Jligud
Publicado en Sep 02, 2009
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Bobby baja del VW Gacel alquilado y manda a su intérprete a buscar una cerveza. Esta vestido como si estuviera de safari en la sabana africana: bermudas color caqui, remera verde oliva, borceguíes y sombrero australiano, barba a lo Jesucristo y melena recogida en una coleta. Con él está Christopher, vestido íntegramente de negro. En la barra, José escucha un cassette de los Stones ("Sticky Fingers", placa que también a Bobby le encanta) mientras repasa con un plumero el estante de las botellas. Atiende a un porteño que llega y le pide una Quilmes. José, a las cinco de una tarde cálida y agradable del 22 de septiembre, está en los preparativos para la noche. 
Los jueves suelen ser movidos. 
Aparece Lorena, la novia de José.
-¿y esos?- pregunta señalando con el pulgar a los únicos clientes del bar mientras hace piruetas con su pollerita de colegiala.
- no sé, me parecen conocidos. Al de sombrero de algún lado lo tengo... y al cara de gato también,... ¿de la colimba?... mmmm, no; no creo... parece que son mas viejos que yo.
Bobby observa que desde el interior del bar lo están mirando y sonríe; José y Lorena le devuelven la sonrisa.
-¡Viste! yo sabia que me conoce.- dice José a su juvenil novia, terminando de repasar con un trapito la misma botella de Quilmes que ordena al Gurí llevar hasta la mesa de sus conocidos, de sus únicos clientes. Agrega con campechanía:
-ahhh, me parece que son los sobrinos del viejo Schiell.
-si, creo que yo también lo conozco
-¿Ah sí? ¿Y de donde?
-Mmm... no sé...
-Si...  no sabes... qué... ¿anduviste también con el sobrino del viejo Schiell? ¡Atención titiriteros que acá hay una guillotina!... vos no dejás uno con cabeza ¿eh?
-ja,ja, sabelotodo- le reprocha Lorena, despectiva y sin mirarlo.
Christopher se levanta de la silla y se dirige al baño; para llegar debe pasar por la barra. Improvisa con esfuerzo un "hola" en un castellano mal aprendido recientemente. Lorena y José saludan sonrientes.
-Si, son gringos- dice Lorena
-Deben ser turistas... pero yo ¿de dónde los conozco?... de algún lado los saco a éstos.
Christopher traba la puerta y se apoya contra ella. Saca del bolsillo de su camisa la cajita plateada en la que guarda sus efectos más personales y obtiene de ella una bolsita de cocaína comprada durante los días de rodaje en Colombia; extrae también una pequeña cucharita de plata que entierra ansiosamente en la bolsita ya abierta. Con la lengua sudada, lleva la cuchara cargada a tope hasta su nariz, primero hacia la fosa izquierda y luego repite el ritual llevándsela a la derecha, tal es su costumbre. ¡Argggh! Grita con su garganta adormecida, abre la canilla del lavatorio y se moja el pelo tirándoselo para atrás. Sale del baño hecho un robot que jamás combinará la torpeza de sus engranajes neoyorquinos con la parsimonia de eternidad que poseemos en las orillas del Alto Paraná. Nunca va a tomarse un buen tereré de cocú, nunca va a "tomar mandarina" al sol ni comprenderá las virtudes de una regia siesta bajo la sombra del paraíso. En la cajita plateada también hay tres porros, armados con sativa paraguaya comprada en Puerto Presidente Stroessner por Murphy a precio increíble, y de una calidad aun más asombrosa que su cantidad. Si Christopher supiera que con la terapia del veneno más ecológico comprendería un poco más el ritmo tan sano que imprime, en las vidas de las incipientes civilizaciones, esta cuenca de Anaconda inconsciente de los garfios de la CIA de Ronald Reagan... Pero una flota de mbarigüís, mosquitos ínfimos que se convierten en mínimos jets ávidos del hocico del actor, del tesoro que éste oculta, agitan sus alas en un llamado a todos, "eyu, eyu, ape, ape", en una básica clave nacida desde el comienzo de los tiempos y muy pronto, verdaderos enjambres de mbarigüís luchan por llegar hasta el núcleo salino, el albo diamante proveniente del Ecuador, descubierto en una irritada nariz de platino. Mil mosquitos acechan su rostro felino; sus enormes ojos celestes se cierran con párpados que se aprietan, las manos van a la nariz intentando espantar un cúmulo de persistentes mbariguis, que son unas espesas nubes de insectos llevándolo a él, a Christopher, al calvario de un nuevo Vietnam para culos empolvados, del paludismo contra el turismo, del tercer mundo vengado por los mismísimos mosquitos.

