PASION MORTAL
Publicado en Jan 14, 2014
P a s i ó n M o r t a l
La presencia del automóvil de su marido en el garaje de la casa confirmó sus peores temores. ¡Ya Javier había regresado! Con un gesto de fastidio y preocupación Beatriz estacionó su auto al lado del de su esposo y bajando de este se dirigió presurosa a los escalones que conducían a la entrada principal de la quinta. Jadeando un poco llegó a la parte superior de estos y tras una corta páusa para tratar de calmar su agitación y su angustia, entró. -Hola, amor – saludó a su marido al encontrarlo en el estar, frente al televisor – Hace mucho que llegaste? Me retrasé mas de lo pensado en casa de la costurera…!discúlpame! – y sentándose a su lado lo besó cariñosa. - Hola – contestó el, devolviéndole la caricia – Si, llegué hace mas de una hora. Donde estabas? En casa de la costurera? Sabes bien que no me gusta llegar a casa y no encontrarte… - - Si, ya lo se, amor. Pero hoy no pude evitarlo… - Está bien, Beatriz. Pero últimamente esto te está pasando muy a menudo…Preferiría que trataras de evitarlo – terminó, mirándola fijamente. Pero ella, haciéndose la desentendida, se levantó y sin hacer ningún comentario a sus últimas palabras, agregó: -Voy un momento al dormitorio a refrescarme. Y luego a la cocina para dar algunas órdenes. Luego me reúno contigo - Enseguida Beatriz salió de la sala de estar, dirigiéndose rápidamente a su habitación. Al llegar allí se encaminó al baño, único lugar de la casa en el que podía estar realmente sola. Y tras cerrar con llave la puerta, se dejó caer sentada, suspirando, en el borde de la bañera, llevándose las dos manos al pecho, como tratando de aplacar el alocado latir de su corazón. ¡Se sentía a punto de estallar! ¡Sus nervios siempre amenazaban con traicionarla! Nunca había podido llegar a su casa y conversar tranquilamente con su marido, cuando venía de sostener un apasionado encuentro con su amante…!Su amante! Estas palabras aún la aterrorizaban. ¡Marcio Grau, su amante! Repitió mentalmente este nombre, como saboreándolo…!Marcio! ¡Marcio Grau! Estaba completamente desquiciada por ese hombre. No sabía lo que le había pasado, pero desde el primer momento Marcio la había enloquecido. ¡No podía estar sin el! ¡Dominaba sus pensamientos, sus sentimientos, sus emociones, sin poder arrancárselo ni por un instante de su mente! ¡ Solo vivía para los momentos que podía pasar a su lado! Después de mas de diez años de un satisfactorio matrimonio, sin grandes problemas y también sin grandes cumbres pasionales, que la habían convencido de que ella era una mujer casi frígida y muy poco exigente en lo sexual, de pronto, hacía ya mas de seis meses, durante un viaje de Javier, inusualmente largo, había aceptado la invitación a una reunión social en casa de unos vecinos. Y allí, esa noche, había conocido a Marcio. Alto, fornido, moreno claro. Ojos verdes, de mirar penetrante y expresivo, que parecieron desnudarla al fijarse en ella. ¡Y su cuerpo! Ella que jamás se había fijado en los cuerpos de los hombres, sintió, al verlo, una férrea atracción, casi animal, que de el se desprendía. Tras un rato de conversación la invitó a bailar. Y con solo el roce ocasional de su cuerpo, y el contacto turbador de su brazo en la cintura, la subyugó. Sintió que una fuerza desconocida la embargaba por completo, anulando totalmente su voluntad. Fue un chispazo violento y desbastador de excitación sexual como nunca, en sus muchos años de matrimonio, había experimentado. Esa noche, y en su propia alcoba matrimonial, se entregó a esa pasión culpable y envilecedora. Y desde esa misma noche, ella, apasionada como nunca había sido, comenzó una doble vida que la mantenía en constante zozobra, enceguecida y obsesionada, sin poder recapacitar ni siquiera imaginar apartarse de ese hombre. Después del regreso de Javier, día tras día se encontraban los amantes, en los lugares mas insospechados, sin ninguna prudencia y sin importarles que por algún descuido, Javier, ese hombre bueno y noble, se enterase de la alevosa traición. Tampoco quiso ella hacer caso de las reiteradas advertencias de algunas de sus amigas que, sospechando lo que estaba pasando, la prevenían sobre la mala fama que acompañaba la vida