Ayer te amé como nunca amiga.
Tu boca fue la estancia donde dejé mis besos.
Mi boca: El muelle donde anclaron tus labios.
Puse en ti mis sílabas y mi sangre
mi fornida virilidad penetró tus colinas.
Accedí a los monólogos libres de tu cuerpo.
Tu apenas balbuceabas y amabas.
Salté con pértiga tus ya nulas excusas.
Nos rasgamos los cuerpos con manos transparentes.
Y toqué las cumbres más altas de tu sigilo.
Entré por tus heridas y ojales, discerniéndote.
Froté presto tus pies de espuma inaccesible.
Nos frotamos los pechos con aceites raídos:
Eramos tú, yo, el tacto y el deseo.
También era el amor que venía en asalto.
Articulamos y desarticulamos todos los elementos.
La prosodia del mundo cantó a nuestra memoria
mientras nos consumíamos como fuegos eternos.