EL MISTERIO DE LA CASONA . Completo
Publicado en Feb 11, 2014
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Era una mañana preciosa de otoño. Los árboles de los montes estaban preciosos y regalaban a la vista del visitante, una gama completa de ocres, rojos y amarillos. El aire olía a limpio.
Silvia en su coche rojo se coloca unas gafas de sol. 
Es morena, no muy alta cosa que no le resta elegancia, decidida y moderna, tiene un atractivo especial.
De ojos castaños y rostro claro y limpio en el que destaca una boca preciosa de dientes blanquísimos. Tendrá unos treinta años.
Circula por una carretera comarcal. Es enrevesada y peligrosa. Circula despacio, mientras admira el bello paisaje.
Silvia es diseñadora de interiores y por ese motivo es que se dirige aquel pequeño pueblo de la cordillera cantábrica.
La han contratado para decorar un chalet. Sus clientes son gente adinerada, por lo que le han dejado que lo haga a su gusto sin reparar en gastos.
Silvia, está ilusionada, pues lo normal es trabajar con gastos restringidos, pero así...- ¡Será maravilloso!- Piensa, mientras enciende un cigarrillo.
La aldea, no es muy grande. La mayoría de las casa son pequeñas y como en todos las aldeas hay muchas de ellas viejas y abandonadas.
Ha llegado a su destino.
Una señora de mediana edad y su sobrino la reciben amablemente.
-¿Qué té ha parecido el paisaje?- Le pregunta el joven. Se llama Sergio y es amigo de Silvia.
-¡Es maravilloso chico! ¡Valla suerte vivir aquí!
Luego saluda a la señora.- ¡Buenos días!
Sergio, interviene.
-¡Perdón! ¡ No os he presentado!
Silvia, está es Ana, mí tía y la dueña de la casa.
-Tía esta es Silvia. La diseñadora.
La señora espera tranquila.  Silvia ofrece su mano, pero Ana le da dos sonoros besos y luego dice:
- ¡Estupendo! ¡Estaba impaciente por empezar!
-¡Muy bien pues empecemos ahora mismo! Yo también tengo ganas de empezar a trabajar.- Dice Silvia
-¡Bueno, bueno! Pero primero tomaremos un café. ¿No té parece Sergio?
Me parece estupendo tía. Luego añade:- ¡ Mí tía prepara un café excelente!
 Más tarde Ana se enzarza en la preparación del jardín.
Mientras Silvia y Sergio empiezan a diseñar planos.
Después de comer Sergio se ofrece para enseñarle el pueblo a Silvia.
No tiene mucho que ver,  pero es bonito, ya veras. Le había dicho.
Caminan despacio. Silvia saborea toda clase de detalles de las casas antiguas y abandonadas.
Se ha parado enfrente de una de ellas.
- ¡ Es preciosa! -Dice.
-No sé. A mí más bien me parece el castillo de Drácula. - Dice Sergio.
-¡Que va! ¡Es preciosa, mira que barandas y que galerías!
-Bueno... Será que tú lo miras con otros ojos. ¡Con los ojos de decoradora claro está! Pero yo  sigo pensando que es horrible.
Continúan el paseo, pero a Silvia no se le va de la cabeza la dichosa casa.
-¡Podría quedar preciosa! -Piensa.
 
El tiempo pasa. Silvia sigue con su trabajo en la casa de Ana, pero ni un solo día ha dejado de merodear alrededor de su aventura. Así es como ella  llama a la vieja casona.
Hoy es algo más pronto y Sergio no ha salido ha pasear con ella.
Silvia frente al portón de rejas, cavila como podría entrar en aquella finca misteriosa para fisgar un poco. Se ha fijado bien y una de las ventanas está rota, - a lo mejor ni está cerrada,- piensa.
Empuja el portón. Primero suavemente, luego con más  fuerza, al final con un ruido espantoso cede y deja al descubierto lo que debía de haber sido un jardín, pero que más parecía un bosque.
Sin pensarlo dos veces, camina decidida hacía la aventura.
Después de dar una vuelta completa a la casa, el objetivo es la ventana.
Lo mira todo con avidez, es como si quisiera gravarlo en su retina.
Dentro de la casa hay muebles, lámparas y varias cosas más. El abandono es total, pero a ella sigue fascinándola.
De  regreso a la ciudad se pregunta: -¿De quien será? Preguntaré a Sergio, a lo mejor la venden . ¡Me gusta tanto!  estoy segura que me quedaría preciosa.
 
