LA HIJA DE DON PEDRO
Publicado en Dec 17, 2013
Prev
Next
LA HIJA DE DON PEDRO
La hija de don Pedro soñaba con montar a caballo a pesar de recordar que don PEDRO –SU PADRE- había muerto al caer de un caballo. Sin embargo ella, como mujer caprichosa seguía  en el empeño de montar, sobre caballo bien ensillado.  
Un amigo de don Pedro, que sabía del sueño de Carolina la invitó un día a montar en su caballo, ella feliz aceptó, siguiendo instrucciones de su amigo. Cuanto más avanzaba, más quería acelerar el paso del caballo, corría  más y más, lo que hizo que el caballo se desbocara.  Ella cayó al piso, el caballo la pateó causándole graves lesiones, fue conducida a una clínica en la que permaneció quince días, al cabo de los cuales superó las lesiones de su cuerpo y le dieron de alta. Ella salió de la cínica sola, el dueño del caballo había desaparecido, nadie la acompañaba.
Pasados unos minutos, Carolina avanzaba por las calles llorando y quejándose, llamando la atención y pidiendo ayuda.  Ella decía: “estoy embarazada y creo que es hora del parto”, pero al observar la gente que su barriga, no tenía señas notorias de un posible embarazo, y que su lenguaje era descoordinado, que a ratos reía y luego lloraba, sin lugar a dudas se trataba del estado de demencia de Carolina. Para los agentes de policía la única solución era internarla en clínica de reposo, lo que imposibilitaba el regreso de Carolina a su casa en el momento.
Lo que nadie sabía era que Carolina a sus quince años se había convertido en madre soltera de la bella niña a la que bautizó con el nombre de Amanda. 
 La hija de Carolina quedó sola, a su suerte, a sus  siete años de edad, sin saber porqué su madre no regresaba. En alguna forma los vecinos le brindaban comida, le preguntaban sobre sus padres, sin que ella supiera responder. Ella no sabía lo que a su mamá le había ocurrido.
Amanda, igual que la mamá era caprichosa. Cada vez que la mamá la reprendía, ella tomaba en sus manos un viejo y pequeño maletín -de aquellos que usaban los médicos en tiempos antiguos- Abría la puerta de su casa y, llorando amenazaba que se iba y jamás volvería. Cerraba bruscamente la puerta, caminaba unas cuadras, sin saber a dónde ir, se devolvía, sin atreverse a tocar la puerta, hasta cuando Carolina abría la puerta y la niña desilusionada preguntaba: ¿por qué no me buscabas? ¿Poco te importa que me pierda? Y Carolina respondía: “Sé que siempre regresas”
Amanda, sola y desesperada,  pensaba que encontraría a la mamá por algún camino. Tomó su pequeño maletín lo llenó de galletas y golosinas encontradas en el mercado que hacía poco había hecho Carolina. La niña pensó que por el camino sentiría frío, si llovía, entonces recordó que el día de los niños ella se había disfrazado de gitana. Cambió su vestido corto por el de gitana, se puso un saco de lana y en la cabeza se colocó la pañoleta, como las gitanas.  Abandonó la casa y avanzó por diferentes calles, observando a cuanta señora pasara por su lado, con la esperanza de encontrar a su mamá.  
La niña en su cansancio entraba a cuanta tienda encontraba, escuchaba lo que la gente hablaba en las tiendas. Las dueñas de tiendas le averiguaban la vida, ella simplemente decía no sé y seguía visitando tiendas. También buscaba asiento en los parques para descansar y recordar lo que escuchaba en las tiendas. “Que a un señor le cobraron más de la cuenta”, que a una señorita que había pedido una gaseosa con almojábana fresca, le dieron una almojábana vieja, pero metida al horno, la almojábana caliente parecía fresca, que había gente que pagaba con billete falso. Recordaba el cuento de una señora en una tienda, que una niña había sido violada y engañada por un mal hombre. Ella no entendía el cuento de esa señora, entonces resolvió volver a la tienda y  preguntar a la dueña de la tienda, qué era violar a una niña. La dueña de la tienda le explicó y le comentó sobre la maldad de algunos hombres. Preguntó a la niña su nombre. Me llamo Amanda Rodríguez, ¿dónde vives?  Estoy viviendo en las calles, me perdí de mi casa por estar buscando a mi mamá que se perdió. ¡No puede ser! ¿Cómo sabes que se perdió? porque no volvió a la casa, ¿y tu papá?  No tengo papá, y tu mamá ¿cómo se perdió? Ella se montó en un caballo se alejó y no volvió, me dejó sola. Entonces, ¿qué comes y dónde duermes? Como golosinas que llevo en mi maletín y de noche, igual que otras personas duermo en la calle.  ¿Cómo se llama el barrio donde vivías? No sé.
La dueña de la tienda  invitó a la niña a su casa, le regaló ropa que ya no le quedaba bien a sus hijas, le dio buena comida y le dijo que por la noche se quedara en un sofá abrigada con unas cobijas y, que si le ayudaba en la tienda podía seguir viviendo con toda la familia. Amanda agradeció y aceptó.
