W A L Q U I R I A S
Yo quisiera 
que el paraiso del dios Odín 
existiera aquí en la Tierra:
con sus hermosas walquirias rubias,
de ojos azules y largas cabelleras
de oro brillante cayendo
sobre sus espaldas tersas.
 
Y, también, morenas
de grandes ojos azabaches,
resplandecientes de estrellas;
y africanas altas, cimbreantes,
de reluciente piel negra;
y orientales delicadas y delgadas
con su pequeño caminar
y su mirada tierna y almendrada.
 
Sí, el paraiso sensual
de vida festiva, cordial y gozosa,
con sabios hombres amantes,
adoradores de la belleza
entre bosques, pájaros y flores,
ríos fecundos de aguas transparentes
y ciudades de cristal: azules,
verdes, rojas, negras, naranjas...
reflejando con el sol naciente
las maravillas del amanecer
o el bello crepúsculo de las tardes.
 
Quisiera un paraiso, que es posible,
con la sobria embriaguez
de la cerveza espumeante,
del vino dulce de mi tierra
y del tinto áspero, rojizo inigualable
de las amplias campiñas soleadas.
 
Sí, dios Odín, yo te convoco,
junto a los griegos Apolo y Dionisio,
para hacer de este mundo
un paraiso, no de guerreros,
sino de pacificadores,
amantes de la concordia y la alegría,
del amor, de la belleza y de la vida.
                                                           (De Alfabeto de inquietudes)
                                                                 Enrique González Matas