Entre naftalina y seguridad
Publicado en Feb 02, 2014
Entre naftalina y seguridad .
Ahí estaba ella, parada esperando que subas las escaleras y llegues al primer piso y entres por la puerta de su casa como todos los domingos, o por lo menos en su gran mayoría de los domingos. Ahí estaba, esperándote con una sonrisa y sus brazos enormes abiertos para abrazarte y dejarte sin aliento, porque así eran los abrazos de mi abuela. Los encuentros con ella siempre eran o una diversión o una incomodidad por que como toda tana, siempre buscaba la pregunta exacta para poder incomodar a cualquiera. Su casa llena de adornos, elementos de cocina, portarretratos, frascos, jarrones y plantas, todo siempre en abundancia, como decían los tanos. En el comedor estaba la mesa preparada ya puesta para que nos sentáramos a almorzar aunque faltara una hora para que se termine de hacer la comida. En la cocina las ollas preparadas desde las nueve de la mañana , por que asi se prepara una buena carne con tuco, decía ella, no tenes que apurar las cosas, piano piano, desde temprano me levante , a sisisi!! Esto así nomás no se hace, ¿vos que te crees?. Y se reía como demostrándote que lo que cocinaba no iba a fallar. Todos ya sabían lo rico que cocinaba. Los almuerzos duraban un día entero porque siempre terminabas a las 6 de la tarde, entre pitos y flautas de comer charlar y hablar de desgracias familiares y criticas de cultura general. Y ahí estábamos nosotros, como dos nenes, yendo a almorzar, compartiendo momentos con la familia intentando creer en esa farsa de cumplir los domingos, el con su parte y yo con la mía. Se disfrutaban los almuerzos, las risas , las charlas y compartíamos esas miradas cómplices sabiendo que el día de mañana no queríamos eso cuando formáramos una familia. Porque uno puede querer mucho a su familia y amarla pero saber que hay costumbres o cosas q no queres repetir. Ya había llegado ese momento, sisi, ese momento en el que ella, con el delantal puesto luego de haber cocinado toda la mañana, se acercaba y hacia esa pregunta que nos incomodaba, pero a la que ya estábamos acostumbrados – y a ver ustedes dos cuando se casan?? Se porta mal ella no?? Es tremenda! Cuidala!. Nuestros ojos se abrían enormemente pero ya acostumbrados a esas preguntas que caían como baldazo de agua a todos, bah a nosotros dos. Rápidamente , como ya acostumbrado a esas situaciones el contestaba o tiraba una sonrisa casi tana para que ella entendiera que todo andaba bien y que éramos felices así como estábamos. ¿Por qué modificar algo que era casi perfecto, edificado sobre cimientos bien pensados? ¿Por qué llevar a un terreno algo cuando no habíamos terminado de estudiar? ¿Por qué las familias siempre piensan en eso? Nosotros estábamos bien, convivíamos, estudiábamos y trabajábamos. Teníamos lo que queríamos y nos dábamos los gustos que el dinero y el tiempo nos lo permitían. Nunca sabíamos por qué sucedían las cosas pero vivir juntos era lo mismo que habernos casado, siempre nos regalaban cosas para la casa y en especial mi abuela. Estábamos llenos de manteles, repasadores, toallas, sabanas. ¿qué otra cosa nos podían regalar? Electrodomésticos también. Y ahí estábamos, cumpliendo con las tradiciones de todos menos de las nuestras. El coleccionando tacitas de su madrina y un árbol de navidad viejo de la madre de su madrina que había fallecido ¿Cómo le íbamos a negar un árbol a una muerta? Así fue nuestra primera navidad, con un árbol de un difunto en el living de nuestra casa y un pesebre que nos había regalado mi suegra muy lindo pero algo gastado y descolorido por el paso del tiempo, pero bendecido claro. Y yo , bueno, yo luchando con mi familia que me advertía constantemente que no me iban a regalar cosas de más porque no estaba casada. Siempre intentando complacer a las familias y a las tradiciones que a cada uno lo arrastraban, por más que negáramos nuestras realidades, esta era una de ellas. De repente se hizo un hueco un abismo, mucho silencio, oscuridad y llantos de fondo. – vivimos en una irrealidad- me dijo un día y a partir de ahí todos nuestros sueños empezaron a derrumbarse. Al final, todo se cumplió como parecía, o no, eso nunca lo vamos a saber. El hoy duerme entre pañales y olores de bebe y yo entre sabanas que me regalo mi abuela que ahora debe estar en un mejor lugar, limpias y bien dobladas que me dan esa seguridad y me hacen acordar que siempre podes volver a tu casa. Carla FL
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Carla
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daniel contardo
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