La decoración del  chalet, ya esta finalizada. Ella no volverá, pero ha dejado a Sergio encargado de enterarse quienes son los dueños de la casona  y si la venden.
Han pasado unos meses. Sergio le ha comunicado que ya sabe quien es el dueño de la casa y que es posible que la vendan, lleva por lo menos quince años cerrada. Él se encargará de todo.
Han pasado unos meses desde que Silvia terminase  su trabajo en el pueblo y Sergio tiene todo solucionado para que su amiga logre su sueño
haciéndose la propietaria de la Casona.
La cosa va viento en popa y Silvia hoy conduce hacía el pueblo, quiere examinar la casa por dentro antes de cerrar el trato.
-Tendré que gastarme más en arreglarla que en la compra en si, pero no me importa--  piensa Silvia.
Está pensando que lo peor será encontrar gente que me ayude a limpiar de escombros ese desastre.
 Todos los engranajes están oxidados.  Silvia insistes, y al fin la cerradura chasquea y la puerta se abre.
Los ojos de Silvia, abiertos como platos miran todo con ilusión.
-¡Debía he haber sido preciosa!  Suelos de mármol,  escaleras de madera de castaño, lámparas y todavía detalles por todas partes, incluso algún cuadro, en las húmedas paredes. Todo denota elegancia y buen gusto.
Es muy grande,¡ Grandísima! Le va a costar mucho dinero arreglarla.
¡No importa! Me quedará divina- piensa.
Repararía casi todo pero la mayoría de los muebles, puertas y otras muchas cosas las aprovecharía, solo necesitaban limpieza.
Decidida, abre puertas y cajones, está nerviosa.
El dormitorio donde se encuentra ahora es enorme. Una cama con dosel en medio de la habitación, y muebles de castaño tallados a mano hacen juego con el gran armario empotrado que cubre toda una pared.
- ¡Qué grande! ¿Será un vestidor?- Piensa
Lo abre con decisión. Espera encontrarlo vacío como los demás, pero  no.
el asombro se refleja en los ojos de Silvia. Las dos puertas abiertas de par en par muestran toda clase  de vestidos, abrigos, chaquetones y unas cuantas cajas forradas en tela, que Silvia ve como una gran aventura.
Al abrir las otras dos puertas, el grito de Silvia se escucha en toda la casa.
Solo había sido un pequeño roedor que estaba afincado en aquel paraíso de  zapatos, bolsos, paraguas, maletas y más cajas forradas otras pintadas están  pintadas a mano con un gusto exquisito.
A los dueños de está casa lo que está  muy claro es que les gustaban los detalles alegres. Las cortinas de cretona floreadas invadían la casa lo mismo que los pequeños roedores.
-¿Por qué no se habrán llevado  todas estas cosas?- Piensa Silvia mientras mira entusiasmada la variedad de zapatos de todas clases.
Seguro que tienen bonitos recuerdos.
En ese momento, Sergio la llama desde la puerta.
 -¡he! ¿Estas ahí?
-¡Ven, ven, estoy aquí! ¡Mira lo qué he encontrado!
Sergio junto a ella echa,  las manos a la cabeza.
- ¡Mi madre! Vas ha tener que poner un mercadillo.
Silvia se ríe.- Sí, sí, mira los zapatos.
-¿Y todas esas cajas? Pregunta Sergio.
No sé ahora veremos. ¡Esto es emocionante!
Pero cuéntame,  de quien es esta caja de sorpresas.
El que la vende es un hombre que vive con su madre en la ciudad.
Según me han contado,  es el único hijo del matrimonio dueño de esta casa.
La anciana que me informó dice que en esta casa hace mucho tiempo, ocurrieron cosas muy extrañas.
-¡No fastidies! ¡No me digas que hay fantasmas! con los ratones ya tengo suficiente terror. -Dice Silvia riendo a carcajadas. Luego añade-
Venga vamos a ver si hay algo en esas cajas.
-Oye Silvia! ¿Té has fijado en ese juego de maletas? están sin estrenar aún tienen las etiquetas.
-Sí, bájamelas por favor.
Las tres maletas en el suelo son contempladas como si fuesen en tesoro de La Cueva de Alí Baba.
Los dos están ansiosos por saber si contienen algo en su interior.
Las dos primeras están completamente vacías. Ni Silvia ni Sergio esperan encontrar nada en tercera maleta, pero está vez  se equivocan.
Dentro de Aquella  maleta hay un maletín blanco bastante ajado.
En el interior de este,  se encuentra un carné de identidad de una mujer, un aro pequeño de plata, un crucifijo, un chupete y un mechón de cabellos, que evidentemente pertenecieron a un bebe.
-¡Sopla! ¡Está si que es buena! – Dice Silvia
-¿De quien serían estos recuerdos?  La fotografía del carné mostraba claramente que la mujer era una monja.
-- No entiendo  nada, dice Silvia.
-¡Vete tú a saber! – comenta Sergio que está tan sorprendido como Silvia.
-Tú ¿Qué crees?
-¡Ni idea, guapa! Sigamos investigando.
Siguieron con la investigación, pero no encontraron nada más digno de mención, excepto algún que otro ratón que se cruzaba por cualquier parte y que lograba poner a Silvia nerviosa.
 