de ese hombre y de todas las personas que con el se relacionaban. ¡Nada le importaba! Estaba totalmente sojuzgada por la insana pasión y nada de lo que pudieran decirle o de lo que pudiera pasar, la obligaría a dar por terminada esa nefasta relación. Los encuentros sexuales con su amante, en hoteles baratos y sobre sábanas de dudosa limpieza la dejaban completamente exhausta y solo momentáneamente satisfecha, exigiendo de inmediato la fecha de la próxima cita, del futuro encuentro. ¡Esa era su única obsesión! ¡Su desesperada y única obsesión! Ese día, después de un encuentro especialmente apasionado y violento, mientras se vestían. Marcio le había comunicado, como de pasada, que al día siguiente tendría que emprender un viaje de negocios a los Estados Unidos -ero – preguntó ella, aún a medio vestir, mientras un gesto de angustia desfiguraba su rostro - ¿Mañana? ¿Te vas mañana? Y por que no me lo habías dicho? ¿ Y cuándo regresarás? Tardarás mucho? – - Espera mujer. Una pregunta a la vez… pareces una ametralladora. No te lo había dicho porque sabiendo como te pondrías, traté de aplazarlo una vez mas, pero fue imposible. Mis socios ya me han llamado varias veces esta semana, exigiéndome una fecha segura de arribo. Pero, tranquilízate. No te angusties. No será por mucho tiempo. Máximo una quincena, no mas – - ¿Quince días? Y que voy a hacer yo durante todo ese tiempo sin ti, Marcio? Que será de mi? – casi gritó Beatriz. Y abalanzándose sobre el lo abrazó desesperada – Es mucho tiempo, Marcio. ¡Yo no puedo estar tanto tiempo sin ti…! ¡No me dejes, Marcio, por favor…!No me dejes! – decía sollozando desconsoladamente. Pero al sentir el sus brazos que casi lo estrangulaban en un sofocante abrazo, la tomó violentamente por las muñecas y se los fue bajando suave pero firmemente, separándola al mismo tiempo de su cuerpo, algo cansado ya de ese desmesurado y asfixiante amor. -¡Ya, Beatriz! No hagas una escena, por favor. ¡Compórtate! No me he muerto ni pienso abandonarte. Solo tengo que viajar por unos cuantos días. A mi regreso, todo continuará igual – y guiándola con gesto firme e indiferente, la llevó hasta la cama, obligándola a alejarse de el – Y ahora – añadió con tono mas suave y persuasivo – termina de vestirte que se nos ha hecho tarde – Poco después, salían los dos del hotelucho testigo de su infame pasión. Primero ella, y tras un tiempo prudencial, el, tal cual han hecho todos los protagonistas de amores clandestinos en el mundo, por si alguien conocido los viera salir del infecto lugar. Y Beatriz, destrozada y con el terrible presentimiento de que su tórrido romance se acercaba a su final, se dirigió rápidamente a su casa, al comprobar que la vana discusión realmente los había retrazado bastante y que Javier, su esposo, ya debía haber regresado a su casa, cosa que constató al ver su auto estacionado en el garage de la quinta. Todo esto pasó por su mente en unos pocos minutos. Luego, haciendo un gran esfuerzo logró serenarse lo suficiente para reunirse de nuevo con su marido. Levantándose, se refrescó el rostro y retocó su maquillaje, saliendo enseguida del dormitorio y dirigiéndose a la cocina para una corta charla con la empleada, decidiendo los últimos detalles de la cena. Después, fue a encontrarse con Javier que la esperaba impaciente en la sala de estar. Lentamente fueron pasando los días. Beatriz estaba nerviosa, tensa y de muy mal humor. No salía de la casa, pendiente constantemente del teléfono. Y como no llegaba la llamada que tanto ansiaba, cada vez se sentía peor. Dormía mal. Y poco a poco se fue acostumbrando a tomar drogas hipnóticas, pues sin ellas no lograba conciliar el sueño. Su mal humor fue en aumento. Le hacía la vida imposible a sus empleados domésticos; trataba mal a sus suegros, con quienes siempre había sostenido una magnífica relación. Y le amargaba la vida a su esposo. Adelgazaba a ojos vistas y no había nada que realmente le interesase o que la distrajese. Luego, cuando pasaron los quince días previstos por Marcio para la duración de su viaje, y no recibió llamada alguna, la debacle de su salud, tanto física como psíquica fue tan terrible y notoria que alarmó considerablemente a su marido y sus mas cercanos familiares. Primero, dio