IRREFLEXIONES
Publicado en Oct 23, 2013
Somos felices. Felices de escapar, de escondernos juntos, como niños jugando imaginariamente a
los espías rusos. Felices de atravesar fuegos incandescentes, sin temor a quemarnos, por nuestra inconciencia del peligro. Y nuestra felicidad tiene el mismo rumbo que nuestro deseo, y nuestro deseo no tiene fin. Buscamos lúdicamente los espacios perfectos en los que nuestra desnudez sea todo, y nosotros -despojados de las formas- nos volvamos Uno al compás de una música desconocida (esa, nuestra música, mi amor). Atrás quedaron los caminos retorcidos, las voces disonantes, la soledad. Atrás quedó mi mundo enredado, tus deseos de tranquilidad. Ahora todo es explosión, todo deseo, y nuestras bocas van reclamando esa pasión desenfrenada de la que se ha construido -afortunadamente- gran parte de nuestro mundo. Es cierto. Estamos en fase creadora, correspondiéndote a ti elevar tu belleza por encima de lo conocido y a mí ser un admirador admirado recitando unos versos que no llegan a decir lo que quiero. Nunca llegan. Alrededor, las gentes nos miran extasiadas. No comprenden la grandeza de lo nuestro, y su incultura los impulsa a adorarnos o a destruirnos. Péndulo, balanza, movimiento, compás. Nos preparamos para el circo. Es cierto. Seremos crucificados por una innoble causa, y las banderas de la moralidad se posarán sobre nuestros cadáveres. Ese es el futuro. En el presente, tu silueta perfecta me posee. Y somos felices. Por impensantes. Y somos felices, porque sí.
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Elvia Gonzalez