Un día no muy distinto a cualquier otro, solo uno que enmarcaba el final de una etapa. El cierre de ciclo había llegado. Hasta ese entonces. Después de mucho tiempo de relación y aún así mis labios no podían pronunciar las palabras que tanto tiempo guardadas estaban en lo profundo de mi ser.No sabía lo que pasaría pero el destino y lo inevitable jugaron con que nos cruzaramos para alejarnos pero para unirnos más tarde. No sabía lo que se acercaba. Solo creía que sería una velada de amigos, inocente. El enojo momentaneo no fué barrera para que tus ganas te traigan hasta mí.
Todo marchaba como de costumbre, pero  en lo profundo algo me gritaba que pasaría aquello que alguna vez soñé. Pasaban los minutos y la verguenza se escurría hasta desaparecer mientras nuestros cuerpos se invadían con inocencia y ternura. Relajados, empezaban a conocerse.
Mi corazón palpitante no dejaba que me concentrara y tus manos juguetonas me provocaban. Los nervios aparecían y la temperatura subía con cada latido del corazón. Sin más dudar, sabía que era el momento. Todo el tiempo esperado había terminado y sabía que lo debía hacer. En la primera oportunidad me lanzé para encontrarme con esos cálidos y dulces labios, que no dudaron en jugar, dandome pequeñas mordidas que me volvían loco.
No sabía lo que tenía dentro, inexplicable, era maravilloso lo que ocurría, tenía que reclarmar tu cuerpo, me pertenecía y quería tenerlo. Esa silueta tan digna de mis brazos que la envolvían y aferraban a mi cuerpo. Digna de ser amada. Los suspiros y susurros.Tan perfecta situación afloraba pero los sentimientos de culpa te impidieron seguir.
No quería dejarte ir, no quería despertar de ese sueño que nos ocurría, tan inquieta estabas y el remordimiento que sentías por lo que estabamos haciendo te encendieron y salvaje pero excitadamente me herías con tus dientes. Era una situación loca que no quería parar. Pero me habías dominado y te marchaste, dejandome con la duda de que hubiera pasado. Ahora estoy pensando en que será nuestra próxima velada.