LA HADE Y LA MRTIR DEL TEATRO NACIONAL (cuento satrico)
Publicado en Oct 20, 2013
Las personas se detienen. Estoy al costado norte del Gran Hotel Costa Rica, sentado en una banquita hecha con tubos de metal al oeste del Teatro; al frente de éste un muchacho vestido de payaso divierte a todos lo que quieran reírse, también, a quienes caminan serios o distraídos con su teléfono móvil. Pienso. Analizo la sátira. Quiero escribir diferente. Experimento con varias maneras de crear o transformar. Estudio la mitología. Los diálogos con Chase, me recuerda la maravillosa dialéctica de Sócrates. “Observa y escucha tu realidad”, es uno de los consejos más importantes que me ha dado mi amigo Alfonso. Mi nueva Literatura es como el mirte (planta sagrada de Afrodita): un fuerte tallo, frondosas hojas verdes, olor dulce como el de las rosas, y ante todo, unas sensibles hojas blancas, pequeñas, pero bellas. De lo más complejo a lo más simple, dando como resultado un texto con base en la libertad expresiva de mi ser sin apariencias, genuino como el aire que me da vida. Una persona con su vestimenta sucia me vende caramelos. Le respondo: “Hoy no, gracias” (con una sonrisa). La señora que está a la par mía pone atención a mi libreta de apuntes; está ilustrada con la imagen de dos aves diferentes con colores cálidos, uno frío y dos neutros. Me la obsequió, Chase, junto con un montón de libros, entre ellos EL AMOR EN LA POESÍA COSTARRICENSE. Sé, que me ubico en avenida dos, calle tres, pero, mi pensamiento analiza las cinco esculturas en la entrada del Teatro Nacional. Las personas forman un semi-círculo, que rodea, ya no es uno, sino, a dos muchachos vestidos de payaso. Me pongo de pie. Camino siguiendo la circunferencia de turistas hasta llegar al portón del Teatro. Entro. Un mundo VERDADERO de cultura. La puerta del centro está custodiada por dos esculturas de Carriri, la que está a la derecha la llamé la mártir, porque tiene una cruz cristiana en su mano izquierda, aparte, el semblante de su rostro es de lucha. A la izquierda mía las dos obras de Carruro, dan la bienvenida al Café, una a la izquierda y la otra a la derecha de la puerta. Las he llamado las híades. A la izquierda de la tienda de souvenirs está la escultura de Bonilla, la llamé LAMENTACIÓN DEL PUEBLO, la más bella de todas.
La puerta a la derecha de la que está en el centro si está abierta, es pequeña. En su entrada atiende un oficial de seguridad vestido con traje formal, a quien le pregunto: “¿Por qué estas dos esculturas –señalo las de Carriri- están de primero, y después, ellas –observo y señalo las dos de Carruro-?” Me responde: “¿Por qué lo preguntas?” “Porque las de Carriri, son híades, y ésta –camino hacia la que está a la derecha de la puerta central- es una mártir” –le respondí. Me volvió a preguntar: “¿Y aquella –señala la de Bonilla-?” Silencio por unos segundos. Respondo: “A ella la llamé LAMENTACIÓN DEL PUEBLO” “¿Por qué?” –me preguntó. “Porque esta señora tiene a este bebé en sus brazos, es decir, nuestra tierra cuida de sus hijos” –respondí. El señor encargado de la seguridad, silenció. Después (ya ha pasado más de un minuto), me pregunta: “¿Por qué dices que aquellas –señala las de Carriri- son híades?”. “Porque Las Híades o lluvia de ninfas es una constelación, con base en la mitología griega; ellas cuidaron al dios del vino Dioniso, en el mágico país de Nysa; el mismo nació en Pramnos, en la isla Icaría. Si observas, la que está a la derecha tiene un arpa, comúnmente tenían siete, pero, Orfeo, músico de Baco, y después, de Apolo, le añadió dos a la construida por el mismo Hermes (mensajero de los dioses), en honor a las nueve musas (Calíope, su madre, es una de ellas). Aparte, bajo sus pies está la flauta y, ¿una partitura?” –de esta manera le expuse. Ahora su silencio es más corto (dura veinte segundos). Señala las obras de Carriri. “Con toda sinceridad no sé por qué las híades están de primero a éstas –mira las de Carruro, sin ponerle atención a la de Bonilla-” –me dice. “Señor, las ninfas de Carriri, están aquí, a la entrada de esta sala, porque ellas evocan a Dioniso, como origen mitológico del Cristianismo –señalo la mártir-. De hecho, Orfeo, inventó los misterios de este dios en el siglo II a.C., por lo que esta sala expone algunos de los cimientos de creencias religiosas” –le recuerdo con humildad. Entran dos muchachos. Uno le dice al otro: “Mira, éstas son de la danza” (están frente a las obras de Carriri). En ese día no me acuerdo quién se iba a presentar en el Teatro, sólo vi un afiche a la derecha de la puerta central donde se anunciaba el espectáculo “¿Quién eres” –me pregunta el oficial de seguridad. “Soy Marco” –respondo. “Marco, ¿por qué has llamado LAMENTACIÓN DEL PUEBLO a la obra de Bonilla” –me pregunta mi amigo en aquella tarde de diálogo. “Ella está donde camina el pueblo para entrar al Teatro. En cambio, como observas –señalo la puerta del centro- está cerrada y custodiada por la mártir, para que sólo entre la nobleza y la burguesía” –respondí. En ese momento cerré mi libreta de apuntes. Me despido del señor quien conversó conmigo. Salgo. En la Plaza de la Cultura escribo este cuento.
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|