por recorres los lugares que había frecuentado junto a Marcio, importunando a conocidos y extraños con sus preguntas sobre el o sobre su paradero. Y cuando al fin se dio cuenta de que no obtendría ningún resultado y de que era evidente que Marcio no pensaba dar señales de vida, se fue dejando atrapar en una profunda y espantosa depresión que la fue hundiendo en la apatía y el abandono mas deplorable. Habituada ya a las píldoras para dormir fue aumentando peligrosamente la dosis, pasando todos los días echada en la cama, soñolienta e imposibilitada completamente para cumplir las mas sencillas labores de su rol de ama de casa y esposa. Javier cada día mas alarmado, decidió consultar con un amigo psiquiatra, el Dr. Suarez, explicándole el estado de Beatriz y pidiéndole su intervención con un tratamiento apropiado. Después de un minucioso y completo examen, que confirmó su adición a las drogas y su profunda depresión, decidieron hospitalizarla, ya que el deterioro de su salud era evidente para todos. Y así, al día siguiente, Javier, ayudado por su madre y una de las empleadas, prepararon a Beatriz y la trasladaron, casi en volandas, al Centro Clínico recomendado por el especialista, dejándola allí recluida para someterla a un intenso y necesario tratamiento psicoterapéutico. La apatía de Beatriz durante el traslado fue impresionante para todos. Solo manifestó una pequeña reacción cuando al entrar en lo que desde ese día sería su dormitorio, manifestando su deseo de que la acostaran lo mas pronto posible: -¡Dormir…dormir…dormir…solo dormir! ¡Sin que nadie me moleste… sin que me despierten…! ¡Por favor…déjenme dormir!!! – repetía soñolienta. Casi un año pasó Beatriz hospitalizada. Al principio no demostraba interés por nada ni por nadie. Sumida casi todo el tiempo en un sueño artificial, era muy poco lo que podía captar de lo que la rodeaba. Se sometió pasivamente a todos los exámenes que le fueron realizando y luego a la psicoterapia, pero sin ningún entusiasmo ni colaboración voluntaria. Los médicos, en los primeros tiempo, no quisieron forzarla, así que continuaron administrándole los fármacos a los que estaba acostumbrada, pero bajo su estricta supervisión y control. Con el paso del tiempo, los electroshoks y demás tratamientos especializados fue mejorando lenta pero apreciablemente. Después de seis meses de internación comenzó a mostrar cierto interés pos sus compañeros de sanatorio y fue estableciendo relaciones de amistad con ellos y con algunos de los integrantes del personal del nosocomio. Mas tarde, demostró preocupación u cariño por las personas de su familia que la visitaban, interesándose también por sus amigos mas cercanos. Y así, cuando se acercaban las Navidades de ese terrible año, Beatriz recibió la maravillosa noticia de que era posible, si continuaba recuperándose como hasta el momento, que estuviese ya de alta para esas fechas y pudiera pasar esas fiestas en su hogar, junto a sus seres queridos. Emocionada y feliz, en una de las entrevistas siguientes, le comentó a su médico que se sentía convencida de que muy pronto, con la ayuda de todos, alcanzaría su completa curación. También, en la misma entrevista le comentó al galeno sus sentimientos hacia Marcio, ese terrible hombre por el cual casi había arruinado su vida y la de su marido. En realidad, el médico no conocía el nombre de Marcio, ya que ella solo se refería a el llamándolo. “ese hombre”. Nunca había permitido que nadie conociese su nombre. Al principio de su tratamiento Beatriz no recordaba nada sobre el ni sobre sus relaciones. Solo sabía que había pasado por una terrible experiencia y que esta le había causado la enfermedad que la aquejaba. Luego comenzó a relacionar una figura masculina con sus terrores y pesadillas, pero sin saber en realidad quien era ni que tipo de relaciones lo habían unido con ella. Mas tarde, mucho mas adelante, había comenzado a recordar todos los acontecimientos de esos meses fatales, toda su locura y su obsesión malsana por ese hombre. Y reviviendo paso a paso con toda claridad, los momentos vividos junto a el, fue perdiendo el miedo y fue sintiéndose cada vez mas segura para poder enfrentar de nuevo la vida y regresar a la normalidad al