo más rápido que pudo, pero el Flisk ya estaba nuevamente frente a él. Vio cómo su mano mostraba las largas y filosas garras, dispuestas a cortarlo o a empujarlo contra el fuego. Ninguna de las dos opciones marcaba mucha diferencia en cuanto al resultado. El muchacho parpadeó, esperando a que el oponente terminara con su vida. Entonces, su cabeza explotó mientras una bala la atravesó de un costado a otro. Desde la última cabaña apareció otro Flisk y levantó su arma en dirección a él, pero otra bala lo cruzó, dejando un cuerpo sin cabeza desparramado en el suelo. De entre la oscuridad se oyeron pasos rápidos y pronto una chica joven apareció frente a él. No tendría más de 17 años. Tenía un espeso y oscuro cabello que le pasaba los hombros. Sus ojos eran pequeños como su nariz y su boca y a la luz de las llamas parecían grises. Vestía una remera de manga larga de color negro, con un pequeño escote, unos pantalones de color gris que apenas le pasaban las rodillas y unas largas botas de color negro con varias tiras de cuero enganchadas entre sí. –No podemos perder más tiempo –dijo con la voz de una adolescente–. Tenemos que irnos lo antes posible. Hay más Flisks en camino. Una nueva explosión los hizo girarse al lugar en donde estaban los demás. Willow soltó un grito de alegría. Aparentemente acababa de probar el lanzagranadas de su arma y funcionó perfectamente. La chica silbó y cuando miraron es hizo un ademán con la mano para que la siguieran. –Por cierto –dijo mientras los demás se acercaban a ellos–. Mi nombre es Kira. Le extendió la mano y Mac se la estrechó, aún sin entender de dónde había salido esta persona. Los demás llegaron enseguida y se agruparon rápidamente. –¿Qué noticias tienes? –Le preguntó el Sargento a la nueva. –Este era un pequeño grupo, pero hay otros cinco Flisks que vienen en camino y están mejores armados que estos. –¿Alguna vía de escape? –Hay un río que cruza un pantano, a kilómetro y medio de distancia. No pude cruzar al otro lado, pero estoy segura de que hay un túnel de salida del otro lado. –Muy bien. En camino. No hay tiempo que perder. *** Todo el camino hasta el pantano, Mac quiso preguntarle a cualquiera quién era esa chica nueva, pero al comenzar a correr, su adrenalina se agotó y apenas tuvo las fuerzas necesarias para seguirles el paso hasta el río. El camino había sido oscuro, iluminado únicamente por el reflejo violáceo de los planetas que se suspendían en el espacio. Al ingresar en el pantano, el cielo ya comenzaba a iluminarse nuevamente. Mac había conseguido sobrevivir a su primer día completo. Cruzaron un espeso follaje -mucho más espeso que el de la jungla- y llegaron finalmente a la orilla de un río de varios metros de distancia. La corriente era fuerte como para pasarlo a nado y se veía profundo como para caminar. Hacia la derecha, del otro lado se veía un enorme agujero de metal, con el interior oscuro y muy tapado con lianas y hojas que caían sobre él. –¿Cómo llegamos hasta el otro lado? –Preguntó Max recobrando el aliento. –Los árboles son bastante altos y gruesos –respondió el Sargento–. Si conseguimos tirar uno, podemos pasar sobre él y llegar al otro lado. –Lástima que ninguno de nosotros tenga un hacha encima –agregó sarcásticamente Max. –Tengo algo mejor que eso –dijo felizmente Willow levantando la ametralladora para que el lanzagranadas quedara justo frente a sus ojos–. Muévanse. Lejos. Los demás se alejaron y el sujeto encontró un árbol lo suficientemente cerca de la orilla. Se agachó detrás de una gran roca y apuntó cuidadosamente el arma. Se oyó un “clic” y luego el sonido de explosión de madera y astillas volando, seguido de la caída del tronco que golpeaba contra la vegetación del otro lado. El tronco formó un puente fijo hacia el otro lado y comenzaron a cruzarlo. Iban por la mitad, unos siete u ocho metros, cuando vieron el movimiento del otro lado. Pronto dos Flisks salieron de entre las ramas y se pararon al final del puente. Éstos no solo llevaban las máscaras, sino que además tenían una pechera brillante sobre el tórax y no tenían las ametralladoras que habían visto antes. Estos llevaban un arma formada por un cilindro de metal en el centro y dos trozos del mismo material que se extendían por encima y por abajo, como si fueran mandíbulas. Uno de ellos dio un paso al frente y apretó el gatillo y el cilindro comenzó a girar, pero un segundo después, un Hunt cayó del árbol que estaba sobre el enemigo y el arma despidió un rayo láser de color rojo que se perdió en el cielo. El Flisk sacudía los brazos intentando espantar al Hunt que estaba agarrado a su espalda y lanzaba mordiscos a su cuello. Su compañero intentaba apuntar su arma láser al espécimen, pero otros dos los tomaron por sorpresa desde atrás y lo arrastraron hasta detrás de un arbusto hasta que lo perdieron de vista. El Flisk atacado comenzó a correr para liberarse del agresor, lanzando lásers en todas direcciones, hasta que en un momento tropezó y cayó al río. La corriente se llevó a ambos al fondo y cada varios metros veían una extremidad asomarse por el agua para volver a hundirse. –Nunca creí que iba a decir esto, pero creo que amo a los Hunts. El comentario de Max hizo reír a todo el grupo, incluyendo a Mac, pero la seriedad volvió a ellos y terminaron de cruzar el tronco hasta el otro lado. Llegaron a la abertura y corrieron las ramas. Adentro, había unas escaleras que bajaban hasta un pasillo iluminado por una luz blanca. Uno por uno bajaron las escaleras con las armas en la mano hasta llegar al final. El pasillo duraba dos metros hacia adelante y después se desviaba a la derecha. Doblaron la esquina y llegaron a una gran habitación de cemento. En el centro de ésta había un enorme artefacto metálico sobre un camino de extrañas vías que se perdía hacia el interior de un túnel. Se veían unas pequeñas ventanas espejadas a los costados y una gran puerta cerrada justo en el medio. –Es un vagón –dijo T con completa naturalidad–. Llegamos a la jungla en uno de estos. Es una forma de transporte en este mundo. Mac estaba muy impresionado y cansado como para hablar en ese momento. Vio como el Sargento se acercó la puerta y presionó unos botones que no llegaba a ver. La puerta se abrió. Adentro Había un panel de luz blanca en el techo, un panel lleno de botones y luces en uno de los extremos y nada más. Los seis ingresaron en el vagón y Max comenzó a tocar los botones del panel. Enseguida la puerta se cerró y el artefacto comenzó a moverse. –Por fin nos vamos de esa maldita jungla –oyó decir a Willow. El hombre estaba tirado contra una de las paredes, junto a la chica que había dicho llamarse Kira. Le hubiera encantado poder preguntar quién era esa chica y de donde había salido, pero antes de poder decir algo, el cansancio se apoderó de él y sus ojos se cerraron, haciéndolo caer en un profundo sueño.
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