 
De regreso a la ciudad, Silvia ya tenía decidido que compraría “La Casona”
Sergio le proporcionó el teléfono de la agencia, y en pocos días la casona era de su propiedad.
Desde el día que Silvia abrió aquel maletín blanco, no había dejado de pensar en él.
-Como poco es raro- piensa, la mujer de la fotografía era joven y parecía ser muy guapa y desde luego era una monja, el crucifijo y el anillo podían ser de ella, seguro que eran de ella, pero el  mechón de pelo y el chupete, rompían todos los esquemas que Silvia inventaba.
Era algo que la tenía obsesionada de tal manera que decidió, que cogería unas vacaciones  y se iría al pueblo.
La limpieza de la casa sería importante.. Tendría que buscar quien se lo solucionara.
 No fue difícil, dos muchacho jóvenes del pueblo se encargaron de dejarlo todo listo.
Al cabo de unos días en la casa solo quedaban unos muebles que Silvia quería aprovechar, los ratones que no podía descastar y el dichoso maletín que la traía de cabeza.
Además de la intriga del maletín, Silvia tenía la sensación de que no estaba sola.
En principio se dijo:
-Claro estoy con estos asquerosos ratones. Lo cierto es que cada vez que entraba en la habitación grande, una especie de escalofrío recorría todo su cuerpo.
Un día se lo comentó a Sergio:
-No se que me pasa. Cada vez que entro aquí se me pone la piel de gallina no lo puedo evitar.
-Bueno mujer es que no té acostumbras a los dichosos ratones, la verdad es que son indestructibles, no se como puede quedar ninguna con las banquetes de veneno que les metes- le dice Sergio
-Sí será eso, dice Silvia no muy convencida.- Pero la verdad es que aquellos roedores no acababan de desaparecer.
 
