Aquí están todos reunidos, todos fueron convocados por mí para asistir a esté, que es tú funeral.
Por la estrecha puerta se encaminan cada uno de los recuerdos vividos juntos, pasan cada uno dando las respectivas condolencias, cada uno diciendo que lo sentían mucho, pero que la agonía aveces es peor que la muerte y que en tú caso harás menos daños en el más allá y que el tiempo todo lo curará.
 
De hecho si no mal recuerdo este es el segundo funeral que te organizó, soló que en el primero resucitaste de entre los muertos; pero en este si me asegure de enterrarte muy bien para que no puedas resurgir de entre las sombras.
 
Ya tenía tiempo que tenía la fosa preparada para tú despedida así que no invertí mucho tiempo en preparar tu partida.
 
 En la sala no hay flores, ni santos, soló estamos tú, en tu ataúd y yo, juntos, acompañados de uno que otro recuerdo que viene y va, como burlándose de lo que ha pasado. 
 
No te prenderé veladoras, ni rezaré por la salvación de tu alma, para qué? si tú ya no tienes remedio, estás destinado a vivir tu infierno aquí en la tierra.
 
Hoy he convocado a tu funeral, al cuál no hace falta que venga nadie, soló con mi presencia basta, porque al final de cuentas la que ha decidido darte por muerto fui yo, así que tú, únicamente reza por tu ya carcomida alma, que yo ya cumplí con mi parte de echarte un puño de tierra y olvidarte. 
 
 
En tú funeral no habrá lágrimas, mientras te entierro se van contigo tus fotos, tu cartas, tus besos...No, no habrá lágrimas porque creo que ya te lloré lo suficiente. Mientras veré como te vas desapareciendo de la faz de mi vida. No te guardare ni luto ni rencor, ni llevaré flores a tu tumba, en lo más profundo de mis recuerdos.
 
Ahora que ya estás ahí con una lápida llena de recuerdos y remordimientos de conciencia me iré esperando que con  el tiempo el destino te juzgue por tus errores.