lado de Javier, su amado esposo, el hombre que tanto amor le había brindado, luchando junto a ella para ayudarla a superar la terrible crisis que casi había acabado con sus vidas. A principios de Diciembre Beatriz logró la seguridad de que recibiría el alta definitiva para las fiestas navideñas. Así que, exultante, fue preparando todas sus pertenencias, muchas, tras una tan larga estadía en el hospital, para estar lista para la fecha convenida. El Dr. Suarez le había prometido que la víspera de navidad podría irse a su casa en compañía de sus seres tan queridos, con el único compromiso de asistir regularmente a una serie de consultas externas durante varios meses mas. Después, ya verían. Según fuese su adaptación a la familia y al mundo exterior, se tomaría la decisión de considerarla totalmente sanada, o no. Tres semanas después, tal como lo habían acordado, la víspera de Navidad Beatriz esperaba ansiosa la llegada de Javier, quien había prometido llegar muy temprano al Sanatorio para llevarla a casa. Y, como siempre, cumplió lo prometido. A las nueve de la mañana entraba feliz en la habitación de su esposa, y tras saludarla cariñosamente con un beso en la mejilla, que mal ocultaba la emoción que los embargaba, se sentaron a esperar la llegada del doctor. Casi sin hablar. Susurrando apenas algunas frases inconexas para engañar el tiempo Poco menos de media hora después llegó el Dr. Suarez con los papeles de salida de Beatriz Tras entregárselos a Javier, se sentó al lado de la pareja, charlando de temas de actualidad tanto política como noticiosa, tratando de esta manera de rompe la tensión emocional que imperaba en la habitación, y facilitar así la partida de su paciente. Tras tocar varios temas intrascendentes, la charla recayó sobre el tema social y médico del momento. La enfermedad del S.I:D:A, la llamada Plaga del Siglo. La nueva y desbastadora enfermedad causada por un virus de trasmisión principalmente sexual, que esta diezemando la población mundial, especialmente en las grandes ciudades de los países desarrollados , en donde el amor libre y las prácticas sexuales desordenadas, sin control y sin protección abonaban un terreno propicio para su difusión. Este espantoso mal ya había sido detectado en Venezuela y según el Dr. Suarez la situación de nuestro país al respecto era peor de lo que las autoridades médicas querían reconocer. Estas aducían que no se debía alarmar a la población con demasiada información, pero en su opinión muy personal, decía, y en la de la mayoría de sus colegas, lo que se necesitaba en realidad era precisamente alarmar muy en serio a la ciudadanía, especialmente al sector juvenil con una inundación de información verídica y responsable sobre el problema, para que así, estando bien informados pudiesen evitar el contagio de la mortal enfermedad. – Lo peor – comentaba el Dr. Suarez - es que este mal puede ser transmitido por personas que, por falta de síntomas y o diagnóstico (las llamadas “O positivas”) ignoran que están afectadas por el mortal virus, lo que motiva que continúen sosteniendo una vida sexual activa, convirtiéndose de hecho en un peligro potencial para sus parejas sexuales y haciendo que las posibilidades de la difusión del mal sean incalculables. Esta enfermedad o plaga – continuó – está afectando especialmente a la joven generación que queriendo demostrar su rebeldía y reafirmar su independencia hacen uso de una libertad sexual mal entendida, llegando hasta la promiscuidad y el libertinaje. Y ese libertinaje y esa promiscuidad se están volviendo contra ellos ya que la única forma real de evitar el contagio y de protegerse contra la enfermedad es la practica del sexo seguro, conociendo perfectamente a su pareja, protegiéndose con preservativos y obviando los contactos sexuales ocasionales con personas poco conocidas – -Entonces – preguntó Javier interesado – la situación es verdaderamente grave? Y en Venezuela es igual que en los demás países? Hay muchos casos? Uno solo sabe lo poco que lee en la prensa o ve en la televisión, presentado generalmente de forma sensacionalista, lo cual le quita, según yo lo veo, seriedad al planteamiento. – - Si Javier. Aquí tenemos también, igual que en el resto del mundo, una