Cierto día cuando Silvia tomaba el sol, una señora se le acercó.  Era muy mayor y andaba trabajosamente.
-¡Buenas tardes niña! -Le dice.
-Buenas señora! ¿Es usted de este pueblo, verdad?
-Si hija siempre he sido de este pueblo.
-Así es que has comprado “La Casona”
-Sí me está quedando bastante bonita. ¿Quiere pasar a verla? ¡Tomaremos un café. ¿Conoció usted a los dueños.
-Sí, si los conocí, eran buena gente.
Silvia se ha dado cuenta de que la señora tiene ganas de hablar, pero ella no quiere abusar. Será mejor ir poco a poco.
La viejecita ha aceptado el café.
- Gracias hija por aquí no queda mucha gente con quien hablar.
-Bueno, pues pásese por aquí todos los días, tomaremos café y charlaremos. Yo tampoco tengo mucho con quien hablar.
A partir de ese día, Rosario que así se llama la buena mujer, acude casi todas las tardes a tomar café con Silvia.
Por ella se enteró de la  clase de familia que había habitado aquella casona.
Por lo visto se habían casado ya bastante mayores. Había que espabilarse antes de que fuese demasiado tarde, pues la señora contaba cuarenta y dos años.
La suerte los acompañó y enseguida fueron bendecidos con el nacimiento de dos niñas gemelas que llenaron la casa de alegría y de felicidad.
-Eran preciosas y completamente iguales, les pusieron por nombre, Clara y Aurora. Explica Rosario y le sigue contando- -Eran tan exactas... solo había una diferencia en ellas. Clara tenía una pequeña malformación en el pié derecho, para ser más exactos tenia dos dedos unidos entre si.
Claro que eso no lo sabía casi nadie.- Le decía la anciana.  -Yo lo sé por que ayude a la señora en el parto. Aquí antes casi todos los niños nacían en sus casas, el hospital está lejos.  Por lo demás eran completamente iguales. Bueno en todo, todo no, por que el carácter de las dos si que era diferente.
Cuando se hicieron mayores, eran preciosas.¡Tenían muchos pretendientes!
A Clara le gustaba que le piropearan los chicos y esas cosas, se arreglaba mucho y le encantaba bailar.
Aurora era más seria y nunca se le conoció ningún novio, al  contrario que su hermana que los tenía a pares.
Aurora un buen día decidió que se metería monja y a pesar del disgusto de sus padres, una tarde de primavera se fue de misionera a África.
Solo vino una vez. Cuando sus padres murieron, ella vino al entierro de su madre, su padre se encontraba muy mal, al final murió también, solo se llevaron diez días de diferencia. ¡Yo creo que se murieron de pena! -Dice Rosario, misteriosa.
-Clara mantenía correspondencia con su hermana, pero al pueblo nunca volvió.
Clara, al principio tuvo mucha suerte.  La verdad es que era tan alegre que la vida con ella  debía de ser muy fácil.
Se casó con un ingeniero y se quedaron a vivir en la casona.
Él trabajaba en la ciudad pero debía de traer el trabajo a casa por que siempre estaba dibujando planos y con el ordenador ese.
Arreglaron la casa. Deberías haberla visto. En el jardín había rosas de todos los colores,¡Estaba precioso!
¡Y lo enamorados que estaban! Daba gusto verlos quererse.
Tardaron bastante en tener hijos, pero por fin tuvieron un varón. Julián se llamaba. Bueno se llama, ahora vive en la ciudad con su madre.
El pobre chico,  casi ni conoció a su padre. El niño contaba solo cuatro meses cuando un día al regresar del trabajo, su coche  derrapo, cayó  por uno de los barrancos y se mato. ¡Fue horrible!
Clara se refugio en su hijo pero el carácter ya no era el mismo, siempre estaba triste. Ya no parecía la misma persona alegre y simpática de otros tiempos, apenas hablaba con nadie y salía muy poco de casa, solo vivía para su hijo y para pintar. La encantaba pintar, ni siquiera se arreglaba.
Después de mucho tiempo, gracias aquel hijo se repuso un poco.
 La casa sin su marido se le venia encima y cuando su hijo encontró trabajo en la ciudad, se fueron a vivir allí.
Que yo sepa desde entonces no han vuelto por aquí.
-¿Te ha costado mucho dinero?- Pregunta Rosario con todo el descaro.
-No la verdad es que ha sido muy barata.
La anciana espera que le cuente algo más,  pero Silvia tiene la mente muy, pero que muy ocupada en otra cosa.
-¡Claro, lo que yo decía! El maletín es de la monja. -Sigue pensando. Pero si nunca volvió ¿Cómo ese carné de identidad está ahí? Por que las fechas de los entierros son un montón de años antes. ¿Y el crucifijo y el anillo? ¡A ya, seguro que la monja se murió y se lo mandaron a Clara desde el convento. –Se dice Silvia muy convencida.
Rosario sigue hablando, Silvia pensando.
Tan pronto le cuadran los pensamientos , como se le va todo al garete.
Además si esas cosas son de la monja ¿Qué pinta el chupete y el mechón de pelo? ¡Alá, ya me he liado otra vez!-piensa
También podía ser que fuesen recuerdos de Clara.- ¡Hay Dios! ¿Y a mí que me importa! -Piensa moviendo una de sus manos, pero sabe que no se lo va a poder quitar de la cabeza.
Ofrece otro café a Rosario que habla sin parar, y luego acompaña a la mujer hasta su casa.
Silvia todavía no vive en la casa, por la noche duerme en la única pensión que hay en el pueblo. Hasta que los ratones no desaparezcan ella no puede dormir allí.
Con toda la paciencia del mundo tapa agujero por agujero.
- Yo creo que ya no quedarán más -Piensa.
 Los días de vacaciones van pasando, Silvia ya tiene muy adelantado el trabajo. “La Casona” parece otra. La decoración es completamente distinta y los muebles antiguos forman un contraste precioso con todo lo moderno de su alrededor, resulta muy juvenil como corresponde a una chica de su edad.
Siguen las charlas con Rosario que ya no aporta nada interesante.
Las vacaciones tocan a su fin, pero Silvia tiene muy claro que pasara allí todos los fines de semana.
Los armarios están vacíos y listos.  El próximo fin de semana traerá la ropa y las cosas que necesite. Esta feliz, todo está casi listo y los ratones han desaparecido.
Eso pensaba ella, por que en ese preciso instante por la puerta del armario que está entreabierta, uno de los malditos roedores, asoma el hocico.
-¡Maldita sea!  ¿Pero tú de donde has salido? -Dice Silvia a voces corriendo detrás del bicho.
-¿Será posible, es que no voy a librarme de estos tíos?
Ella sabe que ha tapado todos los agujeros, Abre el armario mientras maldice al pequeño inquilino.
-¡Pero bueno! ¿Otro vez? ¿Es qué no voy a poder con vosotros?
En esos momentos Sergio aparece y ve a Silvia enfrascada en un acalorado monologo con el ratón, que está vez a caído preso en una de las muchas ratoneras colocadas por toda la casa.
-¿Pero que te pasa mujer? ¿Con quien hablas?- Pregunta Sergio.
-¡Ya con nadie, este no me molestará más!- Dice mirando la ratonera.
-Pero... ¿De donde ha salido? Si lo teníamos todo tapado.
-Del armario de los zapatos. -Dice Silvia dirigiéndose hacía el armario.  Abre las puertas de par en par. Un nuevo agujero y un montoncito de arena aclaran de donde procedía el animalito.
Sergio mira muy atento el agujero y dice pensativo:
- No puede ser estás paredes son de piedra y es bastante gruesa.
-¡Esta no! -Dice Silvia.
Todas las puertas del armario están abiertas .Sergio se da cuenta de que el armario de la ropa es bastante más profundo.
-¡Ya lo tengo! El armario de los zapatos tiene una doble pared. Seguro que tenía humedad y como los zapatos no necesitan tanto espacio la cubrieron.¡Mira es mucho más estrecho.
-Si yo ya me había fijado cuando lo empapele, pero  pensé que sería así.
Seguro que ese es el hotel de nuestros queridos enemigos- dice  Silvia.
-¿Qué podemos hacer Sergio? Ahora que estábamos tan tranquilos...
Pues yo creo que la única solución es derribar la pared y sanearla.
-¡No jorobes! menudo lío, todo otra vez todo lleno de polvo.
¡Jolín, ahora que ya habíamos acabado con las obras... - protesta Silvia.
Sergio sonríe:
- ¡O eso o los ratones amiga, no te queda otra. ¡Tú eliges!
-¡Maldita sea! Habrá que derivar la pared.
Ponen una nueva ratonera en el armario por si sale otro, y luego salen a ver si encuentran un albañil  por el pueblo.
Es fin de semana y no hay ninguno.
Sergio se ofrece.
-Si puedes esperar hasta mañana, la tiramos nosotros y cuando venga el albañil nos dirá que podemos hacer.
-¡Vale! Dice Silvia. Pondré mas veneno en el armario y cerrare las puertas.  mientras tanto.
 
Es domingo Sergio y Silvia vestidos para la ocasión se dispones a derribar la pared.
Sergio tiene una maza en la mano. –
-¡Té concedo el primer golpe!-dice al tiempo que hace una reverencia  muerto de risa.
-¡Ni hablar! Yo tengo que estar prepara por si aparece uno de nuestros inquilinos y tengo que subirme a la lámpara.
Se ríen divertidos los dos.
Nunca se les habría podido imaginar la clase de inquilino que les esperaba detrás de aquella pared.
 
