Free for All Captulo 3. 1 de 3
Publicado en Oct 07, 2013
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Unas luces se filtraron por el ventanal del vagón, segundos antes de que éste comenzara a detenerse lentamente. Finalmente Max presionó una combinación de botones y la puerta se abrió y uno por uno comenzaron a salir al exterior.
                Ninguno podía creer lo que veía. Estaban en el medio de un enorme centro comercial, lleno de diferentes locales y decorado con colores beige y columnas de color crema. Enormes postes de luz negro rodeaban una fuente de agua con la forma de una sirena y las baldosas tenían extraños, pero elegantes dibujos.
                –Finalmente lo hicimos –dejó salir Willow–. Finalmente escapamos.
                Parecía demasiado fácil como para que sea verdad, pero no había duda alguna de que ese edificio se veía como si hubieran vuelto a la Tierra. Comenzaron a caminar hasta que llegaron a un lugar donde el techo se elevaba, dejando ver otros cuatro pisos más arriba y finalmente un gran cristal que funcionaba como cubierta. Del otro lado, las dos enormes lunas brillaban con sus respectivos colores.
                –No escapamos –dijo sin ánimos el Sargento– Seguimos en el mismo maldito planeta, con los mismos malditos juegos mentales.
                –Entonces seguimos en el juego, pero dentro de un lugar similar a la Tierra –dijo T.
                –Eso parece. Solo espero que…
                –¡Hey! ¡Vengan ahora! –Interrumpió el grito de Max.
                Enseguida, los cinco restantes se encontraban frente a un local y vieron como una figura se elevaba desde detrás del mostrados agitando los brazos. Max sonreía de gusto mientras movía la boca con fuerza y mostraba algo en cada mano.
                –¡Hamburguesas! –Gritó, escupiendo pedazos de pan y carne en todas direcciones, mientras mostraba el alimento a medio comer que tenía en una de las manos, el cuál lanzó directo a Mac.
                Éste se corrió dejando que se esparciera por el suelo.
                –Vamos, novato –dijo aún sin tragar la comida–. Yo invito.
 Mac miró a sus compañeros arqueando una ceja en forma de duda.
                –¿Es seguro comer eso? –Le preguntó al Sargento.
                –No estoy seguro, pero es comida y no parece afectarle a Max –señaló mientras apuntaba con una sonrisa a su compañero, que ya se estaba tragando lo que le quedaba de su segunda porción.
                Después de un rato, los seis se encontraban en el patio de comida con bandejas de plástico llenas de hamburguesas de todas las variedades. Por un momento se sintieron como adolescentes una tarde de verano, sin nada mejor que hacer que pasarse el día en un centro comercial comiendo hamburguesas y hablando de temas sin ninguna importancia ni sentido, pero no pasó mucho hasta que volvieron a centrarse en lo importante. Sobrevivir.
                Decidieron que lo principal sería encontrar armas, por lo que se dividieron en busca de una armería. Willow y Kira fueron por el primer piso, Fild y Max al segundo y Mac y T al tercero.
                –¿No te parece extraño que lo que sea que nos trajo a este mundo sepa tanto de la Tierra? –Preguntó T para romper el silencio.
                –¿Qué querés decir con eso? –Repreguntó Mac.
                –Es que si te pones a pensar en todo este lugar, tiene demasiados detalles como para ser una simple coincidencia. Hasta las hamburguesas. ¿Te fijaste en el sabor? Me sorprendería que no fuera carne verdadera.
                Mac soltó un resoplido y se rio antes de responder.
                –¿En serio pensas que las hamburguesas de la Tierra están hechas de carne?
                –Entendiste mi punto –respondió maliciosa.
                El tercer piso era enorme ya parecía no tener final.
