Cruel ironía la mía,
Llevada hacia el puro derrame del corazón,
Aquella ironía temida,
Desde lo más profundo de la razón.
Ahí donde te encuentras tú,
En ese pensamiento que no se le haya fin,
Que yaces con profunda desesperación,
Esperando el llamado de tu cruel señor.
¡Corre pequeña criatura!
Huir de las poses del infierno,
Huir antes de que este agujero negro,
Absorber tu actitud al centro color de tu cabello.
No debes mirar hacia allí,
Corre y vuela hasta morir,
Antes de que el miedo crezca,
¡Piensa!, siente lo que te aparezca.
Cruza el camino del sol,
No te alejes de tal esplendor,
Que en aquel callejón de huracanes,
Deberán decidir qué es lo que tú haces.
Insulsa arrogancia de aquella monotonía,
Bizarros destellos de agonía,
Separaciones y delitos que acabaran con tu vida,
Recuerda siempre tomar tus cartas,
Todas mías.
¡Maldito corazón de sentir de hierro!,
Cementerio de vidas impuras,
Regresa a mi querido mío,
Comprende que solo tu agonía,
Alimentaria mi pura y cristalina vida.
Conoce a aquella figura de temor,
Aquella que por las noches infunde terror,
Siente que tu alma sale de tu pecho,
Y que tu vida misma implora perdón.
¡Escúchame tu!, musa espectral,
Infierno de infiernos,
Destierro de la infinita deidad.
Ignoro de noche belleza mortal,
Caída de luna de sonrisa crucial,
Ligero y tímido has de parecer,
Pero aquel desgraciado que te ame,
Has de hacer perecer.
Cariño, mi vida, tu plan funciono,
A tus pies, rendido estuvo este estúpido escritor,
Pero una cosa si te fallo,
Cariño, mi vida, solamente eres,
Solamente eres de piedra y carbón,
De piedra tú alma y conciencia,
De puro, negro y encendido corazón.
Lamentable situación la nuestra,
Fuiste centro de mi universo,
Fuiste mi redención,
¿Cómo pudiste hacerle esto a este enamorado y roto corazón?,
Dañado por tu amor, amado sin razón,
Pero que podría esperar yo de ti,
Que solamente traes agonía sin fin,
Espero querida algún día cambies,
Aunque sería difícil sacarte de ese maldito callejón de huracanes.