Ira
Publicado en Feb 01, 2014
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El ojo de dios se levanta rojo, airado ante el colapso del mundo. Rojo como la sangre, profundamente rojo como la furia que sólo un dios puede tener. Tan inclemente y, sin embargo, tan sumiso, tan invisible ante los ojos de sus ovejas. Decide acabar con ellos, ¿Qué tan difícil puede ser? Ya lo hizo una vez, puede destruirlos de nuevo. Una, dos, cinco veces, mil veces ha destruido al mundo, otras mil puede reconstruirlo.
 
Y así, urde su plan. Se torna visible ante todos y todos temen, se refugian en unas paredes que de nada sirven. Rezan a unos oídos sordos, se inclinan ante un ser físicamente inexistente plasmado en un sol rojo que evoca el apocalipsis, el humo en el cielo, la desazón de un desangramiento. Y la diosa llora. Llora dramáticamente sin ningún objetivo porque ya se ha desatado la ira patriarcal. Ya no hay nada más que hacer. Entonces, viene la música, un concierto consistente en un sonido tan calmo que hace creer a todos en una salvación y pasa un día, luego otro. Después de una sucesión de días ya nadie puede creer en un apocalipsis y se acostumbran al sol rojo. El sol rojo no significa nada, sólo es el humo que ellos mismos han causado.
 
De ese modo, como tiernas ovejas listas al sacrificio, escuchan los seres humanos una música sublime, un arrullo de ángeles que en el fondo se ha convertido en el más cruel de los réquiems una vez existentes. Antes de sacrificar, dice dios, hay que apaciguar con música. Hacerles creer a las ovejas que sólo se extiende un paraíso cuando en el fondo se dirigen a un matadero y es que no puede asustarlas o la carne se endurece, se pierde el respeto hacia un ser por entonces tan amado. Se extiende el fuego, las ovejas se culpan a sí mismas sin saber que es una venganza feroz, un crimen por sus crímenes.
 
Triste, pero rezan y sus rezos se convierten en una maldición que sólo causa risa a su dios que se sabe el asesino de sus creaciones quienes, ilusas, oran pidiendo salvación, claman y loan porque ellos se creen los causantes de sus errores, del fuego insolente que no se apaga. Dios ríe y ríe, después de todo, aun siendo el criminal más grande de la humanidad  queda como el más digno salvador, y muertas ya, las ovejas lo alaban desde los fuegos del infierno.
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Foto del autor Camila Jara
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Descripción

Un sol rojo nace. Sigue una msica peculiar, incendios por doquier. Se desata la ira.

Palabras Clave: ira sol rojo

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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