                >>Todos deben de ser igual de grandes –imaginó Mac<<
                Finalmente escucharon unos gritos que provenían de debajo del barandal. Al asomarse vieron la cabeza de Max que sobresalía del segundo piso y los llamaba. T giró su cuerpo y de un salto llegó a donde estaban los dos hombres, ero Mac tuvo que encontrar una de las escaleras mecánicas fuera de servicio que habían por todos lados para llegar a ellos. Una vez abajo, vio lo que el Sargento y el otro, habían encontrado. Una enorme puerta de cristal daba la entrada a un almacén de artículos de cacería y pesca, lleno de carpas, cantimploras, cañas de pesca y cuchillos. El lugar estaba ambientado como si fuera un bosque, lleno de fotos de árboles y hasta un pequeño arroyo que surgía de la pared en forma de cascada y cruzaba toda la habitación en una vía de rocas contra la pared. Max se dirigió hacia el mostrador y encontró una caja registradora, pero al abrirla, descubrió que estaba vacía.
                –No perdía nada con fijarme –respondió a la mirada acusadora de su compañera.
                El Sargento llenó su traje con un total de cinco cuchillos de diferentes tamaños. Mac tomó dos cantimploras y las colgó en un chaleco beige que llevaba puesto un maniquí con una falsa sonrisa y una remera que decía “Dispárame”. T se cargó con dos nuevos cuchillos, una cantimplora y una brújula, pero quedó boquiabierta en cuanto descubrió un gran arco de color negro, ya tensado y listo para usarse. Junto a él, había dos flechas de diferentes colores y puntas afiladas. Pasó un dedo suavemente por la parte metálica del arco, cuando sintió la presencia de Mac detrás de ella.
                –¿Sabes usar uno de esos? –le preguntó el sujeto.
                –Practiqué tiro al blanco durante toda mi secundaria, pero después de terminar, no volví a tocas uno en mi vida.
                –No creo que hayas perdido por completo la técnica, ¿Por qué no pruebas? Solo un tiro. El perdedor invita las hamburguesas de esta noche –bromeó a tiempo que le pasaba el arco y una de las flechas.
                –Bueno, un tiro no puede matar a nadie.
                Acomodó el arma en su cuerpo y buscó un blanco, hasta encontrar el maniquí con la remera del mensaje. Tensó la flecha en la cuerda y apuntó con su ojo derecho al objetivo. La flecha cruzó el aire dejando un zumbido como rastro, pasó por el costado de la cabeza del maniquí y dio a medio metro de la de Max, haciendo que éste se sobresaltara y soltara la navaja que llevaba en la mano.
                –¡Tengan más cuidado! ¡Maldición!
                T pidió disculpas mientras se reía, pero eso no evitó que cargara la segunda flecha y apuntara, intentando mejorar su precisión. Nuevamente la flecha zumbó y esta vez atravesó la cabeza falsa del muñeco, quedando estampada en el lugar. El cuerpo de la figura giró, haciendo que el brazo que apuntaba a la nada quedara apuntando hacia la pared detrás de la caja, la cual abrió un pequeño compartimiento en la parte superior, lo suficientemente como para que dos cápsulas cayeran una detrás de la otra y luego volvió a cerrarse.
                –¡Maldita sea! –Soltó Max–. Dime que es una maldita broma.
                –Parece muy real como para serlo –dijo el Sargento mientras se acercaba al cilindro metálico que había rodado más lejos, mientras Max iba hacia el otro. Fild giró la tapa y la lanzó hacia un costado, golpeando unas prendas que cayeron al suelo, metió la mano hasta el fondo y comenzó a sacar decenas de cartuchos.
                –Son de las nuestras –confirmó Max mientras retiraba el mismo tipo de munición de su cápsula.
                –Parece que este lugar tiene más de lo que parece –dijo T.
                –Deberíamos revisar en todos los locales a ver que podemos encontrar.
                –Es una buena idea, Max –dijo el viejo– Mac, busca a Willow y a Kira que están en el piso de abajo. Creo que tenemos que dar un giro a nuestra búsqueda. Algo más a fondo.
                Mac asintió con la cabeza y salió del local a paso rápido. Mientras bajaba por la escalera, comenzó a darse cuenta que realmente no sabía en donde estaban sus dos compañeros, por lo que tendría que entrar en cada uno de los locales hasta dar con el indicado. Quizás en la búsqueda encontraría una nueva cápsula, y con eso podría llegar a impresionar a T.