El golpe retumbo como un trueno y toda la falsa pared se vino abajo.
-¡Que vestía!- Dice Silvia cerrando rápidamente las puertas del armario, para evitar en lo posible que aquella nube de polvo envuelva toda la habitación.
-¡Pero si apenas la he tocado! No me extraña que esos roedores salieran y entraran tan fácilmente.
Esperan un poco para que el polvo se asiente.
Es Silvia quien se dirige decidida hacia el armario. Mira con cuidado y como ve que el polvo ya no es problema, abre las dos puertas de par en par.
Inmediatamente retrocede. Sergio a su lado se ha quedado sin aliento.
La expresión de los dos jóvenes es de espanto y sorpresa. Se miran entre si, sin pronunciar palabra, no pueden creer lo que están viendo.
En el verdadero fondo del armario medio cubierto de escombros hay un esqueleto humano. La pared se le ha caído encima pero se ve claramente lo que es.
Silvia descolorida como un difunto sujeta las sienes con sus manos y lanza un grito aterrador.
Sergio como de piedra contempla la escena sin poder creer lo que esta bien claro.
 
Han llamado a la policía claro está.  Luego Sergio se lleva a casa de su tía a una Silvia que no sabe por donde anda. Ha quedado traumatizada.
-¡Dios mío! ¿A quién pertenecerá aquel esqueleto?-piensa
Después de tal hallazgo Silvia no podrá vivir en esa casa.
Ahora acaba de recordar aquella extraña sensación que sentía al entrar en esa habitación.
-¡Era eso!- Sigue pensando mientras un escalofrío recorre su cuerpo de pies a cabeza.  Venderé la casa, aunque no creo que sea fácil venderla después de todo esto.
De pronto Silvia se pone de pie. Ana y Sergio la miran interrogantes.
-¿Qué té pasa?- pregunta el joven
Silvia ni le ha escuchado.
-¡Eh!  ¿qué te ocurre? Parece que hayas visto otro esqueleto.
-¡No juegues con eso, por favor!
-Lo que pasa es que acabo de recordar el maletín.
- Recuerda que en él había un carné. Estaba caducado de muchos años y la fotografía era de una monja.
-¡Vale, vale, Silvia relájate!! Según Rosario, la última vez que vino fue al entierro de sus padres y de eso hace por lo menos cincuenta años.
-Sí eso es verdad, dice pensativa Silvia.
-¡Bueno Silvia, tú no eres detective, eres diseñadora!  No le des más vueltas a la cabeza. ¿Vale? Vamos a tomar un café.
El café ha despejado a Silvia y no puede dormir.
Sentada en una mecedora espera que el sueño haga acto de presencia para irse a la cama.
Sus pensamientos vuelven de nuevo a La casona, y no es capaz de sacar de su cabeza el dichoso maletín.
El crucifijo, el anillo y la foto. Hasta ahí tiene sentido, pero vuelve a desconcertarla el mechón de pelo y el chupete. No le encuentra lógica.
Con los ojos entornados piensa: Seguro que la monja vino al entierro de sus padres y al reclamar la herencia, su cuñado la mató, luego la encerró entre las paredes del armario y dijo a su mujer que ya había regresado al convento.
Bueno, Sergio tiene razón lo mío no es la investigación.
 
La policía investiga, se ha precintado la casa y Silvia ha vuelto a la ciudad. 
La policía tiene algo muy claro. Se trata de una mujer joven, tiene el cráneo destrozado y cuando la metieron allí estaba completamente desnuda. Desde luego la habían asesinado y posiblemente violado.
El crimen se había cometido hace más o menos unos cuarenta años, por lo que ni Silvia ni Sergio eran sospechosos.
Si lo eran los antiguos propietarios, pero dado que la casa llevaba abandonada bastantes años alguien podía haber escondido allí el misterioso esqueleto.
Esas eran las primeras impresiones, pero la verdad  es que el caso era como poco complicado.
El lío en el pueblo es descomunal.  Periodistas por todas partes, policías e investigadores entraban y salían buscando pruebas.
 
Silvia ha vuelto a la ciudad. Sabe que la policía ya se ha puesto en contacto con los anteriores dueños de “La Casona” Mejor dicho solo han podido hablar con el hijo pues su madre se encuentra en Italia. Su hijo se encargará de avisarla para que regrese. También le explicara el por que pero no le dará muchas explicaciones, para que no se preocupe demasiado.
Está seguro que los policías encontrarán al culpable.
Un policía le ha informado que también tienen que interrogar a su tía,
-En eso si que no se si los podré ayudar. Mamá se escribe con ella, pero como cambia continuamente de lugar, ahora no les podría decir. Sí pueden esperar a que regrese mí madre...
-No se preocupe, esperaremos. dice el policía muy amable.
Julián, que así se llama el hombre ha pedido a la policía que si es posible interroguen a su madre en casa. Es muy mayor y esas cosas imponen.
El policía acepta y Julián se lo agradece. Será más cómodo y menos violento.
 
