LA HABITACION
Publicado en Oct 31, 2013
Amanece creyéndose en otra cama y en otro cuerpo .Empapado en sudor y jadeante corrobora que sigue inmerso en la pesadilla. No era otra que la que se repetía cada noche, sin duda para él era nueva, pues no recordaba nada de la incesante actividad de su cerebro. Finalmente se despierta.
Cuando abre los ojos ,atezados, de una intensidad aterradora, sólo queda el aturdimiento y una fuerte jaqueca. Mitiga el desasosiego con dos orfidales, después del desayuno mientras se disipa su nerviosismo. Paulatinamente comienza a encontrarse mejor. Emplea la mitad de la mañana escribiendo, continuando su vasta novela, que agoniza por no ser acabada. Se viste y prepara el sillín de su bicicleta negra del ejército sueco para visitar a su madre en la otra orilla del puerto. / El edificio, moderno y blanco, aunque carcomido por la humedad, ofrece a los visitantes un hall bastante frío con unas paredes desconchadas, disimulando la suciedad con las creaciones de los internos. Por encima en un lugar destacado se observan los méritos de médicos residentes en el centro. Dondequiera que pasees la mirada puedes hallar un reconocimiento enmarcado, tanto de instituciones públicas como del propio gobierno , donde se alaban de forma grotesca y fingida las maravillas que obran los cirujanos en sus pacientes. Lobotomía perofrontal, parietal... "Una delicia", según comenta el doctor Moniz; Sí, es una delicia realmente, observar cómo se hacinan hordas de enfermos dándose cabezazos en paredes de colchón mientras abrían la boca como muñecos en las manos del mejor ventrílocuo emitiendo sonidos guturales El hilo musical de la sala de espera reproduce una machacona ranchera americana que recuerda a la sempiterna y hacendosa madre de familia americana anunciando refrescos americanos con un pañuelo rojo de cuadritos blancos sobre un cuatro latas americano más largo que los días sin mamá. Afortunadamente para mi salud, la displicencia del bedel y sus exabruptos frenan en seco mi desbordante imaginación ( el bedel sin levantar la vista puesta en una revista de jardinería) - Ya le he dicho mil veces que no, señora! Su hijo no puede salir hoy ni durante unas semanas por lo menos, no insista! - Hágame el favor, sólo quiero que le de el aire y que vea a su abuela,que está muy mayor ya. - Confórmese con verle usted, ya que no es precisamente una chavala - Oiga, ¡Yo no le he faltado usted al respeto en ningún momento! - ( incorporándose y de forma autoritaria ) ¡Señora, se lo he repetido por activa y por pasiva, su hijo! no va a salir, ni ahora ni nunca! ¡Siéntese por favor! - Es el único día que puedo venir, por favor... Usted no sabe el dolor que arrastro... (El bedel abandona unos instantes su puesto detrás del mostrador acristalado para ir al baño( se oye un golpe seco y estruendoso que hace que todos los que estamos allí demos respingo regresa y retoma la lectura, haciendo caso omiso de los ruegos de su interlocutora- (Silencio y tristeza se mezclan en su rostro constreñido que aguanta las ganas de llorar. La mujer sexagenaria obediente y resignada se sienta a esperar la llamada para entrar en la habitación de su hijo, Las sillas destrozaculos, cubos sin respaldo, en apariencia de plástico, sugieren haber sido construidas con cemento armado, puesto que la hormigonera abandonada en el soportal , parece que aun funciona y las obras de la fachada concluyeron hace algún tiempo. La visita dura apenas una hora, por lo que no puedes distanciarte demasiado de la entrada si no quieres que interpongan una denuncia de fuga tras dos minutos del toque de queda, Según el protocolo, y la costumbre salen en fila de a uno los pacientes recogiendo dócilmente en la recepción sus pertenencias que son requisadas de nuevo al regresar. Los objetos más comunes son las benditas cajetillas de cigarros que los pacientes arrancan al bedel de sus manos para, seguidamente, aporrear las puertas del hall hasta que éste pulsa el botón y salen a trompicones al exterior para expulsar el humo que han inhalado en el infierno. Esta escena se repite todos las mañanas a excepción de alguna en la que se interpolan forcejeos con puñetazos mientras acude el personal de seguridad y soluciona con más puñetazos y patadas la disputa por los enseres. Minutos después, da parte de los sucedido por walki al director de la empresa de seguridad encargada del centro comunicándole la resolución pacífica y sin altercados del incidente
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