  Cuando Lorena y José ven pasar de regreso al  misterioso hombre de la cara de gato con el semblante prieto rumbo a la mesa que comparte con el porteño y con aquel tipo raro que tan conocido les resultaba, se preguntan que habría en el baño para que saliera corriendo así, con esa cara de desagrado y malhumor. José fue a revisar. Nada. A esa hora todo suele estar reluciente.
Desde la barra ven el Fitito rojo del Santiagueño Gastón, mal estacionado como siempre, a un vasto metro de la vereda. 
-una medida de Paddy
- no hay mas.
- entonces... Doble V
- te lo terminaste anoche, Gastón.
- ¡dame una caña aunque sea!
-¿Legui?, mirá que te sirvo la primera de regalo.
- no me vas a hacer tomar Legui, basura... ¿no tenés nada rico?
-traje de Paraguay una botella de White Horse... la voy a buscar porque es solo para los amigos y esta escondida.
-¿se puede saber qué esperás para servirme?
José va a la trastienda y Gastón pregunta a Lorena (siempre indiferente con él), señalando con el pulgar y las cejas:
-¿quién es el payaso del sombrero?.
La chica, contesta, (de increíble buena manera, abstraída, mirando hacia aquellos sujetos) que no lo sabe, aunque le parezca conocerlo; y que también a José le parece conocerlo. Gastón  vuelve a levantar las cejas interrogativamente, y cuando mira al de sombrero dice:
- si, yo también lo conozco.-
A Gastón siempre le gustó Lorena, desde mucho antes que fuera novia de José; también sabe que a ella, él nunca. "Por lo menos no me maltrató como siempre" piensa, mientras se acoda hurgando en su memoria para desempolvar el recuerdo de ese rostro que con toda certeza ya conocía. ¿Será uno del directorio de la Empresa? ¡No!
 -es un taxista de Nueva York.
-¡ya empezás con las pavadas!- Lorena, con una dulcísima sonrisa le envuelve el corazón, se lo engulle como un caramelito Sugus en el momento del regreso de José con el whisky con hielo.-¿y qué sabés vos de Nueva York?.
-Taxista de Buenos Aires, entonces.- Insistió Gastón con pretendida seriedad.
-Hasta dudo que hayas estado alguna vez en Buenos Aires.
-Tengo primos en Villa Urquiza, rosarina berreta de Granadero Baigorria.
-¡Que decís, tarado!
-No, en serio, lo vi en una película de un taxista. Estos tipos son actores.
-Si, si. Seguro.
-Actores de Cine, bruta...
-¿y que hacen en este pueblo de mala muerte?
-Qué se yo.

La noche llega mas tarde que ayer, pero cae implacable sobre el bar del boulevard San Martín. Los ómnibus de la fabrica llevan y traen operarios, muchos de los cuales hacen una breve escala en lo de José; así, poco a poco, el ambiente intimo del que gozaban José, los aludidos, Lorena y Gastón, fue enturbiándose con gritos, humo de cigarrillos o de los "charutos", fue animándose con la sinfonía de cristales de cada brindis, en cada vaso y en cada copa. A Robert le alegra el bullicio que creía que nunca llegaría e invita a sus cortesanos a tomar la próxima cerveza en el interior del bar. Christopher ya no quiere saber nada de cervezas, ni de hedores corporales: ya está harto de Sudamérica, y sobre todo, está harto de esos mosquitos que desde hace horas están martirizándolo. Sí, porque lo perseguían a donde fuera. En una de sus excursiones al baño, al abrir su cajita plateada vio como un pequeño enjambre de diminutos mosquitos escapaban de su interior. ¡Shit!. Y lo  peor fue cuando al enterrar la cucharita de plata vio a otros tres, ya cadáveres petrificados, congelados en la hirviente Antártida guardada en una bolsita: ¿cómo habrían llegado hasta allí?. Oh god!
Y se tomó hasta los mosquitos.
 Bobby, dibuja su clásica sonrisa arrugando la cara. Conoce a Christopher desde hace años y conoce su paranoia. Lo mira con sus brillosos ojitos ebrios espantar mbarigüís imaginarios a dos manos.
Go away! 
  Bobby, a quien la Quilmes ya lo había envalentonado, ahora habla a casi los gritos en su cerrado slang de Brooklyn, cuando toma del brazo al traductor y del hombro al endurecido Christopher, para dirigirlos al interior del bar.
Había anochecido. Goodbye mbarigüís.
      