 
Silvia sigue haciendo cávalas. 
Quizás les hubiese sido de mucha ayuda Rosario, tanto a ella como a la policía. Pero la anciana había fallecido dos semanas antes del siniestro hallazgo.
Julián está por supuesto seguro de que su madre no tiene ni idea de aquel lío.  Él no ha conocido a su padre pero su madre siempre le habló de el. De lo enamorados que estaban y lo bueno que era con ella y con su hermana. No quiere pensar que su padre...
Pero Julián estos días anda un poco nervioso, sabe por la policía que el cadáver fue emparedado sin ninguna clase de ropa y tiene un golpe terrible en la cabeza.
Piensa: de nuevo:-Si nadie lo a ocultado allí... ¡Dios, mi padre! Pero no eso no puede ser. Se siente culpable de haber tenido esa idea y mueve la cabeza como queriendo ahuyentarla.  La policía   había dicho haría unos cuarenta años que lo habían asesinado, y ellos solo hacía diez y ocho que estaban en la ciudad. La verdad es que desde entonces jamás volvieron al pueblo.
También podían haberla ocultado allí después de un tiempo de matarla.
Nada tiene ni pies ni cabeza en aquella historia. A él lo que más le preocupa es  su madre. Siempre había sido muy fuerte y decidida, quizás por tener que criar a un hijo sola, pero ya era muy mayor...
 
Ese día Julián recoge en el aeropuerto a su madre.
Clara ya está al corriente del  asunto, Julián le ha dicho que la policía hablará con ella en casa.
-Sí mejor así hijo, esos sitios imponen, además vengo cansadísima. Creo que será el ultimo viaje que haga, ya no estoy para estos trotes.- Le dice con gesto cansado apoyándose en él.
-No té quejes mamá estas como una rosa,- dice Julián abrazando a su madre.
-¡Si, sí, como una rosa!- Responde  Clara.
Ya en casa Clara pregunta a su hijo:
-- ¿Sobre que hora vendrán?
-Por la tarde mamá, para entonces yo ya habré salido del trabajo.
-Está bien entonces me pasaré la mañana en la cama, necesito descansar.
-No té preocupes té dejaré dormir.
Clara ya en la cama pide a su hijo que le de otro beso.
- ¡Los he echado tanto de menos hijo!
-¡Yo también mamá, pero ya estás aquí y te voy a dar muchos, muchos besos! -Le dice mimoso.
-¡Qué bueno eres hijo. Eres lo mejor que tenido en mí vida.
-¡Hay mamá, que Roma te ha vuelto muy poética!
Clara sonríe desde la cama.
-¡Hasta mañana hijo!
A Julián le parece que la voz  de su madre suena triste. De verdad que  está muy cansada. Pobre mamá es tan mayor...
Clara igual que su hermana cumplirán pronto los ochenta y seis años.
La verdad es que su madre no los aparenta. De su tía Aurora no lo puede saber, nunca la ha visto y la última foto que mando a su madre desde el Congo tendría unos treinta.
Por la mañana Clara siente trajinar a su hijo en la cocina. Luego este abre la puerta de la habitación de su madre.
Clara ni se mueve pero respira tranquila.
-         ¡Como un tronco!- Se dice para sí y cierra la puerta con cuidado.
 
Ha pasado la mañana nervioso. Tiene ganas que todo aquello pase pronto, es muy molesto.
Son las cuatro de la tarde. Julián entra en su casa.
- ¡Hola mamá! ya estoy aquí. ¿Cómo estás? ¿No seguirás en la cama?
Sin esperar respuesta se dirige a la cocina. Es el lugar favorito de su madre. Pero allí no esta, ni en el baño ni en la terraza. Julián empieza asustarse. -¡No puede ser que esté en la cama a estas horas! Abre la puerta de la habitación hay bastante claridad. ¡Hola mamá! La frase se ha quedado congelada en sus labios. La ventana abierta ilumina el lecho de su madre. En él yace su madre con un tiro en la cabeza. En la mano tiene una pistola.
-¡Dios mío, mamá!
 Julián se acerca como un autómata, no puede creer lo que es evidente. Su madre se ha disparado un tiro en la cabeza.  Grita llamando
-¡Mamá, mamá! Clara no contestará jamás.
 
La policía confirma que ha sido un suicidio.
Julián apenas puede pensar. Ha sido todo tan rápido... No quiere aceptar las dudas que amenazan con partirle el corazón.
 El entierro en el pueblo ha sido multitudinario.
Su madre se lo había dicho un millón de veces:
- Cuando me muera quiero ser enterrada junto a mis padres y mis abuelos.
Hubiese sido fácil en circunstancias normales, pero los periódicos buscan noticias y esa estaba claro que lo era.
Entre cámaras y periodistas llenaron el pequeño cementerio.
Una vez terminado el sepelio, el sacerdote sujetando a Julián por los hombros le dijo que le acompañara hasta la iglesia. Tenía que hablar con él.
- Veras hijo tengo algo para ti. Tú madre me dio está carta hace muchos años y me pidió que te la entregara cuando ella muriese, después de ser enterrada.
La carta en las manos de Julián se mueve como hoja seca zarandeada por el viento.
En el entierro hay mucha gente pero Julián se siente solo, muy solo. Como puede ser posible. Está seguro que esqueleto tiene que ver con la muerte de su madre, y es horrible.
A Julián lo acompaña su novia y unos cuantos amigos nada más. A su tía no ha podido localizarla.
No habré la carta, le da mucho miedo lo que pueda ocultar.  Lo leerá cuando se encuentre solo en casa.
Ahora Julián piensa que el asesino fue su padre y que su madre no lo quiso delatar. ¿Pero quien puede ser la mujer asesinada?
Al contrario Que Silvia él no piensa ni por un momento en su tía.
 
