Vamos por la vida con lo que tenemos, no somos lo que somos, porque no dejamos la puerta abierta, siempre hay un doble fondo que resguarda quienes somos en realidad, y acaso cada uno no sabe hasta dónde llega ese cerrojo, y qué guarda. Cuánto de nosotros aparecerá en alguna circunstancia, y qué hay allí que no saldrá nunca a la luz., no cruzará esa puerta, es ese segmento prohibido o vedado aún para nosotros mismos, supongo que tiene aristas impensadas, puede resultarnos cruel, o sorprendernos, no lo sé. Encontrarse con uno mismo no es tarea fácil, enfrentarse cara a cara con ese trasfondo desconocido puede hacernos vulnerables, o fuertes. No somos lo que somos, hay un componente físico que nos condiciona, y son los genes, pero hay otro que no podemos controlar o medir, y es la mente, esa caja de pandora irreverente y sorpresiva, infinita en sus laberintos cuyos pasajes trazan destinos aún no resueltos, intricados túneles que se ramifican conformando un pictograma imposible de resolver, caminamos por ellos en sombras, meros espectros de nuestros destinos, muchas veces quedamos a mitad de camino, y otras es mejor no saber, volver sobre los pasos. Si no estamos preparados para conocernos en nuestra dimensión, cómo pretender que el otro nos conozca? No podemos darnos como quisiéramos, porque hay algo que es inalcanzable, solo damos aquello que tenemos, lo externo, y aún así, no lo damos en su totalidad. Somos lo que somos, lo que queremos ser, y no somos, porque en algún espacio y tiempo nos quedamos suspendidos, y la punta del hilo se pierde vaya a saber dónde, y nos inventamos, nos imaginamos que somos y ocupamos la mente con una imagen, la formamos desde el ego, nos clasificamos y nos decimos cómo somos, usamos la palabra para definirnos, todos queremos ser, y en realidad, no somos mas que una visión, una ilusión en medio de la nada.
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