Puedes esconderte, privar de tu presencia por siempre. Fugarte a nuevos paisajes y rodearte de otra gente.
Puedes habitar en otros lugares, esquivar las montañas y los túneles que te regresen. Cambiar el sentido de la aguja, incluso transitar en otros tiempos, de otro modo, sin pautas ni renglones.
Puedes evitar repetir la misma historia, tomar el anonimato que te protege, caer en la depresión traicionera o en la euforia que te eleva. Puedes hasta olvidarte de los que te aman si eso es lo que sientes que te conviene.
Puedes ser la sombra de lo que eras o mutar mil veces si es lo que se te antoja. Recorrer diversos valles, tender nuevos  puentes, navegar por otros mares y despeinarte por desconocidos vientos.
Pero cuando tu sensibilidad aflore, cuando una chispa de luz se adivine descubriremos que sigues allí, pintando con tus sentimientos  las más hermosas historias. Reconoceremos pues, el sello de tu marca, tu presencia aunque sea etérea; desconociendo los motivos que callas y el miedo que genera  la aventura nueva que hace rato preparas.
Porque no es de cobardes el querer separarse, el dejar todo sin armar con tiempo un buen equipaje; es de decididos y seguros emprender sólo semejante viaje.
Porque es puro impulso, es ser auténticos cuando  se siguen los pasos que dicta el corazón con sus latidos, porque uno no se puede revelar ante lo que es, si se goza siendo. Porque lo que apasiona dirige y  ata con cadenas de seda … esas que enrojecen las muñecas  pero que mantienen sujeto a la esencia con más fuerza que el acero.
Te podrás ir y nadie te lo está impidiendo, pero si dejas la cuna que sea porque a las alas les quedó poco espacio para el gran vuelo. Que sea para crecer porque lo terrenal te quedó pequeño.
Abre tus alas, demuestra que no temes a los desafíos; pero déjanos apreciar cómo planeas con maestría en ese, tu nuevo cielo.