situación realmente mala. Son muchos los casos reportados a las autoridades sanitarias, especialmente en las grandes ciudades, y en las zonas costeras, por la gran afluencia de turistas y marinos, mucho de ellos infectados sin siquiera saberlo. Pero al igual que en el resto del mundo el mayor peligro está en la gran cantidad de casos no reportados ni registrados, ya sea porque el enfermo ignore su enfermedad, o porque aunque la sospeche, no haya querido reconocerla públicamente por un sentimiento de vergüenza causado por las connotaciones homosexuales que desde un principio se unieron a la enfermedad, cosa en parte cierta ya que en esa comunidad se detectó primeramente la infección, pero esta también puede ser transmitida durante contactos sexuales heterosexuales y hasta por transfusiones de sangre infectada, o por el uso de jeringuillas infectadas usadas indiscriminadamente por los drogadictos. También está el peligro que corren los médicos, las enfermeras, los odontólogos y los laboratoristas, si no toman las debidas precauciones. Para cuando esta persona descubre su enfermedad, si es que no la conocía, o la acepta y acude en búsqueda de ayuda médica, ya será demasiado tarde para todos aquellos que sostuvieron relaciones íntimas con ellos y que estarán posiblemente infectados del virus mortal- - ¡Que terrible – exclamó Beatriz, impresionada – Y no tiene cura, doctor? – - No, Beatriz. Se está trabajando a nivel mundial, buscando desesperadamente una vacuna, y aunque hay noticias esperanzadoras, aún no hay nada concreto – - Tu has visto muchos casos, Joaquín? ¡Cuéntanos! – añadió Javier, impresionado e interesado. - Pues si, Javier. Precisamente les iba a comentar de un caso que tuvimos en el hospital y que hace pocos días tuvo su desenlace fatal, tras largos meses de crueles sufrimientos. Era un hombre joven que hasta hace menos de un año disfrutaba de una vida activa, feliz y algo desbocada, disfrutando también de la admiración de todas las mujeres que se cruzaban en su camino, por su apostura y habilidad en lances amorosos. ¡Un Don Juan moderno! Y su fallecimiento, debido al S.I.D.A ha causado consternación y alarma entre sus amigos y conocidos. Desde hacía ya algunos meses venía padeciendo algunos trastornos virales, pero solo hace muy poco tiempo, preocupado por el deterioro de su salud decidió colocarse en manos de un especialista. Y al realizarle los exámenes pertinentes se comprobó que padecía la fatal infección. Ya solo restó tratar de aliviarle los síntomas y en lo posible los sufrimientos finales. Y claro, alertar a sus amistades para que tomasen las precauciones del caso… lo que por cierto causó tal pánico entre sus amigos y conocidas que ni al entierro quisieron presentarse…Otras de las derivaciones de esta enfermedad, el miedo que causa, debido a la poca información difundida, y que hace mas solitaria, triste y dolorosa la situación del enfermo, que generalmente mueren en hospitales del gobierno, abandonados hasta de sus mas cercanos familiares por miedo al contagio.- -Y quien era ese hombre, Joaquín? Quizás lo conociésemos…- - Es posible. Por lo que se frecuentaba mas o menos el mismo círculo social que ustedes. Su nombre era Marcio Grau, hombre muy apuesto, de menos de cuarenta años….- - ¡Marcio Grau! – casi gritó Beatriz, aterrorizada, poniéndose violentamente de pie y palideciendo intensamente - ¡Marcio Grau!- - Que te pasa, amor – preguntó Javier, asombrado ante la reacción de su esposa, mirándola interrogativamente – Lo conocíamos? La verdad es que no lo recuerdo…- - No, Javier – contestó ella disimulando su angustia – No creo que lo conociéramos personalmente. En realidad, me sobresalté porque creo habérselo oído nombrar en el club. Pero, no. Nosotros nunca lo conocimos – finalizó realizando un tremendo esfuerzo al sentarse entre los dos hombres, tratando de disimular su consternación y miedo. - Pues, me alegro. – intervino el galeno – Porque todas las personal que lo frecuentaron, pero especialmente aquellas que sostuvieron relaciones íntimas con el, se verán obligadas a realizarse las pruebas necesarias para comprobar que no fueron contagiadas, ya que no puede saberse con certeza desde cuando estaba enfermo ni por cuanto tiempo fue un peligro mortal para sus parejas – - No te preocupes Joaquín . Gracias a Dios este no es nuestro caso. Yo no tengo mucha memoria para los nombres, pero si Beatriz dice que no lo conocimos, así es. Ella nunca olvida ni un nombre ni una cara….