Free for All Captulo 2. 1 de 2
Publicado en Sep 16, 2013
Mac apoyó su mano derecha para poder orientarse mejor en la oscuridad del túnel que ahora recorrían a pie. Habían estado viajando por lo menos unas dos horas en el vagón, antes de que éste sufriera una falla en el sistema y quedara parado en medio de las vías. Al principio el viaje había sido sencillo, continuar a pie hasta encontrar lo que Max había llamado “Sala de sistemas” en la cual aparentemente tendrían los recursos necesarios para reparar el transporte. Al bajar del vagón, Mac sintió volver a la Tierra por un segundo. El camino a recorrer no era muy diferente a cualquier vía de subterráneo que haya usado antes. Paredes húmedas, luces tenues y el silencio total interrumpido únicamente por los ecos de los pasos.
Poco después de caminar por las vías, se desviaron hacia la izquierda, por un pasillo angosto, apenas iluminado por una franja discontinua de luces de color rojo, que causaba una aspecto más lúgubre que antes. Mac había estado durmiendo desde que el aparato arrancó su camino, y no se despertó hasta sentir la repentina frenada que causó la falla, por lo cual estaba demasiado agotado como para hablar con alguien. Y no era el único. Todos sus compañeros estaban igual de cansados. Especialmente Max, que se dedicó a maquinar el vagón las últimas horas, pero todos acordaron que sería mejor encontrar un buen lugar para refugiarse, antes de pensar en descansar nuevamente. Doblaron a la izquierda un par de veces y luego a la derecha. Mac iba cuarto en la fila, siguiendo al Sargento, Max y a T, seguido de Willow y Kira. El silencio lo mantenía nervioso, pero por otra parte, le gustaba poder tener un momento con sus pensamientos, dejando de lado los disparos, las explosiones y los gemidos de dolor. Se estremeció al pensar en el Chamán en el suelo, mientras su sangre era absorbida por el suelo de la aldea en la que vivió su raza. Sentía ganas de gritar, o de llorar, o de ambas cosas al mismo tiempo, pero el sentimiento duraba poco y su mente se llenaba de preguntas al recordar las últimas palabras del ser. ¿Realmente había una forma de volver a casa? ¿Por qué no se lo había dicho antes? Luego volvió a repasar toda la situación en su cabeza. La extraña conversación con el ser al que llamaban Flisk. ¿Acaso esa criatura le había dado esa información al Chamán? –Estas caminatas son buenas para pensar, ¿eh? Mac se giró al escuchar la voz de la chica. Ella y Willow se habían acercado a él y ahora caminaban los tres a la par, ocupando todo el ancho del pasillo. –Siento que te debo una presentación más formal –continuó ésta–. Ya sabes que me llamo Kira. Bueno, Kira Nikk. La chica le ofreció la mano y Mac se la estrechó, todavía sin decir nada. –Willie me dijo que tu nombre es Mac, ¿Verdad? –dijo señalando a Willow. –Sí, así es. –Es un placer Mac. Dime, ¿De qué año eres? La pregunta lo agarró por sorpresa. ¿Qué quería decir con “de que año”? ¿Acaso ella había estado varios años en ese lugar? Pero si solo era una adolescente. Entonces Mac notó que Willow se sobresaltaba, como si se hubiera olvidado de algo importante. –Kira, Mac no sabe nada de eso. En realidad aún estábamos en la iniciación cuando los Flisks aparecieron en la aldea. La adolescente quedó perpleja, se sonrojó y tartamudeó un par de veces. –¿De que está hablando, Willow? –Verás, es algo complejo –trató de decir en modo de disculpa. –Tengo mucho tiempo libre últimamente. –Como ya sabes, todos nosotros venimos de la Tierra, pero no todos somos de la misma época. Fild, por ejemplo, es de 1972. –¿Significa que lleva más de cuarenta años en este lugar? –No. Eso es lo extraño. El Sargento solo lleva dos años, incluso menos que eso. –Espera, espera. Estoy confundido. ¿Cómo puede llevar solo dos años? –De eso te hablo. Para él, esto sería 1974 aproximadamente. Pero para mí, estoy en el año 2007, o en ese año estaba en cuanto aparecí en este planeta. –Todos nosotros somos de años diferentes –interrumpió Kira–. Pero hay algo más. Los tres hablaban entre susurros y en ese momento Kira y Willow compartieron una mirada antes de continuar. –¿Qué más hay? –Aparentemente Kira y yo fuimos a la misma universidad. –¿Y qué tiene eso de extraño? –Que en esa época, yo solo estaba tres años más adelante que ella. Todavía recuerdo los días posteriores al día en que la chica de 17 años, del primer año, desapareció sin dejar rastro alguno de su propia casa. Nadie pudo explicar lo ocurrido –tomó aire durante un segundo y continuó–. 