Altercado en la plaza del mercado
Publicado en Jan 05, 2014
Julio quería salir lo antes posible de clase, pues hoy acudiría a recogerle su primo Marcos.Hacía tiempo que no se veían, y Julio no ha tenido un buen año. Nunca se ha sentido cómodo en su instituto pero desde que empezó el curso ha sido el objetivo de los matones de turno de su clase. Piensa que no son gran cosa, pero no se atreve a hacerles frente. Sus compañeros se limitan a reírse de él o a ignorar su situación, mientras que el tutor no considera que sea nada grave, y aunque ha llegado a sancionar a dos de los chicos en dos ocasiones, ha sido poca cosa y sólo ha servido para que la tomaran aún más con él.
Entre humillación y tedio llegó la tan esperada hora de salida. A pesar de no haber tenido un día muy afortunado se sentía ilusionado con la idea de volver a ver a su primo hermano, así que ignoró a sus encomiables compañeros y se dirigió directo a la salida. A su espalda oyó las típicas risas de los de siempre, nunca le importó lo que dijeran de él, tal vez su timidez, su piel pálida y su acné o su delgadez eran motivos de burla para los demás, pero él era demasiado débil como para hacer frente a tantos y tan crueles adolescentes, a quienes hundir la vida de una persona solitaria y pacífica no era otra cosa que emocionante y motivo de hilaridad. A nadie parecía preocuparle si un día podría estallar, si algún día... Diría basta. Eso se decía a sí mismo cuando no podía más. Caminaba por el último pasillo en dirección a la salida mientras pensaba que la violencia no es una opción y que una persona civilizada encuentra otras formas de resolver sus problemas. Hacía tiempo que no veía a Marcos pero tal vez él podría ayudarle; al menos tendría alguien con quien hablar. En su casa no parecía haber nadie dispuesto a escucharle, había días en los que pensaba en acabar con todo, pero para bien o para mal nunca había tenido valor para hacerlo. Cuando salió por la puerta hasta la acera, seguido de sus compañeros de clase como un séquito, la avenida estaba abarrotada de jóvenes de varias edades comentando los sucesos destacables de la jornada académica, actividad banal a ojos de Julio, tal vez debido a su condición. Reconoció inmediatamente a Marcos al fondo, apoyado en una farola en el lado izquierdo de la muchedumbre, vestido con una camiseta gris de tirantes y unos vaqueros maltratados por el tiempo. Ambos esbozaron una sonrisa al verse. -¡Vaya!, no recordaba que fuera tan corpulento, ha cambiado mucho- pensó Julio. Avanzó lo rápido que pudo entre la gente. Nada más lo tuvo delante Marcos abrazó efusivamente a su primo. -Me alegro mucho de verte, lamento que hayan pasado tantos meses- le susurró al oído. Su encuentro suscitó varias miradas de curiosidad alrededor. Pero todo iba bien hasta que se escucharon dos voces entre la gente. -¡Mira, pero si tiene un amigo y todo!- -¿Y ese flipao, qué se cree llevando tirantes? Yo le metía dos hostias, a ver si se le bajan los humos.- Julio miró al suelo mientras que Marcos se giró con curiosidad hacia la gente, justo cuando empezó a entender la situación vio a un gitano al lado de uno de los acosadores de su primo, éste le miraba con desprecio. La cara de Marcos cambio a una expresión de rabia en un instante, y con el ceño fruncido gritó: -¡Quién ha dicho eso! ¡Quién ha hablado! ¡Y tú, qué miras! Se hizo el silencio. A Julio se le heló la sangre, se moría de vergüenza. El gitano que miraba a Marcos dijo: He sido yo, ¿algún problema payaso? Un compañero de Julio exclamó entonces: -¡Eh, hay pelea! !Pelea!- A esto se unieron varias voces a coro y los chavales se aglomeraron entorno a ellos, con la intención de ver lo que estaba pasando, y en caso de haber una pelea, no perder detalle. -Lo siento mucho Marcos.- Dijo Julio mientras sentía que le sudaban las manos y le temblaban las piernas, se sentía impotente y desesperado. Marcos no parecía haberle escuchado, miraba fijamente a los chicos que tenía delante de él. Sus músculos se habían puesto en tensión y Julio se temía lo peor. ¿Qué iba a pasar ahora? Marcos echó un vistazo a todo el público que se había posicionado a su alrededor formando un círculo de unos dos metros de diámetro bastante ordenado. Su cara enrojeció de ira y empezó a hablar: -¿Me llamas "flipao"? Por qué, ¿por no llevar tu ridículo peinado de moda, o tu asquerosa ropa cara, fabricada con el sufrimiento de asiáticos esclavizados? Ojalá estuvieras tú en el lugar de cualquiera de ellos, sería un bien para la humanidad. Si quieres pelea la tendrás. Aunque sé que llamarás a tus supuestos primos porque tú solo no eres capaz ni de cruzar la calle, de lo cobarde que eres. Y vosotros, ¡qué miráis! ¿Pelea, decís? ¿Eso queréis? ¡Me dais verdadera lástima! ¿De verdad no tenéis nada más emocionante en vuestras vidas, tan vacías, que contemplar la violencia y la desgracia de los demás? Diría que sois unos animales, pero en la naturaleza no existen conductas tan bajas como la vuestra. Sois despreciables, ¿queréis pelea? Pues bien, si no os largáis de aquí estoy dispuesto a daros una lección a todos vosotros sin importar si sois hombre o mujer, así igual aprendeis de una vez, y sino, al menos podréis sentir en vuestras carnes ese morbo que tanto os suscita la violencia y la humillación ajena. Dicho esto, -dijo volviéndose hacia el chico gitano- si aún te apetece que nos demos de hostias, vámonos a un descampado que hay aquí cerca, donde no haya ni policía ni gente tan estúpida cerca.- Tras unos segundos de silencio se empezaron a escuchar murmullos de indignación y su interlocutor bajó la mirada y dijo: -No... paso, eres un payaso.- La gente empezó a marcharse y Marcos, ya más calmado se giró hacia Julio, que había estado observando la escena petrificado. -¿Nos vamos?- dijo con una sonrisa, y echó a andar en dirección a la casa de Julio. Julio dudó unos segundos y corrió hasta alcanzarle, en esos instantes pensó en lo que acababa de ocurrir, ¿estaba bien o mal? Su primo era una persona violenta, eso iba en contra de sus principios sin embargo, Marcos le había plantado cara al chico más fuerte del instituto, y a los cursos de 4º de ESO y 1º de Bachillerato juntos él solo. Y todos ellos, tan fáciles de palabra y tan faltos de hechos, no se habían atrevido a decirle nada directamente. Sus sentimientos eran contradictorios, pensaba que su primo había actuado mal, pero le admiraba y respetaba más que nunca. Quizás ahora sus compañeros de clase dejarían de acosarle, y empezarían a respetarle. Si eso sucedía se lo debía a él. Cuando llegó absorto en estos pensamientos hasta Marcos, éste le dijo: -Julio, si tienes problemas en el instituto dímelo, vendré y hablaré con quien sea, y si no te deja en paz, le daré su merecido. Eso por desgracia nunca falla, siempre que no te pases, claro. Te voy a proteger siempre que lo necesites. Cuando éramos pequeños eras tú el que cuidaba de mí, déjame que ahora sea yo quien te ayude.- Julio levantó la mirada, la puso en sus ojos y dijo suavemente: -gracias.-
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