En un pueblo apartado de la gran ciudad, existían tres amigas inseparables, las tres eran dueñas de personalidades muy diferentes, una era dulce, la otra muy arrogante y la última demasiado práctica y realista. Crecieron juntas y ya en edad madura, la que era arrogante se hizo mucho más con todo lo que había logrado, y despreció a sus dos amigas de infancia, les dijo palabras muy fuertes, desvalorándolas por completo. Ellas se resintieron tanto, que decidieron alejarse de ella. 
Con el paso del tiempo, la que era arrogante se dió cuenta del gran error que había cometido, no sabía cómo recuperar a sus amigas. Hizo una gran fiesta, invitando a todo el pueblo, con el fin de que ellas asistieran, pero no lo hicieron. Les mandó presentes ofreciendo sus disculpas y ellas lo ignoraron. Utilizó todos los recursos y nada cumplió con el propósito. Un día cayó tan enferma, y a esto se sumó la tristeza que llevaba dentro, que la terminó consumiendo. Sus amigas cuando se enteraron, corrieron a abrazarla, no sabían cómo expresarle que olvidaban todo, pero lamentablemente era ya demasiado tarde… ella ya no podía sentir sus palabras.
A veces nuestro orgullo es tan fuerte, que nos olvidamos de todos los momentos compartidos de una u otra forma, con ese ser querido. Los amigos siempre tienen ese derecho a ser escuchados. La vida es muy corta para guardar sentimientos negativos dentro de nuestro corazón y tampoco nadie tiene asegurado el sitio en este planeta. Hoy estamos, mañana quien sabe. Todos cometemos errores, lo importante y valioso, es reconocerlo y aceptarlo. Nadie es perfecto, si lo fuéramos seríamos Dios y Dios solo hay uno.


NO PERMITAMOS QUE EL ORGULLO, NOS IMPIDA DEMOSTRAR LO QUE LLEVAMOS DENTRO, NUESTRA LUZ PUEDE CONQUISTAR HASTA LOS CAMPOS MÁS TURBULENTOS…