 Lorena no alcanzaba a creer la excitación que producía en ella la presencia de ese tipo que ya se había quitado el sombrero. Avisó a José que iría a lo de Daniela y salió corriendo del bar.
La luz era tenue dentro del bar y las tres mesas de pool encontraban su apogeo a esa hora. 20:45. Operarios de la fabrica, estudiantes crónicos, desocupados profesionales y profesionales desocupados, empleados municipales, todos se reunían a beber, reír y competir o apostar en el pool. Gastón, curioso empedernido, como para librarse de una intriga a la que ya se sentía adicto, se acercó a la mesa queriendo develar de dónde cuernos esos rostros le resultaban tan familiares. Se dirige directamente a Bobby:
-yo a vos te conozco, te vi en una película.-
 El intérprete juega su rol como es debido y traduce la sentencia a Bobby, quien ordena contestar que es un funcionario de la DEA investigando el contrabando de estupefacientes en nuestra frontera.
-Hola, I`m James Morrisey, Robert, se levanta a duras penas de su silla y extiende su mano derecha al santiagueño, mientras observa de reojo como Christopher, endurecido, hubiese querido reír si pudiese. Gastón le da la mano y dirigiéndose al intérprete:
-si, mucha lucha contra los narcos pero tiene un pedo verde. Me voy a dedicar al contrabando- dice el campechano Santiagueño; el Gurí repasa la mesa con su trapito antes de apoyar una nueva botella de Quilmes.
 
Lorena, con las mejillas enrojecidas, introdujo a sus amigas al misterio de los famosos desconocidos. 
Bingo. Tacuara y su guitarra llegaban mientras sonaba "Estallando desde el océano" de Sumo y los actores preguntaban de qué banda se trataba. El intérprete, un tipo de veintipico, les comentaba que era el mejor grupo argentino, sin disimular su orgullo patriota, a lo que el santiagueño anexaba que a la novia del barman (si, el pollerudo aquel que saluda) le gustaban Virus y Soda y que por eso podían escuchar Sumo, porque ella no estaba...
"Po-ie-ru-dou? that´s right?"
 
Aparecen en escena tres bellísimos ejemplares de jóvenes ninfas argentinas: Lorena, Dalila y Anto en su ultimo año de secundaria eran los bombones más apetecidos por la saparrastrosa fauna del bar. Sonriéndole a Gastón, quien mágicamente había ingresado al olimpo de los seres más interesantes del planeta, Lorena le pide que les presente a sus amigos.
-En efecto, si, si ¿cómo no?... el gordito de barba se llama James (Bobby), ¿el draculín como se llama?-. El intérprete responde Christopher, y se adelanta a presentarse él mismo:
-Gustavo. 
  Tacuara piensa que el santiagueño es un falluto, "José debería ponerle los puntos". Se siente traicionado cuando ve reír a Gastón y a las guainas, sentados en la mesa de ésos a quienes él no conoce. Se dirige a José y comienza con uno de sus sermón de siempre, acerca de su credulidad y de cómo es que permite que una pendejita le tome el pelo delante de sus amigos, bah... mejor no hablar de ciertos amigos, porque para él Gastón no es un amigo... Tacuara termina por emocionarse y creer más que nadie en las palabras que dice. José vuela de rabia al ver a Lorena prácticamente adjudicada; descubre que ella no puede sostenerle la mirada.
-Acostate con pendejas y... ya sabés.
-Callate, Tacuara.
Bobby cuenta anécdotas y, por la pericia de su traductor, logra la risa de las adolescentes; a su vez, ellas quieren enseñarle todo. Bobby, muy ebrio, tira nombres como Joe Pesci (¿quien?), Harvey Keitel, Marty Scorcesse. Habla con tristeza del finado Belushi (el gordito petiso de los Blues Brothers, informa Gustavo) hasta que se pone a llorar; (¿y quienes son los Blues Brothers?... Gastón y las chicas nunca asociaron que, por la zona, aquellos Brothers eran "Os Irmaos Cara de Pau", ni que ya habían reído con esa película, vista en portugués, así como habían gritado los goles del mundial México ´86 por Rede Globo). Christopher encuentra muy oportuno encender uno de los tres porros, ofrece una pitada a Bob, quien la acepta.
Palmada en la frente: ¡ya sé!... "El Francotirador".
Tosen: Cof, cof, ja, ja.
A la mañana siguiente no había noticias de Gustavo, el traductor, y a Bobby le resultó extraño el hecho de que no estuviese esperándolo en el lobby del Hotel Internacional.
Hubo discusiones entre el director, la productora, Murphy, la maquilladora y el coiffeur, de los guardaespaldas con Jeremy Irons, y todo por culpa del ojo izquierdo de Mr. De Niro., quien se esforzaba por recordar, pese a la jaqueca, qué demonios (what a fuck) había sucedido después de que aquella chica lo besara, y cómo habrían regresado al maldito Hotel.
De Niro y Christopher Walken pasaron una de sus noches en aquella Argentina de belleza agonizante, previa a la hiperinflación -y a la posterior destrucción del neoliberalismo Made in Anillaco-. Se emborracharon en una patria todavía adormecida, entre negligente e insegura, con un chauvinismo de liturgia peronista y con las manchas demasiado pegajosas de un pasado totalitario, "occidental y cristiano", "derecho y humano", aprobado por los caudillos partidarios más rancios y por los dandis de corbata italiana, por la curia y los estancieros de la Sociedad Rural, por porteños liberales que no son más que conservadores, por los siempre esclarecidos conductores de taxímetros, por todo provinciano de dos apellidos y por la "gente como uno", los que creemos que las buenas escuelas y los buenos hospitales son sólo caprichos de los zurdos que "algo habrán hecho"...
En aquella mañana se harían las tomas en el arroyo Urugua-í (hoy un lago artificial, gracias a la instalación de una represa). Los jesuitas, a bordo de las piraguas guaraníes en las que los indios remarían frenéticamente llevando a Irons y a Bobby, en su cruzada en favor de una humanidad más salvaje y más humana, ya estaban condenados por el inefable Dios.
¡Pero el primer plano con ese ojo semicerrado! ¡Y aún faltaba filmar la escalada a la monumental catarata! (Bobby solo tenia que poner su maltrecha cara y salpicarse un poco, el doble haría el resto.) Todos coincidían en que la culpa de la absoluta falta de profesionalismo de Mr. De Niro era de Mr. Walken, ¡no deberían haberle permitido sumarse al equipo!
Mientras los indios, a bordo de las piraguas, desnudos y maquillados, reían a carcajadas comentando en guaraní cómo aquellos gringos estaban realmente locos y gritaban entre espejos, prismas, cables, cámaras y otros extraños artefactos que ellos desconocían.
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Palabras Clave: cruzada actores hollywood

