El porqu de las mascaras.
Publicado en Dec 24, 2013
Me pusieron la máscara por primera vez a los 4 años, que es a la edad en la que entre en este mundo. Con entrar a este mundo me refiero a interactuar con otros, los otros, los desconocidos. No mi familia, si no las personas ajenas a mi círculo íntimo. Es a la edad en que se inicia el colegio.
En las reglas nunca dice que haya que ponerse nada en especial más allá del uniforme, pero al segundo día, como todos mis compañeros, ya tenía la máscara. Yo lo decidí, aunque en realidad no tenía muchas alternativas , tanto profesores como el resto de los alumnos, los que llevan más de 1 año en la institución, eran muy crueles con quienes no la tenían. Es un requisito tácito. La máscara es pesada, inexpresiva, todas se ven similares, y todos las tienen. También mis padres, solo se la sacaban, con cara de alivio, al llegar a casa. Pude ver la tristeza de mama al ver que ya tenía puesta la mía. Pero era una tristeza asumida. Como el dolor por la muerte de alguien muy enfermo. A mi padre, en cambio, no le note ningún sentimiento, como si llevara puesta la suya. Pero no era así. Es que a medida que pasan los años se hace más difícil separar al disfraz de la persona. Se empiezan a parecer demasiado. Muchos ya ni siquiera se la sacan, como si la máscara se hubiera fundido con sus rostros. A él también, y porque sería de otra forma, empezaba a pasarle lo mismo. Mi mascara no era tan buena como la de mis padres claro, de vez en cuando hasta se caía. Cosa trágica, se podrán imaginar. En esos momentos me sentía totalmente vulnerable, totalmente transparente. Mis compañeros sabían aprovechar muy bien esa situación. Pero para eso está el colegio, 14 años (de los 4 a los 18) para enseñarte a perfeccionar tu mascara y serle útil a una especie de monstruo gigante que nos somete, pero eso es otra historia. Al principio de esos largos años, salía corriendo, más bien huyendo del colegio a mi habitación. Cerraba la puerta y revoleaba la máscara buscando respirar. Pero poco a poco, con ayuda de la costumbre, esos ataques de desesperación fueron desapareciendo. Cuando termine mis estudios, apenas me sacaba el pesado objeto. Debo admitir que me da mucha seguridad, y ya por entonces la había mejorado mucho. No se caía y se amoldaba perfectamente a mi rostro. Puedo decir sin ningún tipo de vanidad que mi mascara era una de las mejores, y aún lo es hoy en día. Por esa razón se me hizo fácil conseguir empleo, uno con una muy buena paga. Soy lo que muchos quieren ser, el ejemplo del “progreso y éxito”. Y según su visión de la vida soy muy feliz, y debería serlo, ¿cierto? Pero no lo soy. El estar acostumbrado a esforzarme por respirar por esta mascara el aire viciado de la ciudad no significa que no extrañe el aire. El estar acostumbrado a ver poco y nada por sus hendiduras no hace que extrañe menos el cielo. Pero en fin, llevo 3 años sin descubrir mi rostro, y no es que no quiera hacerlo, pero recuerdo como fue la última vez que lo hice. No sabía quién era, no me reconocía en los espejos. Estaba tan aturdido y confundido que me apresure a cubrirlo nuevamente. Y aunque lograra superar esa sensación, ¿Qué tal si de mí escapa una sonrisa y parezco estúpido? ¿Y si cae una lagrima y se evidencia mi debilidad? ¿Qué pasa si mis ojos, desacostumbrado a tanta luz, se queman por el sol? ¿Qué dirá el resto? ¿Perdería mi trabajo? Sí, tengo miedo. Miedo de ser yo, miedo de vivir. En fin posiblemente estas suposiciones sean estupidas, y la máscara siempre estará conmigo, protegiéndome, cuidándome, escondiéndome del mundo. Y siempre habrá un papel en donde, acaso como ahora, desnudar mis complejos. Pero, ¿porqué las mascaras? ¿Como nacen? ¿Porqué existen? Miedo. El miedo la coloca lentamente en tu rostro, y el miedo la cose, poniendo una puntada con cada experiencia.. puntada a puntada, el hilo de las inseguridades va trazando su camino. Soy negativo, es mas, soy contundente en afirmar que con este miedo que se respira en mi mundo nunca se volverá a ver un rostro sincero. Sin embargo, dejenme soñar. Dejenme soñar en un nuevo lugar, el mismo lugar de siempre, pero trasformado. Donde las lagrimas sean virtud de un alma pura, donde una sonrisa torpe, que contagie la alegria, sea una luz y no una idiotez. Donde lo que hoy son debilidades, sean reconocidos como lo que son, sensibilidades. Dejenme la esperanza de que este sueño, simple en su escritura, complejo de realizar por la locura de un mundo al revéz, sea el inicio de una revolución. Revolución real, revolución interna. La revolución de las mentes.
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