En las redomas de mis sueños intenté atraparte
una tarde en que el mar soplaba sus mareas
y buques arrancados anclaban en la sombra.
Más te fuíste de mí, centrípeta y egocéntrica:
Huiste sobre todo al centro de ti misma.
Buscabas arcas de oros que yo no poseía.
Me llené de la ira sucia del rompeolas
y destruí mi trémula madriguera de perla
y marché por rústicos y asolados laberintos.
Mi alma no soportó tu traición libertina.
Cayeron mis bastiones y me llevó el Simún.
Fui un náufrago más en los párpados del Tiempo.
Te tuve poco y te volviste espejismo.
Los sátiros hirieron mi alma y su vacío
y hasta quise entrar otra vez al vientre de mi madre.
Observé la soledad agreste de la Oruga
y las despuntadas alas de los murciélagos.
Rodé entre griterías, nociones, pestilencias
como un guijarro roto arrojado al azar.
Ecos y oscuridades me llenaban la mente.
Y el viento con su sorna repoblaba mis ojos.
Mas escuché una voz sugerente y sencilla
como surgida de un ángel entre las amapolas.
Y vino otra ternura a ocupar tu lugar
y a fuerza de caricias consiguió enamorarme.
Me regala largos besos y góticos abrazos.
Quédate con los hombres arteros que quisite
ya no quiero que entres otra vez a mi vida
y debes aceptarlo como yo a tu traición.