Amanda ayudaba a despachar en la tienda. Siempre, escuchando diferentes charlas de la gente que hablaba sobre robos, estafas, engaños, enfermedades, política, guerrilla, gente que peleaba, mujeres que desacreditaban a sus maridos, niños que se quejaban de ser maltratados por sus padres, gente inteligente que progresaba, gente irresponsable que se degeneraba, estudiantes que hacían trampa en los exámenes, etcétera.
Los hijos de la dueña de la tienda, humillaban a diario a la pobre Amanda, le decían, mantenida, conchuda, descarada, desdichada, lárgate de aquí. Amanda aguantaba humillaciones y ofensas.
Mientras Amanda vivía esa vida, Carolina había recuperado su salud, sólo en los cambios de luna tenía alteraciones en su conducta.
Carolina no se cansaba de buscar a su hija, por todas partes anunciaba: “Se busca niña perdida” publicaba fotos de la hija, suplicaba en los medios de comunicación que ayudaran a encontrar a su hija, pero nadie daba razón, así que Carolina seguía su vida en medio de la soledad y desesperación.
Amanda cumplió diez y seis años trabajando en la tienda. Vivía informada de muchas actitudes de la gente. Había aprendido a sumar y restar, escribía con mala letra y mala ortografía. En las noches no dormía bien, siempre pensando en su pasado y futuro. Recordaba con frecuencia la última frase pronunciada por la mamá “Sé que siempre regresas”  Si yo pudiera volver, si supiera la dirección de mi casa, si recordara al menos el nombre del barrio, si supiera el nombre de los vecinos que me hablaban, si encontrara a mi madre y pudiera regresar. “Vida triste la mía” No puedo seguir así, debo trabajar y estudiar, aquí me alimentan y visten, pero la familia me maltrata, no gano ningún dinero. “Quiero ganar dinero” Sí eso quiero, pero… ¿Cómo? mañana diré a la señora de la tienda que quiero trabajar y estudiar.
Al día siguiente Amanda se levantó temprano y  dijo: Buenos días señora Hilda, necesito que me escuche: estoy agradecida de sus bondades, pero prefiero buscar trabajo y ganar dinero. Necesito su permiso en las mañanas, para  buscar otro trabajo y ayudar aquí en las horas de la tarde.
La señora Hilda no aceptó, se enfureció, le dio plazo de ocho días para que se arrepintiera y siguiera despachando  en la tienda todo el día, sin derecho a ver televisión, ni escuchar la radio, y hasta  las once de la noche se pudiera acostar.
 Amanda lloraba, recordaba los cuentos de gitanas que la mamá le leía en las noches para conciliar su sueño. Y fue cuando llegó a su mente la idea de convertirse en gitana. Es fácil, no se necesita haber estudiado, puedo ganar dinero adivinando suertes de las personas que encuentre en las calles. Alistó el vestido largo que la señora Hilda le había regalado y la hacía ver más alta, la pañoleta que guardaba en su pequeño maletín, empacó en una caja su ropa y algunas golosinas. ¿ME CREERÁN QUE SOY GITANA? Mi cara no es fea, mi nariz respingada, mis ojos verdes, pecas en mi rostro, labios gruesos, mediana estatura. Lo malo de mi cara es ese lunar rojo que tengo en mi frente y que parece un corazón. Bueno pues aprovecharé el lunar para decir que es el del Sagrado corazón y por eso me deberán creer. Si, saldré a escondidas de esta familia.
Madrugó al día siguiente, se vistió de gitana con su largo vestido y su pañoleta en la cabeza. Avanzaba por las calles, deteniendo a las personas para adivinarles la suerte, pero algunas personas no aceptaban, la trataban de ladrona, otras, si aceptaban y le preguntaban que cuánto cobraba, ella respondía: “Lo que su voluntad me quiera pagar”.
 Una anciana fue la primera persona que aceptó que le adivinara la suerte. La gitana tomó la mano de la anciana y le dijo: usted ha recorrido buenos y malos caminos, ha sufrido y ha gozado. La anciana interrumpió: eso ya lo sé, lo que quiero es saber lo que hoy me va a suceder. Amanda recordó algo que había escuchado en la tienda y dijo: cuídese mí querida señora porque usted va a comprar algo en una tienda y le van a devolver los vueltos con un billete falso. La anciana hizo gesto de que no le creía, ella le mostró el lunar y dijo: es el corazón del sagrado supremo, créame. La anciana fue generosa y le pagó muy bien. La siguiente persona que se acercó fue un joven que, atraído por la juventud y  belleza de la gitana quiso que le adivinara la suerte. Ella recordó haber escuchado en la tienda lo que hablaban los estudiantes y le dijo: tendrás un examen difícil en el colegio, pero no hagas trampa, porque te lo pueden anular. El joven soltó la risa, no estoy en colegio, estoy en universidad y no tengo examen. El joven continuó sonriente, ella sintió vergüenza, no sabía que decir. El joven la tranquilizó