La novia de Julián insiste quiere quedarse con él, lo ve muy mal pero Julián se niega en redondo dice que quiere quedarse solo
-Déjame pasar la noche contigo cariño. estás muy mal, no quiero dejarte solo.
-¡No por favor! Necesito estar solo.
Por fin, solo. El salón se le viene encima. Tiene la sensación de que las paredes le están ahogando. Intenta tranquilizarse, y por fin abre la carta.
La carta decíais:
 
Querido hijo: Perdóname por todo lo que te he hecho. No sé si podrás perdonarme algún día pero quiero que sepas que todo lo hice por no perderte, eras lo único que me quedaba, Es mejor que lo sepas por mí, te hará menos daño.
 
Todo empezó en “La Casona”La casa de tus abuelos.
Los abuelos se casaron ya mayores y enseguida tuvieron descendencia,  Dos hijas, Clara y Aurora.
Dos niñas completamente iguales, tan iguales que solo nuestros padres podían distinguirnos. Incluso a nuestro padre le costaba saber quien era quien, si nos lo proponíamos.
- ¡Me volveréis loco niñas!- Nos decía cuando se daba cuenta que se había vuelto a equivocar.
Fueron creciendo y el carácter de cada una es lo único que  cambio.
Clara, alegre como un cascabel. Le gustaba ponerse bonita, era muy coqueta y le encantaba bailar.
Aurora era todo lo contrario. Mas seria, reservada no quería saber nada de chicos y se pasaba el día rezando. Un día anunció que había decidido meterse monja misionera.
Sus padres pusieron el grito en el cielo. Clara estaba desesperada, no podía hacerse a la idea de perder su mitad. se pasaba el día llorando. Intentó por todos los medios que Aurora se quedara, pero Aurora había tomado una decisión y todos sabían lo terca que era. Así es que una mañana de otoño tomó un tren y desapareció en busca de su destino.
Sus padres nunca lo pudieron superar.
Clara  se caso y se quedó a vivir en” La casona”.
Su madre enfermo y murió.
Aurora vino al entierro y tuvo que quedarse unos días, su padre también se encontraba muy mal y se temían lo peor.
Eso precisamente es lo que ocurrió. Y Aurora después de perder a sus padres regreso al convento.
Gloria y Aurora se escribían muchas cartas. Clara sabía que Aurora estaba en África  entre rebeldes e indígenas.
Las cartas tardaban en llegar por eso Clara se sorprendió cuando aquella mañana el cartero le entrego una carta de su hermana, solo hacía dos días que ella le había escrito.
El destino de las dos cambiaria cuando Clara leyera aquella carta.
Nada más empezar a leer, Clara ya sabía que algo terrible le pasaba a su hermana, es más llevaba varios días presintiendo algo malo.
En ella su hermana le decía que estaba desesperada. Había ocurrido algo horrible. 
Un grupo de guerrilleros rebeldes había invadido el convento y habían violado a varias monjas entre ellas estaba Aurora. Por si fuese poco lo de la violación, Aurora se había quedado embarazada.
No se que hacer. Le escribía su hermana, estoy aterrorizada. ¡Por favor ayúdame!
Clara con la carta en las manos mira al vacío.¡Dios mío! Pobre hermana mía.  ¿Qué podemos hacer?
Después de muchas cavilaciones, el marido de Clara cree tener la solución.
Aurora se vendría a vivir con ellos, tendría el niño y luego regresaría al convento.
 
