La Tierra De Nuestros Origenes
Publicado en Dec 05, 2013
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                                                       La Tierra de Nuestros Orígenes
       En una tierra rural, donde un clima cálido reinaba y muchas plantas con propiedades poblaban aquel suelo fértil. Vivía una tribu indígena que habían sido expulsados de su legítimo hogar, eran conocidos como coctos. La causa de su expulsión era un verdadero misterio, mientras tanto una creencia decía que una joven que discriminaba a otras culturas, visitaría aquella tierra durante una tarde de campo con su padre y aprendería una gran lección sobre las culturas que le dieron origen a este mundo.
       Mientras el sol invadía aquel cielo celeste desprovisto de nubes. La expectativa se apoderaba de las mentes de esta pacifica tribu. Mientras tanto un escrito que era propiedad del cacique decía exactamente lo que iba a ocurrir yacía oculto en lo más profundo de aquella tierra. Sin que nadie conociera de su existencia, solo coctolo conocía su exacta localización y siempre en sus reuniones predecía que eso se haría realidad un día cálido en el momento menos esperado, por la tarde.
       Una joven cuyo nombre era Agustina estaba comiendo con su familia en su chacra. Cuando un cantico poco común le llamo poderosamente la atención. Hacia el norte se escuchaba como alguien entonaba notas dulces con un tono grave, pero que era eso. Aquella pregunta voló por su mente como las palomas lo hacen por los aires de la ciudad. Mientras una sensación agradable le invadía el alma, nunca había oído algo tan grato en su corta vida.
      Atraída por aquel sonido comenzó a caminar hacia el norte. Detrás de un árbol lo esperaba para su sorpresa un ser que era muy alto y que la miraba con una sonrisa que no olvidaría en su vida. Además su piel azulada y sus ojos violáceos, la dejaron sin palabras, mientras ocurría algo que nadie se esperaba. Aquella estrella brillante y caliente se desplazó hacia el oeste, dejando lugar a varias nubes que amenazaban con mojar aquellas mentes sorprendidas por el suceso que acababa de ocurrir en sus vidas.
     El aborigen alegre de encontrar a alguien a quien pueda enseñar su cultura. Además de que la profecía de su cacique se había hecho realidad. La condujo por un camino donde los Arboles se hacían más bajos, y la vegetación que cubría aquel suelo era más colorida, sus colores los embriagaban. La belleza del paisaje hizo que un amor hacia aquella naturaleza se apoderaba del alma de Agustina, y no pudiera apartar su vista de aquel lugar tan desconocido para ella.
       Una copiosa lluvia se desató mientras el aborigen aun mirándola a los ojos apagó aquel silencio que solo las grandes gotas podían apaciguar
-          Acompáñame a nuestra choza, aprenderás de nuestra cultura. Además te percatarás de algo muy importantes sobre las culturas que poblaron nuestro territorio en un pasado no tan lejano.
La niña atrapada por aquel paisaje que la enamoraba, lo siguió, mientras el amor hacia aquellos ojos violáceos y esa voz  tan dulce que había escuchado sin esperarlo invadían inevitablemente su alma. Una choza con más de veinte integrantes apareció semi enterada entre miles de matorrales de vegetación de colores verdosos y amarillentos.
-          Esta es mi familia, los coctalos, somos una antigua tribu que fue expulsada de su verdadero hogar, una isla lejana en el océano indico, comentó coctilo. Mientras señalaba con sus largas manos a esos seres que la niña nunca había visto. La lluvia seguía erosionando aquel suelo rojizo y azulado, donde Agustina conocería la importancia de las antiguas culturas para nuestro presente.
Una pequeña aborigen de ojos verdes la miraba entre todos aquellos seres. Apagó el silencio mientras su hermano comenzaba a presentarle a su familia
-          Soy coctila, la hermana de coctilo, te ayudaré a aprender nuestra cultura y serás mi nueva amiga, sonriéndole dejo que siguiera disfrutando de aquel paisaje único que solo podía encontrar allí. 
-          Bueno gracias, sos muy hermosa, y nos llevaremos muy bien. Respondió la niña mientras el sol regresaba a aquel cielo encapotado y las nubes se esfumaban como poco a poco lo hacía el odio que ella sentía hacia los aborígenes.
-          Para aprender nuestra cultura necesitamos que nos acompañes a cazar y pescar. Donde buscaremos la comida del día y de días subsiguientes. Comento un pequeño aborigen que vivía con ellos, acompáñanos dijo finalmente mientras la conducía hacia el sur de aquel bosque de árboles altos y coloridos hacia un río caudaloso y rico en todo tipo de especies de peces.
Un río de aguas cristalinas apareció en frente de la niña. Como atraparían a los peces si no tenían nada para hacerlo, se preguntó Agustina mientras el canto de las aves se iba apoderando de aquella costa en donde el clima era fresco por aquel líquido cristalino que corría sin cesar. Aquel joven indígena mirándola con una sonrisa comentó como leyéndole el pensamiento
