Entre la oscuridad pude divisar tus ojos que  se quejaban del dolor, cada instante puede ser el último y cada rincón puede quedar impregnado de tu vida por siempre, aunque seas una víctima más de mis asesinatos sentimentales o mis suicidios morales, aunque el tiempo se encargue de destruir tus sentimientos y desaparezcas como el viento llevándote de un arrebato mi razón a quien también desearía asesinar. La razón es la culpable de semejantes miserias que conviven dentro de mí y no la puedo matar, intento destruirla pero siempre sabe escapar,  tal vez, si lo intento, muera conmigo como el perro que lleva la rabia. Pararme erguido, seguro y sin dudar dispararle a la razón sin basilar, así, tal vez, quede algo de nuestra vida en un rincón. En ese que quedó impregnado con el sonido de tu felicidad que retumba en la habitación como un eco siniestro que solo busca enloquecer con la repetición, ecos de felicidad que destruyen sin piedad en el presente miserable de los recuerdos del pasado.