Habla con el cuerpo
Publicado en Oct 06, 2013
Desde que se conocieron solo habían dialogado en una sola oportunidad sin cruzarse algún insulto. Sus preferencias, gustos e ideales eran opuestos; religión, clase social, música e incluso eran partidarios de políticos opositores y sus equipos de futbol preferidos eran declarados enemigos de siempre. Podrán imaginar lo que eran sus conversaciones.
Bastaba tener una reunión entre amigos para que las coincidencias de la vida los dejaran allí, entre medios de todos, sintiendo un vacío. Sus miradas se cruzaban y lo demás ya no importaba. Apareció la presumida, pensaba él. Llegó ese insoportable, bufaba ella. Así el mal humor se apoderaba de ellos y la velada se convertía en un nuevo desafío para la inteligencia de cada uno. La respuesta a cada ataque debía ser rápida y duplicar la ironía. Si se podía se tomaba la ventaja de ser primero y así dejar con la palabra en la boca, sin oportunidades de dar la última cachetada. Cada uno pasaba demasiado tiempo pensando en el otro. Empecinados en su objetivo, cansaban al resto con sus aburridos planes y las campañas hostiles pronto tuvieron menos testigos. Era encontrarse, mirarse y sentirse alejado del mundo, sólo frente al enemigo. Durante los momentos que no compartían, cuando cada uno transitaba por su rutinaria vida, almacenaban información de diarios, chismes, o buscaban frases para ser invocadas en el momento oportuno. Diríase que cada uno afilaba las uñas con sonrisas de victoria y hurgaba en los gustos del otro para encontrar defectos, pecados o malos rollos y así reprochárselos en el campo de batalla o simplemente reírse de sus elecciones o preferencias. Pensaban sobre el momento del próximo encuentro, imaginaban sobre qué temas giraría la disputa verbal y sonreían con solo pintar el rostro que verían; furioso, sonrojado y los puños cerrados reteniendo los impulsos. Predecían las respuestas y analizaban cual sería la mejor y más inesperada réplica. Planeaban cómo vestir, qué tomar y qué canción tararear para incomodar. Pero sin imaginar siquiera, el alojar con insistencia al otro en sus pensamientos, provocó cambios que les llevó tiempo aceptar porque surgieron sin aviso, naturalmente y algunos que jamás pensaron permitirse. Tanto que la música que él escuchaba comenzó a sonar con frecuencia en el dormitorio de ella y hasta la letra cursi de sus canciones las repetía debajo de la ducha. En el ropero desordenado comprobó que no tenía ninguna prenda colorida, que todo era uniforme, monótono y aburrido y de pronto la primavera la sorprendió buscando flores, lunares y rayas en unas polleras que antes veía demasiado cortas. A él conocer otros versículos de la biblia le hizo dudar de las creencias que reconoció impuestas desde el nacimiento y como ella le había reprochado su desconocimiento y sometimiento se había propuesto leer más para tener mejores argumentos; sólo que ya no eran los mismos; había comenzado a cuestionarse demasiado desde que la conocía. El candidato a presidente tenía de verdad varios defectos y ese que ella había defendido parecía de verdad un buen tipo; si hasta le había costado encontrarle hechos vergonzosos de esos que pululan en los círculos de ambiciosos. Los encuentros pronto cambiaron de matiz. A él le molestaba que ella conversara con otros, parecía que lo evitaba. Ella en cambio imaginó que ya lo había cansado demasiado y seguramente otra sería víctima de sus ataques divertidos. En las conversaciones en las que se reunían ya no buscaban los temas en los que no coincidían y de pronto rieron cuando en una afirmación rotunda sus voces emitieron la misma frase, casi al unísono y con la misma melodía. La mirada de ella ya no tenía chispas de ira, casi avergonzada lo acariciaba a escondidas que él sorprendía y de pronto admiraba la forma en que ella vestía, se movía y sonreía. Fue al terminar una de esas fiestas que la tormenta los sorprendió bajo el mismo alero, esperando un taxi que se negaba y que ellos agradecían calladamente. Parados rozándose apenas los brazos, con el frío entrando por sus livianas prendas, se generó un silencio extraño que les robó sonrisas cuando sus ojos coincidieron. La primera vez que sólo hablaron sus miradas, la primera vez que los labios no escupieron palabras y sólo emitieron gemidos cuando se buscaron para atraparse y tragarse el aliento del otro. Fue, sin dudas, la primera vez que dejaron que conversaran sus cuerpos y apretados bajo la lluvia tomaron el taxi. Ambos coincidieron cuando dieron el destino de ese viaje que les permitiría llegar a un dulce,apasionado e increíble entendimiento.
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Stella Maris Sanhueza
Silvana Pressacco
Cariños amiga.
El Cuentista 414
Silvana Pressacco
Gracias El cuentista 414, bienvenido a mi rinconcito. Cariños