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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Roberto Langella de Reyes Pea

Con tus relatos uno siempre se queda pensando cuánto habrá de verídico en lo que contás, de periodístico, incluso, y cuánto de ficcional, de especulación. Bravo, porque esta duda surge de la verosimilitud de cada escena, en la que participan tanto personajes privados, quizás ficticios, como, en este caso, personajes públicamente reconocidos. No importa si Christopher Walken estuvo en realidad o no falopeándose en Misiones; en tu relato resulta completamente creíble, lo mismo la descrpción de cada uno de los actores. Es lo que te hace un gran escritor, también, el saber capitalizar en escrito todas las posibilidades que el oficio brinda.
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December 07, 2009
 

Ricardo Fernndez

Muy buen relato, Este Hollywood argentinisado con todos los condimentos de la noche Excelente.
Responder
December 07, 2009
 

Guillermo Capece

Inocencio Narrador: excelente tu forma de contar, parece que hubieras estado al costado de la pelicula con tu ojo avisor; es literatura pura. Felicitaciones, amiguito. Esperamos mas.
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October 10, 2009
 

Delfy

excelente historia... interesante y atrapante.
aplausos para el escritor.
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October 09, 2009
 

inocencio rex

muchas gracias por las estrellas, amigo
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October 09, 2009
 

Matteo Edessa

estrellas chaval, estrellas!!!
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October 09, 2009
 

inocencio rex

gracias por leerlo, gabriel.
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September 02, 2009
 

Gabriel F. Degraaff

Ino, de a poco voy conociendo tu historial como escritor y cada vez me sorprendes mas... buenísima historia... esos tintes porteños del texto, las irónicas descripciones, el ambiente familiar y a la vez desconocido me atraen desde la esencia... gran relato, INo, ya te lo dije, eres grande chabón!!! un abrazo!!
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September 02, 2009
 

inocencio rex

Arturo:
gracias por leer este relato que fue el primero que escribí en word, hace ya diez años. quizás, por cariño, sobrevivió a mi propia censura, para terminar recibiendo los elogios de un verdadero grande como arturo palavicini.
un gran abrazo
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September 02, 2009
 

Arturo Palavicini

Wow!!! Excelente historia detrás de la historia; creo que nunca más veré La Misión con los mismos ojos.

Extraordinario relato, me atrapaste desde las primeras líneas y no me soltaste jamás.

Felicidades Rex. Eres de los grandes.

Arturo Palavicini
Responder
September 02, 2009
 

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