FRANCISCO PIZARRO Y LA CONQUISTA DEL PERU (SEXTA PARTE)
Publicado en Mar 31, 2014
El Cuzco ha caído Los sacrificios al Dios Inti Se trocaran en misas Tus chullos y tus mantos Serán sotanas y mitras Tus quipus quedaran mudos Hablaran los alfabetos Del idioma de otra raza Tomado el Cuzco manco Inca quien era otro de los hijos de Huayna Capac, en pago de su traición fue proclamado Inca por los españoles pero sin verdadera autoridad, después de un tiempo indignado de los excesos que cometían los hispanos con sus hermanos de raza, se levanta sitiando el Cuzco en una guerra proclamada como santa se apodera de la colosal fortaleza de Sacsahuaman, donde es vencido por una hábil estratagema de los conquistadores, Cahuide el Inca fornido y valeroso quien tenía a su cargo la defensa de la alta torre, se lanza envuelto en una manta para estrellarse en el abismo antes de sobrevivir a la derrota. Derrotado manco Inca se refugia en Vilcabamba desde donde batió siempre a los conquistadores, hasta que muere asesinado por un español que fingió ser un desertor y pidió alojamiento y protección, los principales jefes reunidos eligen al Inca Sayri Tupac para sucederlo. Don francisco Pizarro se encuentra en el Cuzco moviéndose sin descanso, receloso ya no tanto de los indios sino de sus propios conmilitones, Hernando de Soto y Almagro lo tienen desvelado, sobre todo Almagro, quieren obligarlo a compartir el gobierno y señalar limite a sus dominios. ¡Qué desvergonzados! Exclama don Francisco. Como si él no hubiera descubierto el Perú, como si sus títulos de gobernador no los hubiera recibido de las propias manos del Rey ¡no me dejare! Dice con fuerza, primero la vida que ceder, el tigre no abandona la presa a los chacales, aunque los chacales tengan también su punta de derecho. Cautela, aconseja la prudencia, los Almagro son astutos y fieros, sienten ansias de sobreponerse a mí su capitán general; mejor es que me aleje del Cuzco y busque un lugar estratégico para fundar el nuevo centro del Perú, es preciso que este nuevo centro recaiga en un sitio no muy alejado de esta capital indígena, pero que tenga inmediata salida al océano, pudiera ser que las armas me sean adversas y necesito una puerta bastante amplia para salvar el percance. Piura no me gusta, está demasiado al norte, Trujillo quizás, Arequipa mucho menos, está en una posición mediterránea no reúne las condiciones apetecidas, tal vez Pachacamac, si iré hacia allá. Ved, ved ya asoman allá en la lejanía tres jinetes hispanos, buenos caballos, salta la arena botada por los cascos, avanzan cerca de la playa húmeda. ¿Quiénes son? Son Ruiz Días, Juan Tello y Alonso Martin de don Benito. Son los comisionados por el señor capitán gobernador Francisco Pizarro, que acampa en Pachacamac y busca buen asiento para la nueva ciudad. Rímac, Rímac el hablantín, así llaman los indios a ese rio ruidoso que se descuelga de lo alto, desde las cimas de nieves eternas, rugiendo, golpeando, estrellando sus aguas contra las guijas y peñascos de su lecho rocoso, corre se avienta y desgalga codicioso y potente entre pétreos faldares, hasta llegar tranquilo, sereno, suave, manso, bastante disminuido hasta cierto valle dulce, muy ameno, sencillo y cercano al mar. Animados poblados laboriosos amenizan el valle, verde valle. Baten sus flecos los maizales, alzan su talle esbelto los carrizos cimbreantes, dulce vida campesina. Los naturales son por acá, suaves, pausados, les place conversar, los alaga el adorno en el vestir, las mujeres son hermosas y miran hasta el fondo de los ojos a los hombres, tienen húmedos los labios y caminan moviendo las sayas primorosamente. Lindo temperamento el de este valle. No se tirita en el invierno, no se suda en el estío, suave sol, lluvias leves, garuantes. Cielo de Lima, maravilla policroma, plomo redondo en los inviernos tristes, franqueza azul celeste finísima de las sencillas primaveras, paleta a todo trapo de los estíos frescos, está poblado densamente, Surco, Maranga, Limatambo la sede del cacique. Ya retornan a Pachacamac los tres comisionados, don Francisco Pizarro los hace jurar que el sitio escogido es el mejor, Ruiz Días le indica que un poco más al norte se extiende el ancho valle del Rímac, con grandes posibilidades estratégicas y económicas. Don Francisco envía a don Diego de Almagro al Cuzco, mientras el prepara la partida hacia el valle del Rímac, tendrá la compañía de Tello, Mazuelas , García de Salcedo, de la Presa, Riquelme y Ruiz Días Morro de Surco, trepan, que bonito es el mar en este sitio, el piélago monótono y monocromo, arenales, dunas, vientos que meten arenilla en los ojos, cabalgan los siete aventureros. Don Francisco Pizarro resuelve fundar una ciudad que fuese la capital de sus dominios, para este efecto elige un sitio a orillas del rio Rímac en el valle del mismo nombre, y que dista doce kilómetros de la costa, pone la primera piedra el día de la epifanía 18 de enero de 1535 y la llamo Ciudad de los Reyes, el escribano de la Presa a cabalgado todo el día para las firmas respectivas, pues algunos