 
***
 
                Mientras caminaban por el amplio pasillo adornado con verdes plantas y decorado con colores suaves, Willow apretó la mano de Kira.
                –Es increíble que encontremos este lugar –le dijo suavemente–, quiero decir. Pasamos por tantos paisajes extraños, y ahora venimos a dar con lo más cercano a casa que puedo acordarme. Quiero decir, hasta hay un maldito puesto de hamburguesas. ¿Cuáles son las posibilidades de eso después de escapar de una jungla llena de Hunts?
                –Ni que lo digas. No quiero volver a ver una criatura parecida a esas en mi vida.
                –Lo sé. Ciertamente, siento lástima por los Halish –hizo una mueca de angustia mientras se encogía de hombros–. Fueron la única raza que se ofreció a ayudarnos desde que estamos en esto.
                –Creo que es la única raza a la que nos acercamos desde que llegamos –contestó irónica.
                –Excepto esa vez que tratamos de hablar con los Flisks –Kira miró al suelo y comenzó a reír, como si fuera una de las anécdotas más graciosas de su vida.
                –Todavía no puedo creer que hayamos salido vivos de eso –agregó imitando la risa–. No me sorprende que desde entonces, el Sargento piense en aniquilar a cualquier cosa en movimiento que nos crucemos.
                –Fue buena suerte que me hayas avisado a tiempo que la masacre al pueblo se había cancelado. No me hubiera gustado iniciar un conflicto con esos “aliados” tuyos.
                –No fue idea nuestra. Mac fue el que pensó que sería mejor tratar de ser diplomático a ser un genocida.
                –¿Del nuevo? ¿En serio? –Kira soltó la mano de Willow para esquivar uno de los negros postes de luz, y luego la volvió a tomar mientras seguía hablando–. ¿Y Fild estuvo de acuerdo con eso?
                –Ya viste como terminó todo al final.
                –Sí. Creo que no fue mucha la diferencia para esos seres.
                –No lo dije de esa forma –reflexionó–. Yo quería decir, más bien, qué…
                –Sé lo que quisiste decir. Solo fue mi punto de vista. En fin. ¿Fild dejando que otro dé la orden? ¿Estás seguro de que no nos cambiaron a nuestro Sargento por un ser alienígena?
                Willow respondió con una sonrisa y una negativa con la cabeza.
                –Es nuestro Sargento. Eso te lo puedo asegurar. Es solo que por alguna razón, confía en este muchacho. El me lo dijo la primera noche mientras cenábamos. Usando sus palabras, hay algo en él que es diferente. Que le da esperanzas.
                –Y nosotros no lo hacemos –Kira arqueó una ceja en modo de pregunta.
                –Aparentemente no somos lo suficientemente confiables como para que dejar su vida en sus manos, pero si lo hace de un completo extraño –volvió a sonreír, pero su compañera no imitó el gesto–. No digo que desconfíe de Mac, todo lo contrario. En realidad, yo también siento que tiene algo especial.
                –En mi caso no me causa nada especial. En realidad, tengo toda mi confianza en vos.
                Antes de que Willow tuviera tiempo de responder, pegó su cuerpo al de él y lo besó con fuerza y pasión, y lo empujó hasta que ambos quedaron adentro de un local de ropa.
 
***
 
                Mac cruzó por enfrente de varios negocios y estaba a punto de darse por vencido, hasta que escuchó el sonido de algo que caía pesadamente al piso y se decidió por entrar al puesto de ropa que tenía frente a él. Cruzó por un pasillo repleto de ropa interior femenina. Le sorprendió el hecho de que aunque estaban en un planeta extraño, las chicas en los carteles de propaganda eran humanas, aunque en ninguno de ellos se veía ninguna palabra. Tomó una de las prendas y notó que la ropa no tenía precio ni marca.
