Si has hallado la belleza en un rostro, si has admirado alguna vez los atributos de un cuerpo, entonces piensa: ¿qué es lo más importante de una persona? ¿Qué es lo mejor?
De acuerdo con nuestros valores, lo más bello, está en el interior. Mas, si bien es cierto que lo mejor de las personas hállase en su interior, también se esconde lo peor. Culpemos de ello a la imaginación, vasta región de la mente que toma partido en todos los procesos cognitivos, incluida la memoria, ya que es ésta la verdadera artífice de la asociación de ideas, nos brinda el poder de crear. Esto abre las puertas de un mundo no tan humano, un mundo que no conoce el bien y el mal, extramoral, natural. Eso es lo más bello de un ser humano, su capacidad de imaginar, su poder para crear. Precisamente por ello mi conclusión es que contrariamente a los antiguos griegos, lo bello no tiene por qué ser bueno.
Más adelante, sin embargo, arremeteré contra la superfetación de lo espiritual, también contra esa confusión descendiente de la pérdida de valores que vivimos hoy en día, llámese nihilismo, que ha poblado de seres aparentemente simples y superfluos esta tierra pagana.