El hábito
Publicado en Jan 22, 2014
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Con más de cien kilos, casi dos metros de altura, musculosa ajustada, jean gastado, borcegos y unos cuantos tatuajes indefinidos se paraba en la puerta todos los viernes y sábados. Como máquina repetía “chicos son $50 pesos la entrada con una consumisíón.”
No era lo que más le gustaba, ni tampoco lo disfrutaba como el resto de los patovas.
Lucas era distinto él quería cosas distintas, pero había asumido que con ese tamaño y porte de lo único rentable que podría vivir era de esto, a lo sumo custodio de algún famoso,pero las armas le daban miedo. Sin embargo no perdía la fé en su sueño.
Ese sábado después de estar más de dos horas en la puerta revisando documentos su jefe, otro gigante de piel arrugada, esos que no se dan por vencidos y van encontra de la naturaleza. Con más arrugas que una tortuga y bronceado de Caribe extremadamente exagerado para lucirlo en un boliche de Ramos. Le pide que custodie la pista de cumbia.
Lucas con su vasito de agua se apoya sobre una columna y comienza a divisar la pista. Se pierde entre algún que otro escote, alguna minifalda y hasta en los pasos de baile de algún caradura.
En un momento determinado Lucas ve entre el tumulto a dos flacos con actitud de discusión, se acerca rapidamente e intenta separar a los dos involucrados utilizando sus manos. El humo, las luces y la música tan alta dificultaban poder frenarlos. Cuando logra separarlos uno de ellos tira un arrebato y le da en el brazo a Lucas, acto seguido el otro le grita “correte grandote al pedo, esto es entre nosotros” Definitivamente la actitud y la postura de Lucas no causaba absolutamente nada en ellos. Agotado de forcejear con los dos, plantado sobre su eje, hace fuerza y logra separarlos, tomandolos de la camisa y llevandolos a un cuarto a parte.
Entran los tres, los sienta, les ofrece un vaso de agua y le pide que le cuenten que pasaba porque se estaban peleando.
Uno de ellos bastante alcoholizado en tono muy de burla le dice: “¿Qué onda sos cura, queres que nos confesemos también?” y el otro sugiere “Si dale gil danos salida, ya fue mientras que este salame no se quiera avanzar a Melisa está todo bien”. Lucas hace oídos sordos a sus palabras e intenta explicarles el sentido de salir con amigos a divertirse y hasta les habla de como pasarla bien, sin proyectar en el otro los problemas de pareja o las disputas familiares. Todo en un tono muy amable y coordial. Los jóvenes no entendían nada de lo que Lucas decía y aburridos ya por sus palabras se retiran del cuarto, Lucas sin impedirlo se queda dentro de él, sin advertir que su jefe había escuchado toda la conversación. Éste ingresa al cuarto y le pregunta que era todo ese circo y si pensaba arreglar toda situación violenta hablando. Le repite lo mismo que el día que lo contrato: “Acá si se arma bondi, pum pum dos piñas a cada uno y de patitas en la calle” “Psicología en la facultad acá no te hagas el Rolón”.
Lucas sin decir nada y con algunas lágrimas en los ojos, haciendo fuerza para que no se derramen, tomo su bolso y sin decir más que: “Me debes la noche de ayer y la de hoy, guardatelas para cuando tengas que ir a terapia por violento y golpeador.” Se fue del local.
Al llegar a su casa, puso la pava, abrio el paquete de facturas que traía y fue en busca de sus libros. “Ahora tengo más tiempo para preparar la materia” pensó. Se sentó abrió el libro de teoría del psicoanálisis en el capítulo cuatro y empezó por el título. “El hábito no hace al monje”.
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Foto del autor CINTIA SOLEDAD Albenque
Textos Publicados: 16
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Descripción

Palabras Clave: Hábito

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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