10 años después, despierto en una caja oscura, totalmente desorientado. Cruzo una puerta que me deja en medio de una playa desierta. Entro en una gruta oscura y húmeda y me encuentro con esa joven. La que había desaparecido hacía tanto tiempo, y no cambió en lo absoluto. –Para el pasaron 10 años. Para mí solo pasó una noche y al otro día, un sujeto llamado Willow entra a mi gruta. Fue extraño cuando hablando, llegamos a descubrir todo eso. Claro que cuando un grupo de seres carnívoros te persiguen bajo un cielo de planetas violetas, no te lleva mucho tiempo darte cuenta que ya no es tu propio planeta. Mac estaba paralizado. ¿Cómo responder a tan increíble historia? ¿Entonces todos correspondían a una época diferente? –¿Estas bien? –Interrumpió Willow. –Sí, sí. Es solo que. Wow. Es una historia muy… –¿Difícil de creer? Lo sé. No sos el único al que le pasa. Todos pasamos por lo mismo. Tarde o temprano uno llega a entender que este maldito planeta está totalmente de cabeza. ¿Pero que otras opciones tenemos? Es creer o volverse loco pensando en una solución con más sentido. –¿Y de qué año son los demás? –Por un momento le dejó de interesar la idea de buscarle un significado a todo y terminar volviéndose loco. –Bueno, como ya te dije, Fild es del año 1972. Yo soy del 2007 y Kira del 1998. Max es del 2009 y T del año 2025. –¿2025? –preguntó exaltado Mac. –Exactamente. Y por lo que veo, eso sería el futuro para vos, ¿no es así? –¿Cómo te diste cuenta? –Porque yo tuve la misma reacción cuando me enteré. –Entonces, ¿Cuál es tu año? –volvió a preguntar Kira. –Era Septiembre del año 2013 cuando desaparecí y llegue a este lugar. –Eso te hace la segunda persona más futurista de entre nosotros –dijo la chica con diversión en la voz. –Así parece. Era extraño como la joven podía expresar alegría en sus ojos castaños. Solo tenía 17 años cuando fue arrastrada afuera de su vida, y obligada a manejar armas y luchar contra seres descomunales. ¿Qué clase de criatura sería capaz de hacer eso? Su mente se volvió hasta el momento de su iniciación, en cuanto le mencionaron que quizás los Cyborgs habían sido los responsables de todo esto. ¿Pero qué hay de los otros seres, los Flisks? ¿De qué templo hablaba el Halish antes de morir? De cualquier forma, quizás había una forma de volver a casa, pero por alguna extraña razón, todavía no se sentía seguro de compartir esa información con los demás. Tal vez era mejor esperar un poco, o por lo menos salir de ese subterráneo. –Creo que llegamos –El Sargento había estado tanto tiempo callado que cuando finalmente habló, parecía un extraño. Entraron a una cámara pequeña y circular, en la que apenas llegaron a acomodarse los seis. Frente a la entrada, había un ventanal que solo dejaba ver una completa oscuridad del otro lado. A la izquierda de por donde ingresaron, había una consola de botones muy parecida a la que había en el vagón. Max se acercó a la pared y comenzó a hacer su trabajo. En cuestión de segundos, la habitación se iluminó y las luces continuaron del otro lado del ventanal, permitiendo ver que había más allá. Una pared de metal se extendía hasta donde alcanzaba la vista, iluminada por una brillante columna que la acompañaba hasta el final. El suelo frente al vidrio, eran placas del mismo material que la pared, aplicadas sobre vigas que parecían flotar sobre un oscuro vacío. Toda la cámara, pasillo y superficies, brillaban en colores otro, plata y cobre, dependiendo de cómo le llegara la luz. Mac escuchó como la pared a su espalda giraba, cerrando por completo la entrada por donde habían llegado. Frente a la ventana, había un gran trozo de metal, pero con un par de movimientos mágicos de Max en la consola, el obstáculo se corrió y la cámara comenzó a moverse por las placas suspendidas en el aire. –Pensé que buscábamos materiales para arreglar nuestro vehículo. No conseguir un vehículo nuevo –dijo Mac sin ningún rastro de sarcasmo. Max lo miró y se limitó a darle una mueca con la boca. En su rostro se veía el cansancio de no haber dormido en toda