Hablar es barato - captulo 2
Publicado en Sep 28, 2013
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No conozco a un tipo que haya sido capaz de traicionarse a sí mismo tantas veces como yo. Soy mi peor enemigo, lo peor de lo peor; mi propio asesino. Estoy loco y tengo miedo de que mi locura me haga bien. Yo había sido un niño que desde temprana edad conoció lo que es vivir con el riesgo de que en cualquier momento pudiera morirse tu madre, o tu padre. Era absolutamente conciente de ello y lo pensaba asiduamente. Mis noches estaban rodeadas de pesadillas, e imaginaciones horrendas, pero todo eso lo conservaba dentro de mi espíritu por timidez. Lloraba a escondidas y le pedía a Dios que ayudase a mi madre a vivir; (Ella casi muere de un tumor en el cerebelo en 1976, cuando yo apenas tenía seis años. Fue operada por el Dr. Raúl Matera en el hospital Italiano, salvándole la vida milagrosamente). Pasé un tiempo sin ella, de casa en casa de mis familiares. Todo eso fue endureciendo algunos aspectos de mi ser, en algunos casos transformándome en un ogro, en un desalmado, y en otros, contrariamente, los ha reblandecido demasiado hasta un grado tal que ni yo mismo puedo ahora describir. Todo eso hasta encontrarme años más tarde desesperado y solo. Pero acá estoy. Me encanta cumplir mis promesas, aunque reconozco que algunas veces –quizá demasiadas veces– he faltado a mi palabra; ya sé que es tarde para lamentos porque si algo he aprendido en este impredecible camino que es la vida, es que ni de la muerte ni de la vergüenza se vuelve. Si confieso esto tan íntimo es porque simplemente ya estoy harto de que se me tilde de teatrero y que me digan: «¡Ah! Ya ponés cara de circunstancia». Vuelvo a caer en mi propia traición, porque me había propuesto no entrar en la trampa de la excusa. Y aquí mismo –ni bien comienzo a hablar– me veo envuelto en ella, en la trampa, otra vez. Francamente, no me creo nada y mucho menos ser mejor que los demás. Es cierto que estas palabras ya fueron dichas y escritas por tantos otros, pero no obstante yo también siento la necesidad de expresarlo, así tal cual, y realmente me importa poco, muy poco, lo que piensen; y me importa mucho menos todavía lo que puedan decir o criticar porque al fin y al cabo, hablar es barato. ¡Cuánta gente extraña se han presentado ante mis ojos! Lo peor de todo es que siempre se las han ingeniado para hacerme creer que el raro era yo y he tenido la desgracia de no haber sabido de alguien que pueda llevar merecidamente el título de amigo. Es decir, mí amigo. Ni una sola persona. Nadie. Me imagino que en este punto estarás pensando «por algo será» –¡odio esa frase!–, como si quisieras delegar aquello enteramente a mi responsabilidad. O quizá se deba a que no sirvo para elegir; siempre elegí pésimamente mal y por ello es que no puedo confiar en nadie; mejor dicho: no puedo confiar en mí mismo, me tengo miedo y de ello resulta el vacío y la soledad, que no me abandonan (aunque al menos estos dos nunca me cagaron y fueron siempre los más honestos de todos); decía que por haber elegido muy mal me he sentido solo; y así me siento todavía. Pero, contrariamente aquí mismo surge la gran pregunta: ¿De qué me sorprendo? ¡Si he estado rodeado de garcas toda mi vida!, garcas e ingratos; esa y no otra fue mi elección. Como ya dije, esa fue mi propia trampa de la que, como un necio, no aprendí. Seré honesto y soltaré un poco de soberbia para decir que quizá por todo eso resulte que este relato –el que aún no he comenzado a contar– sea poco atractivo y no seduzca a nadie. De modo que si te aburro, estás en tu derecho de decir: «chau», e irte. Pero, algo me dice que no lo vas a hacer y te vas a quedar. Ya puedo verlo en tu cara, en tus ojos y quizá también pienses: «qué aburrido es este tipo; ¿a quién le importa todo esto?». Y tenés razón. Pero ya dije que no me importa lo que piensen, por eso consideré necesario hacer todo este preámbulo antes de contar esta historia. Una historia donde no vas a encontrar una confesión de estafa, puesto que no estafé a nadie, ni de violación, no violé a nadie, ni tampoco hice un boquete enfrente de una comisaría para robar un banco. No. Nada de eso. Pero voy cometer un crimen del cual todavía nadie sospecha. Es probable que lo que voy a contar, alguna vez le haya ocurrido a alguien o aún peor: le esté ocurriendo ahora mismo y no lo esté notando.
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Guillermo Capece
como siempre muy buen escrito, muy cuidado donde no sobra ni una palabra, literatura de rigor; y a lo ultimo dejas una intriga que intriga, ja.
Se trata del comienzo de una novela o de un cuento?
saludos
Guillermo
Gustavo Milione
Gracias por tus sabios comentarios, siempre alientan y fortalecen. ¡GRACIAS GUILLE! ABRAZO.