Mientras me miraba al espejo note como cada gota de sangre en mi nariz, caía formando un terciopelo en el lavamanos, sentí la depresión de aquella persona que se siente viva cortándose las venas.
 
Dejé que la sangre cayera sobre mis manos, tiñendo mi mano de un color carne que parecía que tuviera abierta la piel, o incluso que ésta ni siquiera existía. Cada gota resbalaba hasta llegar a mis dedos, cada gota cálida, cada una más cálida que la anterior.
 
Volví en sí, y mientras procuraba limpiar mi mano, abrí la llave del lavamanos.
 

Los problemas son como aquella hemorragia nasal, te llegan por sorpresa, una vez que empieza, parece que no se detiene, observas como aquellos problemas se amontonan en el lavamanos, cubriendo cada parte, sin dejar esperanza alguna, intentas borrarlos con las lágrimas del grifo, y por un instante todo se limpia, pero la hemorragia no se ha detenido.
 
Quieres que se detenga, dejar todo impecable, borrar cada rastro de sangre para olvidar aquél momento, mojas tu cabeza para enfriarla, y notas como la frecuencia de las gotas de sangre empieza a disminuir. Aún quedan rastros, manchas de sangre en tu rostro, en el piso; la hemorragia cesó, limpias todo, te miras al espejo, sonríes porque ya todo terminó, y sigues como si nada hubiera pasado.
 
¿Se parece a tú vida?