ANCDOTAS DE MI PADRE 2
Publicado en Jan 15, 2014
Zapato de charol negro
Carlos y Delfina eran un matrimonio, dueños del almacén de ramos generales “Tabú”, único del pueblo. Carlos era un hombre robusto, musculoso, con mucha fuerza. Daba impresión verlo llevar al hombro, los barriles de cincuenta litros de vino y acomodarlos en el almacén, sin mucho esfuerzo. Tendría unos cuarenta años. Para nosotros que teníamos, entre dieciocho o diecinueve años, él era un señor mayor. Delfina, en cambio, era una mujer de unos treinta y cinco años, con un delicado cuerpo y siempre usaba vestidos con escotes, que dejaban imaginar deliciosos senos. Solíamos ir con los muchachos, todas las tardecitas, al Tabú a comprar cigarrillos, o a tomar un vaso de vino (así se despachaba el vino en ese tiempo), aunque en realidad íbamos a echarle el ojo a Delfina, por supuesto sin que se diera cuenta Carlos, pues era bravo. Ella ya lo sabía, y hacía cosas para volvernos locos, por ejemplo: agacharse a recoger una lata de dulce, frente a nosotros y mostrarnos las pantorrillas. Pero en realidad, nos dimos cuenta que a ella le gustaba uno en especial, era el Tito Torrese. Tito, era en verdad, el más pintón del grupo. El que mejor se vestía, el más alto, el que usaba bigotes. Una de esas tardes, Tito llegó al almacén, con un hermoso par de zapatos nuevos, acordonados de charol negro. Se cruzaba de piernas para mostrarlos. Esa tarde Delfina lo miraba con más desfachatez que otras veces y pasaba cerca de él, rozándolo con sus caderas. Hasta que en un momento se acercó y le dejó sobre sus piernas un papelito doblado. Tito lo guardó en su bolsillo y luego en la calle lo leyó. En él le decía: “pasa por casa mañana a la siesta, Carlos viaja a la ciudad a buscar mercadería” Nosotros, con un poco de envidia, nos reíamos, y tratábamos de asustarlo, diciéndole que si Carlos se enteraba, era hombre muerto. Al otro día, a la hora de la siesta, Tito Torrese, entraba a la casa de Delfina, con sus relucientes zapatos de charol negro. Casi sin palabras, se enredaron en un aluvión de besos y caricias. Más en el momento que ya los dos estaban desnudos, se escuchó el motor del camión de Carlos. Desesperado, tito, tomó toda su ropa en sus brazos, mientras Delfina le abría la puerta que daba al patio, para que saliera rápido. Tito cruzo desnudo todo el patio, saltó un alambrado del fondo y se escabulló en un cañaveral que daba a la calle de atrás. Allí se quedó escondido una media hora y pudo escuchar los gritos de Carlos, preguntándole a Delfina,” de quién es este zapato de charol negro que está en el medio del patio”. Al día siguiente, cuando llegamos al Tabú, nos sorprendió colgado en la pared del almacén, el zapato de charol negro, con un cartel que decía: “Zapato caro perdido en el patio mío a que vengas a buscarlo yo te desafío” El zapato con el cartel, quedó en ese lugar por varios meses y Tito… Tito Torrese nunca lo vio, pues nunca más fue al Tabú.
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Mara Vallejo D.-
Amigo, es genial la forma como relatas tus historias, a decir verdad me encantan; èsta tiene muchìsimas facetas, todas, bien narradas.
Tanto orgullo de Tito estrenando los zapatitos tan elegantes y quizà costosos en la època, para que solo quedara uno. Làstima!!
Me encantò
Abrazos
Roberto Funes
Me alegro mucho que te guste y como tu dices me da ánimo para seguir tratando de mejorar. Un abrazo amiga.
MARCA.Luz Margarita Cadavid Rico
Roberto Funes
MARCA.Luz Margarita Cadavid Rico
FELICITACIONES.
Saludos.
Roberto Funes
Elvia Gonzalez
Roberto Funes