y la invitó a tomar café, ella no aceptó por recordar que la señora de la tienda hablaba del engaño de los hombres. Se sorprendió de que el joven le pagara más de diez mil pesos y se despidiera, sin cometer maldad alguna. Otro señor se acercó y pidió que le adivinara la suerte. La gitana recordó lo que hablaban las esposas de los maridos en la tienda y dijo: cuídese señor de su esposa, porque ella habla mal de usted en las tiendas, el señor respondió: señorita Gitana, ¿conoce usted a mi esposa? Ella respondió: No, pero sé que las esposas hablan mal de los maridos en las tiendas, sintiéndose avergonzada dijo al señor: entonces, no me pague nada... El señor se burló de la gitana, pero viéndola tan avergonzada sintió lástima y le entregó un billete de cinco mil pesos. Una chica quiso que le adivinara la suerte y la gitana le dijo: usted es inteligente y va a progresar mucho, va a ser feliz, la chica quedó alegre y le pagó diez mil pesos. Ese mismo día el dinero le alcanzó para pagar una noche de hospedaje en un sencillo hotel, pero no le alcanzaba el dinero para el desayuno del siguiente día y, así en ayunas seguía adivinando suertes, recordando siempre lo que había escuchado en la tienda y según su recuerdo e ingenuidad creía que aconsejaba bien. A  veces adivinaba, a veces no, pero en el correr de los días ganaba el dinero suficiente para hospedarse en sencillos hoteles  en el centro de la ciudad de Bogotá,
La madre de Carolina se había casado y tenía dos pequeños hijos. Aunque tenía su hogar, no dejaba de recordar a su hija con gran dolor por no  saber nada de ella.
Después de haber recorrido Amanda varios barrios adivinando suertes, en uno de esos barrios no faltó el hombre que quería aprovechar  la juventud y belleza de la gitana para engañarla y dañarle la vida.  El hombre aceptó que le adivinara la suerte, le pagó con varios billetes, y ella no los aceptó. El hombre insistía en hablar con ella. “Eres joven y bella” no desperdicies así tu vida, puedes ganar mucho dinero y yo te ayudo ¿cómo? Preguntó ella, él respondió trabajando como modelo en una empresa importante y yo te ayudo ¿qué debo hacer? Inicialmente te enseñan a modelar, eso dura como un mes. Estarás con otras chicas aprendiendo ¿dónde enseñan a modelar? No te preocupes mañana mismo te llevo a la escuela de modelaje ¿qué más hago? Tendrás que firmar el contrato y escribir acepto. Recibirás las clases y luego viajaremos por muchos países y ganarás mucho dinero, así que mañana nos encontramos en el Centro Comercial “Las Margaritas” ¿sabes dónde queda? Si Sé, entonces mañana nos vemos ¿a qué hora? a la once de la mañana, -bueno dijo la gitana.
Al día siguiente el hombre llegó cumplido al Centro Comercial, había pasado más de un cuarto de hora, sin que llegara la gitana. Mientras él miraba su reloj apareció la gitana con un grupo de policías, el hombre se sorprendió, no alcanzó a preguntar nada cuando apareció una patrulla con más policías, que cumpliendo orden de sus superiores lo capturaron, le colocaron esposas, lo condujeron a la cárcel. El  hombre protestaba, decía ser inocente, pero a la historia de la gitana se aumentaban  delitos del hombre en el pasado.  La gitana con lo que había aprendido en la tienda y recordando que la señora Hilda le comentaba la maldad de algunos hombres, no se dejó engañar. Varias señoras la felicitaban y le pedían que les adivinara la suerte. Ella, a todas les preguntaba el nombre, les agradecía, seguía adivinando suertes, pero, ya no adivinaba la suerte según lo que había escuchado en las tiendas, sino lo que la experiencia le enseñaba.
 Entre esas tantas mujeres que la felicitaban, una dijo llamarse Carolina Rodríguez. La gitana se asombró, ¡Es el nombre de mi madre! La señora también se asombró y le preguntó a la gitana su nombre, me llamo Amanda Rodríguez. Carolina, con sus manos temblorosas quitó a la gitana la pañoleta que cubría su frente. Carolina reconoció el lunar de su hija y emocionadísima gritaba: ¡ella es mi hija! Amanda le preguntaba ¿está segura de que soy su hija? Si, hija sin duda, tú lunar te identifica, tus ojos, tus pecas, tus labios, tu nariz, eres mi hija. Se abrazaron por un buen rato, mudas, felices, lágrimas en sus ojos. Las dos se alejaron del público, cada una contó su historia.
Amanda no quiso hacer parte del hogar de Carolina, se sentiría extraña con un padrastro, tendría que  adaptarse a unos hermanos. Prefirió seguir independiente, seguir de gitana, pero con ayuda económica de Carolina. Estudiar y trabajar hasta terminar estudios y organizar su vida con aquel joven que después de adivinarle la suerte, le había pagado diez mil pesos, se había comportado bien, se habían enamorado,  tenían relación amorosa y se amaban.
 
