Retuerzo la muerte con palabras que se inmolan,
en el letargo del humo del cigarro me encarcelo
y las damas pasan a mi lado mirandome de reojo
cuando los gritos mudos que lanzo se clavan en sus limpias miradas.
 
En lo hondo de esta botella los poetas de la historia ríen junto a la ceniza muerta,
mi cara reflejada en vidrios de cascos apilados
como un sueño olvidado en el tiempo espera su sonrisa.
 
Cuando has cruzado el borde y has empuñado el cañón contra tu sien,
cuando todas sus caras te han parecido vanas y todos tus pensamientos errores,
cuando ya no eres  capaz  de sentir pena ni ante la muerte de una niña,
cuando simplemente has callado y el silencio se ha cubierto por la niebla,
es entonces cuando ya solo te queda esperar, esperar y esperar;
quizás un golpe del destino toque tu mano pálida y  diga:
 he chico, levanta tus ojos, mira los míos e intenta navegar en ellos;
hay una luz fría que ilumina la oscuridad, hay una frágil rosa que asesinará la niebla,
hay un punto de partida que viene a darte una oportunidad.
 
Pero mi respiro es demasiado profundo, desgarra mi garganta y abrasaría tu cara
si me acerco a una noche de cálidas estrellas tu lengua se agujerearía como la luna;
ya, ya consigo dislumbrar  tu silueta,
 se aleja, se aleja sangrando en la selva espesa.
 
y no, no he nacido par buscar,
he nacido para esperar,
y por eso espero aquí, mutilado por los cristales rotos,
a que, por lo menos, una gota de tu sangre se desvíe hacia mi lecho de muerte.