                >>Deben tomarse muy en serio el derecho de autor –sonrió para sí mismo por su chiste<<
                Siguió caminando, hasta que vio algo que se movía al final del mismo. Se acercó lentamente, hasta que divisó la espalda desnuda de una chica sobre el cuerpo de un hombre negro. Su primer reflejo fue quedarse paralizado en el lugar, pero luego saltó hacia un costado, chocando con un montón de trajes de baño, haciendo que tanto él como la ropa se desparramara por el suelo. Se incorporó rápidamente y asomó la cabeza, pero la pareja parecía muy concentrada en lo suyo como para darse cuenta del ruido.
                Al volver a donde estaban los demás, todavía no se había disipado el rubor en su rostro.
                –¿Encontraste a la feliz pareja? –Preguntó en tono burlón Max.
                –¿Qué? –Reaccionó Mac exaltado– ¿Cómo supiste? ¿Ya sabías? Yo… Yo…
                –Hey, tranquilo amigo, ¿Qué? –El muchacho frunció el ceño y lo miró entretenido–. Un momento. ¿Acaso los encontraste? –Luego estalló en carcajadas sin poder decir nada más.
                –No me digas que los encontraste haciéndolo –mencionó T a su lado.
                –Bueno, sí. Pero yo –Mac sentía que su cara arder al instante–. No fue a propósito, digo, no es que…
                –Está bien. No sos el primero –lo calmó T–. En realidad, deberías saber la forma en que los encontramos la primera vez.
                Mac miró a su alrededor. Hasta el Sargento tenía un gesto de gracia.
                –Esos malditos –escuchó decir a Max, que ahora se había dado vuelta y caminaba sin rumbo alguno–. No puedo creer que tengan tiempo de hacerlo en medio de todo esto. ¿Te das cuenta, nena? Estamos perdiendo nuestro tiempo buscando municiones, cuando podríamos estarla pasando de lujo como aquellos dos.
                T volvió a reír ante la idea de su compañero.
                –¿Es que a nadie le preocupa la diferencia de edad que hay entre ellos dos? –Preguntó sobresaltado Mac–. Es decir, sé que todo esto que estamos viviendo es una mierda, pero ella es solo una adolescente y él…
                –Él es un gran tipo, hijo –completó Fild.
                –No digo que no lo sea, es solo que…
                –Sé que parece extraño y fuera de lugar al principio –explicó la chica–. En realidad, todos lo pensamos, pero cuando uno sabe la historia, es fácil entenderlos.
                –¿Qué historia?
                –Por lo que sé, ellos ya te explicaron los cambios de años que vivimos todos nosotros.
                –Sí. Me lo explicaron en el túnel.
                –¿Sabías también que ellos se conocían antes de llegar a este lugar?
                –Sí. Willow me lo dijo en medio de su explicación.
                –¿Y también sabías la historia que tenían?
                –¿Historia? –Mac quedó anonadado por la repentina noticia–. ¿Querés decir que antes de esto ellos estaban…
                –En pareja. Sí. Más que eso incluso. Por lo que tenía entendido, Willow iba a proponerle casamiento el siguiente verano, antes de que ella desapareciera.
                Esa parte de la historia Mac no la sabía. Ahora se sentía culpable por haber pensado por un segundo que lo que hacían estaba mal.
                –No te culpes por haber dudado –continuó T, con su increíble habilidad de leerle el pensamiento–. A nosotros también nos constó llegar a creerlo.
                –Vivimos tiempo de verdadera mierda, hijo –agregó el Sargento–. Pero en otra vida, ellos solo tenían tres años de diferencia, y después alguien o algo decidió robarles todo lo que tenían.
                –Sí, novato. Ahora solo están recuperando el tiempo perdido –concluyó Max con una sonrisa de burla, que fue respondido por un golpe en el brazo de parte de T.
                –Será mejor que volvamos al patio de comidas y nos organicemos –dijo Fild–. Tenemos suficiente munición como para que todos lleven una buena carga y sería bueno que Mac comience con una práctica de tiro.
                –Eso sí que sería bueno verlo –volvió a reírse Max, y T repitió el golpe.