 
Página 1 / 1
Foto del autor Lucy Reyes
Textos Publicados: 73
Miembro desde: Oct 15, 2009
4 Comentarios 526 Lecturas Favorito 2 veces
Descripción

HISTORIA QUE RELATA LAS CONSECUENCIAS DE UN ACCIDENTE

Palabras Clave: CABALLO NIA GITANA CALLE SUERTE

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



Comentarios (4)add comment
menos espacio | mas espacio

Elvia Gonzalez

una historia triste, y hermosa, que a pesar de los dramas que vivió la niña supo salir adelante, aunque fue explotada por la sra, que la recibió en su casa, no se quedo con odio, no miro hacia atraz salvo para reforzar la búsqueda de su madre y aun por momentos vencida, no ceso en su intento de búsqueda , me gusto por que a pesar del drama no se quedo con odios, broncas y con un final feliz, grato leerte
Responder
December 17, 2013
 

Lucy reyes

Elvia, agradezco mucho tu comentario, que te hayas dado cuenta que la niña no sintió odio ni tomó venganza a pesar de haber vivido momentos de desprecio y humillación, pudo salir adelante con buena reflexión. Cordial saludo Lucy
Responder
December 18, 2013

Mara Vallejo D.-

Hola Lucy.
Triste historia con muchos matices, pero de un final feliz, que me hizo aguar los ojos. Ya sabes, las mujeres y nuestro corazoncito.
Felicitaciones!
Saludos
Responder
December 17, 2013
 

Lucy reyes

Tienes razón María, se trata de una historia con muchos matices, pero con feliz final.
Una persona de calidad humana, de bellos sentimientos como tú siente y vibra lo bueno y lo malo.
Gracias María por la lectura y por tu comentario. Cordial abrazo Lucy
Responder
December 17, 2013

Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.

busy