-          Deberás atrapar con tus propias manos los peces que el sol te permita observar en estas aguas, metiendo y sacando la mano en el agua lo más rápido que puedas, yo te observaré tranquila.
Agustina confiada pero un poco nerviosa por no haberlo hecho nunca, estiró su mano derecha. Mientras en el agua ocurría algo que ella no se esperaba. Un cardumen de hermosos ejemplares  de colores se reunían en el centro de aquel espejo de agua y movían sus aletas como saludándola. Pero porque hacían esto aquellos seres nadadores, acaso  sabían que ella estaba conociendo aquella tierra nueva. Aquella pregunta interesante repiqueteo en su mente, mientras sus manos se sumergían en aquel liquido cristalino y vital y sacaban un gran bagre que se apareció en el peor momento.
Mientras festejaba aquel hallazgo tan apetitoso, su compañero de pesca le decía algo que respondió aquella pregunta que la llenaba de interés y curiosidad.
-          Los peces detectan nuestra presencia, y como sos nueva y muy linda quisieron darte un saludo inolvidable, por eso cuando llegamos hay pocos, solo los más grandes y menos inteligentes se quedan en la cercanía de la costa.
-          Mira vos, no sabía, me encanta su cultura, aunque sea difícil de vivir sin nada de lo que les puede dar la ciudad. Comento la joven mirando con una sonrisa a su nuevo amigo, quien se la devolvió y la condujo por un nuevo sendero hacia un bosque donde grandes animales la esperaban.  Mientras un gran amor hacia su nuevo amigo hacia que lo extrañará y quisiera verlo lo antes posible. Yaguaretés de gran tamaño se acercaban amenazadoramente y le causaban un leve temor pero esto no la venció debía buscar aquella comida que sus nuevos amigos necesitaban.
 Con una boleadora que aquel ser indígena de buen corazón le prestó logró voltear a tres grandes ejemplares.  La sorpresa por haberlo hecho tan bien en su primera vez llenó su alma.  Grandes lágrimas surcaron su rostro mientras aquel día llegaba a su fin. La oscuridad poco se apoderaba de aquella tierra que esos seres poblaban por elección.
Con fuertes ganas de ver a su amor, que aún no sabía que su alma sentía un gran amor y cariño por él, cuya cultura la había sorprendido. Caminando por entre árboles altos y animales maravillosos llegó a su choza semienterrada donde su familia le había dado la bienvenida y allí una cosa más la sorprendería, su novio mirándola con aquella sonrisa que la enamoró le dijo
-       Para conocer bien nuestra cultura deberás saber las celebraciones religiosas que festejamos en nuestra tribu, ven acompáñame. Mientras recorrían aquella pequeña distancia que lo separaba del epicentro de aquella fiesta tan dolorida y musical, sus labios se unieron. Una sensación agradable de calor y alegría recorrió aquellos cuerpos, mientras una gran música y algarabía se apoderaban de aquella atmósfera cálida que ahora por la alegría calentaba aún más sus cuerpos.
Detrás de unas montañas más de doscientos indígenas se encontraban reunidos. Fuertes melodías que entonaban sus gargantas casi sin esfuerzo habían tomado el control, pero que festejaban se preguntó Agustina.  El regocijo y el buen humor habían invadido aquel espíritu que estaba rebosando de sentimientos gratos.
-          Estamos festejando el nacimiento del dios solaluz. La deidad que según nuestra religión creo aquel astro  inmenso que nos da aquella luz que nos permite hacer crecer todos los vegetales que embellecen esta tierra. Comentó coctilo como leyéndole el pensamiento a su novia, quien lo miraba con una mirada difícil de confundir, el amor estaba presente entre ellos dos y nada haría que aquel lazo tan fuerte que los unía desapareciera.
Agustina luego de esa celebración feliz por el amor que había encontrado. Agarro a su novio y lo beso apasionadamente, mientras se metían a dormir en aquella choza tan distinta a lo que ella estaba acostumbrada en su casa. Una lección que nunca hubiera esperado adquirir aquel día se grabó en la profundo de aquella mente pequeña. No hay que discriminar a otras culturas porque a veces tienen más sabiduría que nosotros. Puede que sean  mejores que nosotros por el simple hecho de no preocuparse por pequeñeces, disfrutan de la vida con poco.
Además si no fuera por ellos no conoceríamos lo que es la naturaleza, por eso el amor hacia aquel ser lo acompañaría por el resto de su vida. La vida había cambiado por completo, no volvería a su ciudad, se quedaría a vivir allí, en donde la naturaleza le daba todo lo que necesitaba. 
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Foto del autor Juan Pablo Pites
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Descripción

una nia mientras esta con su padre en su chacra, es llamad con una cntico que nunca olvidar, un aborigen que no la enamorara, la lleva a un mundo donde aprender algo muy importante sobre las culturas aborgenes que marcaron nuestro origen

Palabras Clave: cultura tierra

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Fantasa



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