A llegar al lugar, ninguno notó sino hasta el final el cambio de la decoración. El lugar estaba abandonado, pero no de la forma anterior. Los bellos detalles de colores suaves que el lugar tenía antes, ahora eran grises y opacos. Enormes enredaderas crecían por las paredes llenas de moho, musgo y manchas de humedad. Las columnas se caían a pedazos y varios de los faroles estaban rotos, mientras que los demás estaban tan sucios que era imposible ver a través de ellos.
                –¿Estás seguros que estamos en el lugar correcto? –Preguntó Mac al ver el cambio del paisaje.
                –Tomamos el mismo camino –respondió la chica–, es imposible que nos hayamos equivocado. Es un viaje en línea recta.
                –Muchachos, vean esto.
                Max estaba parado frente a algo que empujaba con el pie. Al acercarse vieron un montón de gusanos devorando un pedazo de pan mohoso y carne podrida. Era la hamburguesa que Max le había lanzado a Mac tan solo tres horas atrás.
                –¿Por cuánto tiempo nos fuimos? –preguntó el muchacho a nadie en especial.
                Los cuatro cruzaron al fondo del puesto de comidas, pero todo lo que encontraron fue moho y carne podrida. Tuvieron que salir de ese lugar enseguida, ya que el olor a podredumbre los descompuso al instante. Al salir casi corriendo, Mac tropezó con algo que rodó hasta los pies del Sargento.
                –Parece que este lugar tiene una especie de energía que nos hace movernos en el tiempo, sin salir del mismo lugar.
                –Hablando de salidas, ¿Alguien vio en algún momento una salida de cualquier tipo? –preguntó la chica.
                Max y Mac  compartieron una mirada de preocupación con ella, pero Fild estaba más concentrado en el objeto que tenía en las manos.
                –Es un casco de un soldado Cyborg –dijo el hombre señalando el cilindro metálico del tamaño de un cráneo, de color azulado, rayado y lleno de musgo. En la parte de la cara había un vidrio espejado que se partía al llegar a la zona de la nariz–. Parece que hubo una guerra en este lugar hace ya mucho tiempo.
                –¿Contra quién? No había nada de eso hace tres horas –se quejó Max.
                –Este casco lleva más de tres horas acá. Quizás años.
                –Y si ese casco es de un Cyborg, ¿Contra quién luchaban?
                El Sargento giró el trozo de metal y una cadena cayó de adentro del mismo. Se agachó para tomarla, pero quedó paralizada al leer la inscripción de la placa.
                –Willow Ford –dijo finalmente en un susurro–. Ellos quedaron en el pasado.
 
***
 
                Willow y Kira salieron del local de ropa mientras se terminaban de acomodar la que llevaban puesta. El hombre hizo un gesto de dolor al pasarse la camisa por el lugar donde la criatura lo había lastimado en el vagón. Kira se había encargado de la herida, pero le advirtió que hasta que no cicatrizara, iba a doler si hacía movimientos bruscos o se tocaba en ella. Por supuesto que el dolor no le había causado molestia alguna mientras la chica se movía con sensuales movimientos sobre su vientre, pero ahora que estaba más relajado, el dolor se hacía más notable.
                Al llegar al patio de comidas, descubrieron que sus amigos no habían vuelto aún, así que se sentaron a descansar en una de las mesas, cuando el sonido de un nuevo vagón entrante los distrajo. La puerta de éste se abrió rápidamente y tres seres salieron de ella. Llevaban cascos que les cubrían por completo la cabeza, de metal color azul. La cara estaba cubierta por un cristal espejado del mismo color. El sector del cuello parecían tendones tirantes, recubiertos por el mismo material brillante, y de la misma forma, bajaba el resto de la armadura, simulando el cuerpo sin piel de un ser humano. El sector de los codos y las rodillas había sido remplazado por engranes circulares, que hacían ruidos de chirridos con cada movimiento, como si alguien arrastrara una bandeja de metal por un suelo de cemento. Con un rápido movimiento, Kira y Willow se escondieron detrás del mostrador del local de hamburguesas.
                –No puede ser –dijo ella–, nos encontraron.
                –Sí, pero esos malditos Cyborgs se van a arrepentir de haber llegado hasta acá –respondió Willow preparando su ametralladora para el combate.
                
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Descripción

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Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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