- Y mientras Javier y el Dr. Suarez continuaban charlando animadamente, Beatriz, horrorizada, contemplaba la terrible posibilidad de que durante los meses de su loca y culpable pasión, pudiera haberse contagiado de la mortal enfermedad. Y no solo la aterrorizaba la posibilidad de haberse contagiado ella, sino de haber infectado también a su esposo con el terrible virus. Su cabeza parecía un torbellino. Apenas podía pensar. Trataba de recordar todo lo que había leído u oído sobre el S.I.D.A , sus síntomas, sus primeras manifestaciones, etc. Pero el pánico que la invadía le impedía recordar y pensar con claridad. Casi en estado de shock pero procurando disimular para que nadie lo notara, se despidió del médico y del resto del personal de la clínica, acompañada por su marido abandonó esta, para lo que debería haber sido el feliz regreso a su hogar, pero que ahora, con la infausta noticia recibida, se convertía en el comienzo de una nueva pesadilla. ¡La peor de todas las que hubiese podido imaginar!! El terror de la espera era el futuro que se presentaba ante ella! El constante miedo cerval de ver aparecer en ella o en su amado esposo los primeros síntomas de la fatídica enfermedad… Este temor y esta duda signaron los años siguientes de la vida de Beatriz. Cada vez que su esposo o ella padecían alguna infección viral, ella temblaba, espantada, temiendo ver aparecer los síntomas fatales. Pero, nada pasó. Y a medida que el tiempo fue transcurriendo se llegó a convencer de que probablemente había tenido suerte, y que Marcio se había contagiado tiempo después de haber finalizado su relación. Aparentemente, se decía, todo el pánico que la había embargado se debía principalmente a un profundo sentimiento de culpa que, seguramente, la acompañaría durante toda su vida. Y así, se fue calmando su angustia. Y en la misma proporción en que la tranquilidad invadía de nuevo su alma, logró poco a poco, integrarse de nuevo a la rutina de una vida totalmente normal, tal como la que había llevado antes de conocer a Marcio, su consecuente locura y su enfermedad. Asistía en compañía de Javier a múltiples actividades sociales, culturales y deportivas, disfrutando nuevamente de este tipo de relaciones y convirtiéndose rápidamente en uno de los puntales de la elegancia y la cordialidad del grupo social que frecuentaban. Se reincorporó también a las asociaciones de caridad a las que antaño pertenecía, dedicándoles la mayor parte de su tiempo. Y comenzó a practicar de nuevo el tenis y el bowling, deportes que habían sido sus favoritos y en los cuales había destacado, formando pareja con Javier. Pasaron así mas de tres años y Beatriz, habiendo rehecho por completo su vida, disfrutaba de un período de paz y felicidad en su relación matrimonial. Todo estaba definitivamente superado. La salud de ella totalmente recuperada. Ya no quedaba ningún síntoma de su largo padecimiento y había recuperado su antigua alegría de vivir y la felicidad que había perdido. Y Javier, inmensamente satisfecho por su completa recuperación, gozaba de la tranquilidad que da a un hombre un buen matrimonio y un hogar estable y armonioso. Pero entonces, cuando ya no lo esperaba, la fatalidad se abatió ominosamente sobre sus vidas. Javier de pronto comenzó a padecer frecuentes infecciones bronquiales, que nunca sanaban del todo. Poco a poco se fue debilitando hasta llegar al momento de no poder asistir regularmente a su trabajo ni poder cumplir con las mas sencillas obligaciones. Tras consultar, preocupado, con su médico, este, en combinación con un especialista en medicina interna decidió hospitalizarlo para someterlo a un completo reconocimiento. Entre los exámenes realizados estaba el descarte del virus del S.I.D.A. por supuesto. Y este salió positivo. ¡Javier estaba infectado con la terrible y mortal enfermedad! El golpe fue espantoso para los dos. ¡Los dejó totalmente anonadados! Pero especialmente para Beatriz que internamente reconocía su culpa. Pero