Ellos a pesar de haberlo intentado no habían tenido hijos y ya tenían las esperanzas perdidas, así es que lo criarían ellos y nadie se enteraría.
Tampoco era fácil que la gente del pueblo se diera cuanta dado que las dos eran iguales, solo deberían cambiar la ropa y todo el mundo creería que Clara había tenido un hijo.
Cuando Aurora volviera al convento nadie excepto las monjas del convento de esta sabrían que había estado allí.
El niño sería hijo de Clara y su esposo sin ninguna sospecha.
Así se planearon las cosas y así se hizo. Una noche del tren se bajó Clara, su marido la estaba esperando en la estación y ese fue el principio del embarazo de Clara.
Todo funciono perfectamente. El embarazo fue normal.  La futura madre paseaba por el pueblo, tomaba el sol en el jardín y recibía toda clase de enhorabuenas por parte de la gente del pueblo y de sus amigos.
A  la futura madre se le notaba más tranquila y tenia el carácter reposado, pero en su estado era normal...
El tiempo paso y Aurora dio a luz un niño precioso, al que pusieron por nombre Julián como su padre.
Las visitas a la madre y su hijo es lo único que fastidia un poco pues durante el día Clara no podía salir de la habitación, no fuese que las vieran a las dos juntas.
La vida transcurría felizmente. Aurora se sentía feliz con su hijo por que además sabía que su hermana sería una madre perfecta para él.
Pero a medida que el tiempo pasaba la idea de separarse se su hijo no la dejaba vivir. No importaba que fuese fruto de una violación, era hijo suyo y lo quería con toda su alma.
La idea de no volver al convento se hacía cada vez más fuerte en ella, hasta que un día se lo comunico a su hermana.
A Clara en principio no le pareció una mala idea. Ella estaría más tranquila la selva y los guerrilleros eran una gran preocupación para las dos hermanas.
Lo prepararían todo fingirían que Aurora regresaba del convento para quedarse y todo seguiría igual.
El marido de Clara estaba de acuerdo. Había cogido mucho cariño a su cuñada ya que esta le había proporcionado el regalo mas maravilloso del mundo. La animó para que así lo hiciera con una condición.   Deberían de ponerse unos pendientes diferentes, para él reconocerlas más fácil.
Las dos se rieron y lo prometieron.
Aurora escribió al convento presentando su dimisión. La verdad es que le costó trabajo, su vocación siempre había sido muy fuerte, pero el miedo y sobre todo su hijo la ayudaron a tomar la decisión
Pasados unos meses cuando Aurora recobrase su  figura ya sería imposible saber quien de las dos era en realidad la madre del niño.
A pesar de los buenos sentimientos,  a medida que el tiempo pasaba Clara sentía cada vez más envidia, cuan veía a su hermana darle el pecho al niño.
Aurora por su parte también tenía celos por que era Clara la que se encargaba siempre de cambiarle los pañales y de dormirle.
No sabían como ni cuando pero sin darse cuenta se habían convertido por primera vez en rivales. Unas rivales muy peligrosas.
El niño legalmente tenía unos padres. Clara y Julián.  Eso en principio estaba muy bien pero Aurora se sentía desplazada y el hijo era suyo.
La fatalidad y una carretera helada quisieron que Julián se estrellara con su coche y perdiera la vida.
De esa manera el niño se quedo sin padre y con dos madres que se disputaban su cariño y sus gracias.
 Clara se derrumbo, estaban muy enamorados. Solo encontraba consuelo en su hijo.
El niño por aquel entonces contaba seis meses.
Clara lloraba sin cesar y solo encontraba consuelo en su hijo. Aurora por su parte echaba de menos el convento, pero el cariño que sentía por su hijo era mucho más fuerte.
Las dos reclamaban el cariño del niño, sin darse apenas cuenta se habían convertido en dos enimigas.
Ya no eran celos era obsesión. Discutían por todo, Clara llego a amenazar a su hermana con echarla de casa, y Aurora le dijo que antes la mataba, que no consentiría que le robase a su hijo.
Clara dijo que el niño legalmente era suyo y se enzarzaron en una fuerte discusión.
Los celos fueron en aumento y una noche después de otra fuerte discusión, cuando una se bañaba la otra cogió un atizador de la chimenea y le asentó un golpe tan fuerte que la bañera se lleno de sangre y la mujer dejo de respirar.
Con la frialdad que dan las cosas pensadas, la otra limpió la sangre y arrastro el cuerpo sin vida hasta la habitación grande.
Estaba todo pensado escondería el cadáver en el armario empotrado ocultándolo con una pared. En el sótano de la casa había materiales de sobra. Ella misma se encargaría de hacerla. Nadie sabría que una de las gemelas estaba emparedada en un armario, puesto que nadie sabía que las dos habitaban en la casa.
El hijo sería solo suyo.
Dedico a él toda su vida. Su hijo la adoraba y eso era suficiente para acallar los remordimientos.
Pero nunca se arrepintió de lo que había hecho. El amor de su hijo era lo primero. y no quería compartirlo con nadie.
 
Por  ese mismo motivo te escribo está carta para que sepas que te quise tanto que hasta llegue ha matar a mí hermana por ese cariño.
Cuando recibas esta carta yo, ya no estaré pero seguiré protegiéndote donde quiera que esté en el más allá.
 
La carta no estaba firmada pero en el fondo del sobre, había una cadena con un crucifijo y la pequeña fotografía de una monja.
 
En el armario de la casona  en un viejo maletín, habían quedado sus más preciados tesoros testigos de su vocación, junto con los recuerdos de su hijo.
En la lápida se podía leer en letras doradas “Clara Valle”
Bajo esa lápida una mujer estaba enterrada. ¡Tenía los pies perfectos!
 
 
Julián necesitó la larga ayuda de un sicólogo y la de su novia que pronto se convirtió en su mujer Ella fue la que le ayudo en todo, incluso para no dar a conocer el contenido de la carta que fue destruida por el fuego.
Ya no había culpable.
 
 
 
 
La policía ha pesar de las sospechas, no fue capaz de descubrir nada más y el  caso fue archivado.
 
 
Silvia vendió la casona a una constructora que edificó un hotel rural, que gracias a la morvosidad de la gente tuvo mucho éxito.
 
 
                   FIN
                                                                                            Antonia Rico
                                                                                   
Campomanes-1-4-2007
 
 
                                                                          
 
 
 
 
                                                                                                       
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Descripción

historia de un misterioso descubrimiento

Palabras Clave: miedo intriga

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Terror & Misterio



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Omar J

El nombre de Silvia me trae recuerdos gratos, lo disfrute mucho.
Responder
March 06, 2014
 

antonia

MUCHAS GRACIAS POR PASARTE POR MI PERFIL
Responder
March 08, 2014

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