EL NIDO CLAUSTRO - LTIMO CAPTULO
Publicado en Feb 26, 2014
[CONTINUACIÓN]
–¿A qué se refiere? Porque hemos dicho muchas cosas… –A todo… me refiero a todo… sólo me acuerdo de lo que dijo usted anoche… ¡Y no puedo quitármelo de la mente! ¿Acaso sería mejor que mintiera? –exclamó el jefe superior. –¡Ja! ¡Vaya!, parece que solo tiene memoria para lo que le conviene nada más, ¿verdad? ¡Que el Señor nos guarde! ¿Preferiría mentirme? ¿En serio lo pregunta? ¿Sabe que me lastima?, pero igualmente me lo dice. Mire, yo puedo tolerar cualquier cosa, de hecho ¿qué más me queda? No soy quién para juzgarlo. Pero no puedo aceptar que sea tan hipócrita, ¡por favor! ¿Qué creyó? ¿Eh? ¿Creyó que iba a ser parte de esta fantochada de hacerme el idiota ante un hecho irreparable? Eso siempre ha sido como un reglamento en esta casa ¿verdad?: hacerse el idiota. –¡Basta!, ¡ya basta! –exclamó el viejo. Pero el rebelde ya estaba como loco, como perdido en el pasado, y al parecer, atado a un sufrimiento que no le daba tregua ni por un rato. –¿Basta? ¿Usted dice basta? –prosiguió, conteniendo él ahora el llanto–. Sí, en eso parece que estamos de acuerdo: ¡Basta de jugar con la culpa de los demás! Basta de dar lástima, como ahora. Basta de juzgar, como siempre. A simple vista, da la impresión de que usted apostó a que con el tiempo yo me iba a olvidar de todo. O, peor todavía, creyó que iba a perdonar. ¿Creyó eso, de verdad? ¡Yo no soy Dios para perdonar a nadie! Desearía tener ese don, aunque también reconozco que en mi caso sería algo peligroso… lo cierto es que soy un ser humano como usted –ya un poco más calmo– y como todos. Un ser humano con sus virtudes y sus defectos y hasta donde yo sé, con más defectos que otros. Sí, también eso puede ser cierto. Pero también tengo memoria. Por otro lado, admito que su actitud es muy honesta, al menos eso se puede rescatar; y digo eso porque es evidente que no se puede demostrar lo que no se siente… –¡Por el amor de Dios! –dijo el viejo bañado en lágrimas con un gesto amargo y apretándose el pecho con sus manos, temblando de pies a cabeza, por primera vez lo tuteó–: No me hablés así hijo… ya basta por Dios… tus palabras me afectan en una manera directa… –le suplicaba con angustia muy cerca de su rostro, y cuanto más calor ponía en sus súplicas, más se daba cuenta de su inconveniencia. Apenas esbozó esas palabras comenzó a luchar por respirar hondo. Se le veía sensiblemente ahogado, quizá por el abismo que le causaban sus reflexiones, ocasionándole al rebelde un gesto de asco al sentirle en la boca el aliento a carne podrida, y ver todo su semblante brotado en rojo. Ante este cuadro, el rebelde se quedó tieso, casi desanimado, pero así también más aliviado. Y acaso porque se asustó al advertir que esta vez no era del todo justo en sus juicios, se calmó de golpe. «¿Por qué le habré dicho todo eso?», se preguntó sin decirlo en voz alta. ¿Debía comprender que ya no había más remedio que aguantarse esa situación? Observaba al viejo, y daba vueltas a su lado, iba y venía varias veces como un loco, tal vez porque lo haya envuelto la culpa; o quizás un poco de lástima. Entonces, se detuvo frente a la puerta de su habitación mientras el viejo, asombrado, y de pie a sus espaldas, desplegaba un pañuelo para sonarse la nariz y secar sus lágrimas. Fue ahí cuando se impuso la razón por sobre todo. Posiblemente, algo mucho mejor que perderse en la atrocidad de aquellas palabras impensadas. Por instinto, giró rápido y le puso una mano sobre un hombro, con un gesto complaciente, para luego ofrecerse generoso a llevarlo a caminar por la calle. Pero todo sucedía muy despacio. Antes de salir, el viejo alcanzó a verse reflejado en el vidrio que había en la puerta de calle; y notó que ahora lucía más viejo que nunca. Su pelo blanco lo delataba. Desprovisto de ánimo, era como si se le hubieran venido encima diez años de golpe. Llevaba su gorrito en la cabeza y una camisa clara por fuera del pantalón, un pantalón de obrero descolorido de tantos lavados que pareció haber sufrido, y en los pies, unas pantuflas viejas pero, al menos en apariencia, bastante cómodas. Él no iba mejor vestido que el viejo, ni mucho menos. Sin embargo, podía verse desde lejos un espíritu de gentileza que en parte lo mostraba distinto, aunque eso sí: con la alegría más ingenua… Y el viejo volvió a quedar pensativo. Iban silbando, dando pasitos cortos por una calle ancha, un poco rota y desierta; y ahora sí, por fin, siempre hacia al frente, y ya no más hacia atrás. Miraban ansiosamente al suelo, con las manos en los bolsillos, o rascándose la cabeza como buscando algo perdido. Recordaban viejas anécdotas entre varias cosas, algunas tristes y otras no tanto. Se fueron por un horizonte que nunca llegaba, desapareciendo poco a poco en la soledad de una fresca mañana de otoño, conversando más o menos en paz. A esa distancia parecían dos viejos amigos que habían tenido, como cualquier otro, su esperado reencuentro. O como lo que, a fin de cuentas siempre habían sido: padre e hijo. Mientras en el nido claustro, al parecer, alguien había vuelto a entrar en la habitación del rebelde, para quitarle su dinero.
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Gustavo Milione
Gustavo
Guillermo Capece
bueno meh icieron estudios en profundidad en Favaloro, algunos con anestesia total; todavia debo hacerme estudios menores, pero todo me salio bien, felizmente. Sí, en el invierno cumplire 79, y manejo internet desde hace mas de diez, aunque claro, no con la lucidez de los jovenes; hay cosas que todavia no las se, quizas porque nadie me las ha enseñado.
Pero hace tiempo que reemplace la remignton por esta maquina. Como vos decís me siento lucido mentalmente. Se debera, seguramente, a mis contactos con gente joven, nunca con gente de mi edad, a la que respeto pero con la que no me comunico bien.
Te dejo unos comentarios en privado, en esta Pagina.
Guillermo
Gustavo Milione
¡GRACIAS POR ESTAR!
GUSTAVO MILIONE
Verano Brisas
Podrían decirse otras muchas cosas sobre tu trabajo, pero este no es el lugar para extenderse en consideraciones literarias. Si fuésemos vecinos, seguro tendríamos muy animadas tertulias sobre lecturas y escrituras.
Recibe un cordial abrazo.
Guillermo Capece
lo lei, pero lo volvere a leer; muy bueno como siempre; dentro de 2 ó 3 dias te dejare mensaje porque ahora estoy con estudios medicos
variados. Nada importante.
Abrazo
Guillermo
Gustavo Milione
Gustavo