El hombre del rbol
Publicado en Dec 10, 2013
Desde niña mi abuela nos prohibía salir de noche de la casa, decía que el hombre del árbol nos podía llevar. Cuando por algún motivo salíamos de noche e íbamos a la milpa, la que encabezaba la fila india era precisamente mi abuela, hacíamos para lo que habíamos salido y regresábamos a la casa con el corazón latiendo a lo que más daba y mi abuela en la retaguardia. Según nos contaba mi abuelo, era un fantasma malo ya que se llevaba a las almas de los que encontraba de noche; nadie sabía de quien se trataba, el hecho es que para un montón de niñas era terrorífico. Años más tarde salimos una de mis tías y yo con mi abuela a la milpa, era una noche iluminada por la luz de la luna, era tanta la visibilidad que parecía de día, claro no dejaba de ser lúgubre la iluminación. Los magueyes, las ringleras y los arboles tenían aspecto fantasmagórico además hacía frio. Ahí íbamos alumbradas por una vela y clásico en fila india; llegamos a la pared externa de la casa, mi abuela buscaba no sé qué cosa, hurgaba en un montón de cosas apiladas, nosotras detrás de ella, mi tía sostenía la vela, que siempre estaba en peligro de apagarse por el viento y nosotras haciéndole casita para evitarlo. Mi abuela después de un rato encontró lo que buscaba, se enderezo y dijo ¡Ya, vamos para adentro! Las tres dimos vuelta para enfilarnos a la casa pero oímos un ruido y al unisonó volteamos en dirección del ruido, se oyó como si se rompiera una rama. Al lado del tronco de un árbol de tejocotes había una sombra, estaba de pie y por lo que se podía distinguir era un hombre con sombrero y envuelto en un gabán, nos estaba viendo, o al menos esa fue la idea que nos dio. Nos quedamos clavadas a la tierra, no podíamos movernos ni emitir sonido alguno, en la espalda sentimos como si nos hubieran echado agua fría y las piel la teníamos chinita, como cuando se tiene frio, no sé cuánto tiempo estuvimos petrificadas, la que reacciono fue mi abuela, empezó a rezar y a decirle al espectro que se fuera, nosotras reaccionamos y junto con mi abuela nos echamos a correr dentro de la casa, entremos como “alama que lleva el diablo” mi abuela y mi tía estaban más pálidas que un muerto, supongo que yo igual; sólo sentía que mi corazón palpitaba rápido y temblaba de pies a cabeza, mi tía estaba igual. Mi abuela no dejaba de rezar se metió a uno de los cuartos regresando con una botella en la mano, empezó a rosear la puerta y ponernos esa agua a nosotras y a ella. Nos fuimos de tras de ella a la cocina de humo, mi abuela saco unas hierbas y unos huevos, nos paró cerca del fogón empezó a limpiarnos con las hierbas y el huevo sin dejar de rezar, ya que termino fue a su buro y saco un rosario y nos pusimos a rezar. Nadie decía nada, así terminamos de rezas y nos quedamos en la cocina, no queríamos salir de allí, aguzamos el oído para tratar de escuchar cualquier ruido, no se oía nada, absolutamente nada. Acurrucadas cerca de la abuela, nos dijo que ese hombre había sido muy malo en vida, que se decía que lo habían apuñalado y matado en día 2 de noviembre, día de muertos. Que según contaban llegó a la casa sobre su caballo, cosido a puñaladas pero aun así había entrado para morir prácticamente en la puerta; durante su velorio habían pasado cosas extrañas, dentro del ataúd se oían como aletazos y ruidos, nadie se atrevió abrir el ataúd y cuando se dirigían al camposanto, ya casi para entrar salió una jauría de perros peleándose entre ellos y metiéndose entre los pies de las personas que cargaban el féretro, lo que ocasiono que lo tiraran yendo a dar a un pequeño barranco que se encontraba al lado del camino; así como salieron los perros así desaparecieron; los cargadores fueron a donde estaba la caja; estaba abierta pero el cadáver no estaba, lo buscaron por todas partes sin encontrarlo por lo que decidieron enterrar sólo el ataúd. Ni siquiera el sacerdote quiso bendecir el lugar. También nos dijo en donde estaba la tumba y que desde ese día a nadie se había enterrado ahí, pues se decía que estaba maldito. Claro nosotras estábamos más aterradas, cuando de momento se oyó un rechinido grave y fuerte; gritamos y nos abrazamos mi abuela salto y se puso pálida con los labios secos. Pensé que era ese hombre, ya me imaginaba que muerta y mi alma dirigiéndose el infierno. En eso momento dijeron ¿Qué les pasa? ¿Por qué esas caras? Era una de mis tías mayores que regresaba con unas amigas de una fiesta. Nosotras la pusimos al día sobre lo que había pasado, ella solo dijo ¡Están locas! ¡Mamá ya no les cuente esos cuentos, mire cómo están! ¡Ya se parece a mi papá! Después de esa noche, no me acerca al árbol ni de día y cuando andaba en la milpa, sentía escalofrió y procuraba terminar lo que estaba haciendo lo más rápido que podía para poder irme de allí. Pasaron los años, mi abuela murió la casa se derrumbó de lo vieja, el asunto del hombre del árbol quedo como un anécdota de la familia, hasta que una noche estando dos hijas de mi abuela estaban en una de las recamaras de la nueva vivienda que se construyó, pasaba la media noche, ellas esperaban la llegada de sus hijos, en tanto platicaban cuando frente a ellas paso el hombre del sombreo y gabán, recordándoles que él seguía viviendo en ese lugar.
Lunaoscura
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