EL NIDO CLAUSTRO - III
Publicado en Jan 27, 2014
En el fondo del caserón había un galpón a medio terminar y a un costado un espacio amplio de tierra donde revoloteaban moscas que convivían entre algunas telas de arañas viejas y excrementos de perros.
–Siéntese acá –le ordenó el jefe superior a la modista que al mirar al sargento hacer un gesto incierto optó por obedecer en silencio. Así, de ese modo, el jefe superior podía sentirse más a gusto para explicarles personalmente en qué consistiría la condena del rebelde. –Esta decisión –dijo el jefe superior apoyando sus manos sobre el apoyabrazos de su silla–, es un método muy eficaz que mi mujer suele poner en práctica cada tanto. Yo fui cómplice de cada uno de esos procedimientos hasta lograr el objetivo. Pero el mérito le pertenece a ella. ¿Nadie ha oído hablar sobre este método de castigo?, ya tiene sus años puesto que, en realidad, es una herencia de familia. Es tan perfecto que cualquier sucesor, aunque tuviera ideas nuevas en su cabeza, por lo menos por muchos años no podría evitar olvidarlo. Así han transcurrido todos estos años y es una lástima que ustedes no tengan la oportunidad de conocer a mi esposa. En fin –el jefe superior volvió al tema interrumpiéndose–, ¡ja! ¡ja! Estoy yéndome por las ramas… La condena consiste en un cajón de madera que representa una de mesita de luz. Por eso hemos contratado a un carpintero para su confección profesional y así no habrá ninguna posibilidad de que ese objeto en cuestión sea rechazado por el rebelde. –¿Una mesita de luz? –preguntó la modista. El jefe superior no le había prestado atención –algo característico en él–, el calor era agobiante en ese caserón del cual ni las sombras de los árboles que había en el fondo parecían ofrecer alivio alguno. Uno apenas podía recostarse y descansar un rato. Los pensamientos se perdían por los caminos del divague… –Sí, una mesita de luz; aquí la tienen, ¡véanla con sus propios ojos! –exclamó el jefe superior–una condena adecuada por su insurrección. Esta mesita estará colocada en su habitación. Todos los meses, cada vez que el rebelde cobre el sueldo de su trabajo, ese puesto en el Ministerio, deberá dejar una buena parte del mismo en el cajón de la mesita. Luego, cuando él se vaya al trabajo, mi mujer se encargará de entrar a su habitación y tomar esa parte de su sueldo. Sin embargo, hemos advertido una costumbre en el rebelde; una costumbre que responde a una cuestión de organización del dinero. Él separa en paquetitos amarrados con paños o gomitas, cada uno, al pago de sus obligaciones según corresponda. –¿Eso es algodón? –preguntó alguien, como si estuviera desorientado o, por lo menos, como si no hubiera escuchado la explicación anterior. –¿Quién dijo eso? –preguntó el jefe superior–. ¡Qué disparate! ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¿Algodón? Tóquenla, tóquenla, no sean tímidos ¡vamos, tóquenla! –¿De verdad podemos tocarla? –dijo el sargento, desconfiado. –¡Pero claro hombre! –el jefe superior tomó la mano del sargento y se la hizo pasar por la mesita. La modista, que no dejaba de observar, suspiró en silencio y se le dibujo un gesto aliviador en su rostro. Ahora su cara lucía rozagante y más distendida. Al mismo tiempo, el rebelde, que había escuchado todo desde su habitación, no pudo contener una risa nerviosa y como si alguien le estuviera observando, se tapó la boca con una mano para no ser descubierto ni tampoco quería sumar otro cargo en su contra...
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Gustavo Milione
ABRAZO.
Gustavo Milione
Guillermo Capece
hay una sólida narrativa en vos que siendo tan joven escribis como un novelista integro, ya hecho.
Te lucis en cada escrito, lo he comprobado antes, lo confirmo ahora con las tres partes de tu El nido claustro. Es hora de que te des a conocer mas, mas alla del acompañamiento que podes hacer en Textale. Volve a publicar como ya lo has hecho, presentate a concursos, se que tenes mucho material de valia sin publicar; no dudes en hacerlo ya, mira que el tiempo pasa casi sin darnos cuenta, por recurrir a un lugar comun, pero verdadero.
Te dejo un gran abrazo
Guillermo
Gustavo Milione
Pero ni bien pueda volveré a publicar. Yo... yo te agradezco profundamente tu aliento y sabia mirada sobre mis escritos. Te considero un verdadero amigo, a pesar de no conocerte en persona. (Ya habrá tiempo).
Un fuerte abrazo! y gracias por estar...
Verano Brisas
Te agradezco la generosidad de aceptar mis comentarios, siempre sinceros y amistosos. Recibe un cordial saludo.
Gustavo Milione
Tus mirada literaria me empuja a seguir adelante y es para mí un verdadero privilegio recibir tanto.
Muchas gracias!!!
Gracias por estar...
Tu amigo Gustavo.