la noche, y quién sabe cuántas noches antes de esa. –Ahí estamos yendo –dijo el Sargento–. Pero es un camino largo para llegar a una de las salas de sistemas. –¿Están seguros de cuál es el camino correcto? –Por supuesto que lo sé, novato –respondió violentamente Max. Ahora estaba sentado contra una de las paredes circulares, con una mano en el cabello–. Estuve dos semanas enteras en estos malditos túneles, intentando encontrar una salida. Al principio es un laberinto, hasta que te das cuenta de que todo tiene un patrón. Después de eso encontré uno de esos vagones y después de un largo día de viaje, logré salir de este maldito lugar y llegué a una montaña, desde la cual se veían dos extraños planetas en el cielo. Extraño, ¿Eh? Se hizo un silencio completo en el lugar. Ni siquiera la góndola hacía ruido alguno mientras avanzaba por las plataformas. Max bajó las manos y comenzaron a temblar de forma extravagante. –Hey, ¿Estas bien? –Preguntó Willow–. ¿Hace cuánto que no duermes? –Serían tres días con este último –se adelantó Fild–. Creo que deberías dormir un poco, hijo. Tanto tiempo despierto puede hacerte… –¡Estoy bien, maldita sea! No hay necesidad de tratarme como a un inútil solo por estar cansado. Estoy bien. De repente la góndola se detuvo y la pared giró alrededor de ellos, hasta que el ventanal quedó del otro lado y una abertura se abrió en su lugar. Salieron de allí y volvieron a un pasillo parecido al anterior, solo que mucho más corto. Éste solo llegaba a tener cinco metros hasta el fondo, luego una curva hacia la derecha y allí estaba el lugar. La sala de sistemas era una larga habitación, con decenas de paneles de vidrio espejado en las paredes y en el suelo, haciendo que el lugar pareciera infinito. Entre cada panel, que medirían aproximadamente metro y medio, había una viga de metal y por encima, entre viga y viga, un extraño armatoste de enormes engranes las unía. Hacia la derecha, pegado al techo, había un gran relieve cuadrado lleno de luces que circulaban de un lado a otro. –Bienvenido a la sala de sistemas, novato –dijo Max con una sonrisa. Al final de la sala había una extraña puerta a la derecha, después del relieve y a la izquierda de ésta, un ventanal con forma de L, que mostraba una habitación más pequeña. Dieron unos pasos hacia adelante, pero en ese momento toda la estructura sonó. Los engranes de uno de los paneles comenzaron a moverse y el gran espejo se elevó mientras la maquinaría arrastraba el panel hacía arriba. Todos, tomaron sus ametralladoras en posición, excepto por Mac, que tenía la pistola. Había decidido darle la ametralladora que le había quitado al Flisk a Kira, ya que ella solo tenía un rifle y al momento de combate cercano, el rifle no era de mucha ayuda. La máquina se frenó y el panel quedó totalmente levantado. Se movieron lentamente hasta que su rango de visión alcanzó a ver que había en el interior. –No puede ser –murmuró Max. Mac se adelantó y estiró el cuello para ver que había dentro de esa habitación. Lo primero que vio fueron un montón de cilindros metálicos del tamaño de un neumático. Unos veinte aproximadamente. Todos acomodados en repisas contra la pared, a excepción de unos tres que estaban en el piso. No tardó en darse cuenta de que se trataba, al ver la mirada de los demás. Lo que tenía frente a él, era un total de veintitrés cápsulas llenas de alimento, municiones y quizás ropa. *** Los mecanismos comenzaron a funcionar y la góndola se giró para cerrar la abertura que funcionaba como puerta y volvió por el camino por el cual había llegado, solo que esta vez estaba vacía. En otro lugar, una extraña cadena unida entre el techo y el suelo comenzó a moverse, haciendo que dos pesos que estaban junto a éstas sean arrastrados hasta dejar libre una gran puerta de dos partes de un grueso metal. Se oyeron unos pasos del otro lado y luego un fuerte golpe sordo. Luego otro, y otro, hasta que la cadena se detuvo. Un único engrane comenzó a girar, moviendo de la misma forma una barra de metal que sellaba la puerta. Pronto una abertura apareció entre las dos puertas y un blanco vapor salió de ella, acompañada de un gruñido estremecedor. Sea lo que sea que contuviera esas puertas, ahora estaba suelto.
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