Javier estaba completamente desesperado. Aterrorizado. Sencillamente, no lo podía aceptar. Apenas recordaba ya cuando había sido la última vez que había sostenido relaciones sexuales extramatrimoniales. Y como eso había ocurrido durante la larga enfermedad de Beatriz, se sentía doblemente avergonzado y responsable de lo que estaba pasando. De inmediato, el Dr. Mendez, el internista, ordenó que le fueran realizados a Beatriz los exámenes necesarios para el despiste del virus. Pero, tal como era de esperar, ella también salió positiva. ¡El pesar de Javier y su dolor fueron indescriptibles! Al conocer los resultados y saber que su esposa también estaba infectada sus remordimientos fueron terribles y conmovedores. ¡Jamás pasó por su mente el que hubiese podido ser ella la que lo hubiese contagiado a el, tal como en realidad había sido! Y ella se cuidó muy bien de sacarlo de su error. Pero la culpa y el conocimiento del espantoso daño que había causado a su esposo estaban minando ostensiblemente su salud mental y física. ¡Sentía como si el peso de todos los pecados del mundo hubiese caído sobre sus hombros! Y la invadía una aterradora desesperación. En compensación, dedicó cada hora, cada minuto y cada segundo de sus días y sus noches, a cuidar amorosamente a Javier, ganándose así el agradecimiento de el y la admiración de todos los que la rodeaban. ¡Nunca una queja afloró a sus labios! Ni un gesto de disgusto, de cansancio, o desmayo se reflejó en su rostro. Fueron pasando los meses, sucediéndose en su interminable cadena de dolor y sufrimiento. Javier cada vez mas enfermo y debilitado, tuvo además que soportar el cruel abandono de sus familiares y mas íntimos amigos que, aconsejados por la ignorancia y el miedo, temían que con el solo contacto de su mano al saludarlo, pudiesen contagiarse de la enfermedad, por lo que fueron alejándose de la pareja, sumiéndolos así en la mas desesperante soledad. Aún antes de que la debilidad le impidiese asistir rutinariamente a su trabajo, tuvo que dejar de asistir a la oficina por exigencia de sus propios compañeros, igual que tuvo que dejar de asistir a la Iglesia y a otros lugares públicos por idéntico motivo.! Y así fue viviendo los últimos tiempos de su vida sumido en mil y un momentos de desprecio y desamor! Todos estos padecimientos gratuitos, anudados a los propios de la enfermedad fueron complicando su caso, sumiéndolo en la mas negra desesperanza, llegando a desear que la muerte, misericordiosa, llegara pronto, liberándolo de los espantosos sufrimientos que lo acosaban. Y mientras el progreso implacable del mal afectaba todo su organismo, agravando cada vez mas su ya desesperada situación. Luego llegaron los últimos meses. Se le diagnosticó una gravísima Neumonía Franca o Lobar que terminó de complicar mas aún el cuadro de la enfermedad. Ya no pudo salir mas del Hospital, imposibilitado de permanecer ni un momento sin los auxilios médicos especializados que solo este podía proporcionarle. Claramente se podía apreciar que el final estaba ya muy cerca. Y Beatriz, fiel a su decisión, no lo abandonaba jamás, brindándole continuamente su compañía, su atención y su amor. Días después, cuando llegó el fin, ella estaba, como siempre, a su lado. Allí la encontró el doctor Mendez cuando, a requerimiento de la enfermera encargada, acudió a la habitación para constatar y certificar el deceso del enfermo. Sentada en el borde de la cama, con una de las inermes manos de su marido muerto entre las suyas, Beatriz esperaba. Cabisbaja. Silenciosa. Sin una sola lágrima ni un sollozo. Tras el triste funeral y el mas aun triste y solitario entierro, en el que solo estuvieron presentes, acompañándola, los desesperados padres de Javier, que no comprendían aún lo que había pasado con su hijo, y los médicos tratantes, Beatriz se despidió, aparentemente calmada, de todos ellos, y dirigiéndose sola a su casa. Al llegar a esta, subió directamente a su habitación, el dormitorio que por tantos años había compartido con su esposo. Y tomando del closet de este el revolver que guardaba para la seguridad de su hogar, sentándose en la gran cama matrimonial, lo dirigió a su boca y disparó. &&&
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