estaban atareados en una comisión de don Francisco. Reparto de solares, plaza, iglesia, cabildo, cárcel, gobernación. Ya un cierto fraile mercedario se apropió del oratorio del cacique, hizo una ermita, puso un altar y candeleros, utensilios de culto, desde allí el mercedario con su sotana blanca divisa el verde interminable de aquel valle, vuelan los gallinazos a la vera del Rímac, cerros al fondo y el más notable, Vamos que se llame san Cristóbal, el fraile dice misa y explica el catecismo acompañado de un traductor a los indios del valle, que no entienden ni pizca pero escuchan muy atentos, cuando repica la campana los naturales del contorno cesan de trabajar, van hacia la ermita les gusta el alegre repique. Esta mañana están en cuclillas y en mangas de camisa, han clavado sus aceros en la tierra, es el señor Francisco Pizarro y don Juan Tello, fundan Lima señores al poner una estaca que es para la iglesia, es el primer mojón, histórico mojón. La huaca de la ermita ha venido a quedar entre los linderos del solar conferido a don Gerónimo de Aliaga. Los naturales sudan fieramente este verano, hacen adobes, mas adobes, alzan muros, mas muros, un pilón en la plaza surte agua, no bebas agua sucia dice el consejo incaico, tiempo, tiempo. Va prosperando la ciudad, la plaza ya está cercada de edificios no tan buenos, más por algo se empieza, vienen de España plantas, animales, objetos y vecinos; el palacio de la gobernación va prosperando, tiene muy buenos muebles, magnificas cortinas, un jardín pintoresco poblado de naranjos y de higueras, ya dan naranjos los naranjos, ya dan higos los higos. Las desavenencias entre Pizarro y Almagro recrudecieron, para esto acordaron someter el litigio a la decisión del Rey de España, entretanto iría Almagro a conquistar Chile, de cuyo lugar le habían dado gratas noticias, pudiendo radicarse en el si le convenía y si no volvería. Emprende Almagro la arriesgada empresa siguiendo el desierto de Atacama, atravesando los andes hasta llegar al valle de Copiapo, allí conoció que el lugar era pobre y no podía satisfacer sus anhelos, regresa al Perú con sus soldados diezmados y abatidos, se dirige al Cuzco pero los hermanos de Pizarro le impiden la entrada, Almagro se queda por los alrededores y aprovecha este tiempo para ganarse una parte de las tropas de su adversario, una noche oscura se acerca sigilosamente a la plaza y desarma a los centinelas, coge prisioneros a los Pizarro y se hace dueño de la ciudad, don Francisco Pizarro acude a la defensa de sus hermanos y el 26 de abril de 1538 se dio la batalla de las Salinas, que fue larga y sangrienta, saliendo victorioso don Francisco Pizarro; preso e inicuamente juzgado a Almagro se le condenó a muerte por traición. El viejo militar al oír la fatal sentencia, sintió que se le debilitaba aquel valor del que había dado tantas muestras en medio de las más peligrosas aventuras, pidió con humildad que se le perdonase la vida, que por los achaques de su vejes no tardaría en extinguirse, les recordó que era uno de los primeros asociados de Panamá y amigo de don Francisco, no se le escucho. ¡Pobre don Diego! Don Hernando Pizarro le corto la cabeza y la puso en una pica exponiéndola en el Cuzco. Tuviste mala suerte tuerto leal, pésima suerte, te toco el lote más malo, el más malo de todos, ser compañero de uno de los hombres que la vida nos suelta de rato en rato, que todo lo tienen que arrasar para cumplir con su destino. Tuviste buena estrella mientras colaboraste, apuntalaste, mientras fuiste aceptable rodrigón para tu socio Pizarro, pero perdiste cuando repleto de humos, vanidades, tonteras te opusiste a la tromba que era el sino de don Pancho Pizarro. El adelantado don Francisco Pizarro creyó que terminada la guerra civil y desaparecido Almagro las cosas mejorarían, deseando dar actividad a sus subordinados los envió a descubrir otras regiones, entre las expediciones más notables figura la enviada a Chile a las órdenes de don Pedro de Valdivia, y de otra enviada al este de Quito capitaneada por Gonzalo Pizarro y acompañado del tuerto Orellana quien descubre el Amazonas, el rio más grande del mundo. El marques Francisco Pizarro se preocupa de la prosperidad de esta capital, después de oír misa trepa a su caballo y recorre los valles, se preocupa de los grandes problemas que ya asoman, el cabildo funciona con toda actividad, es alcalde don Nicolás de Rivera, el viejo compañero de la isla del gallo, acompañan la ancianidad robusta del marques Pizarro, su compañera doña Inés hija de Huayna Cápac y hermana de Atahualpa, quien es joven y bella y la acompañan sus hijos Gonzalo y Francisca. Lima vive tranquila tras las grandes trifulcas anteriores, pero ya se conspira, el hijo de Almagro aconsejado por su tutor Juan de Herrada, jura vengar la muerte de su padre y no le cuesta mucho reunir buen número de partidarios, los Almagristas conspiran sin embozo, dicen su desagrado a voz en cuello, Lima la ciudad de las bolas. Se dice que de Herrada ha comprado cotas de malla, espadas y puñales. Se dice que es con el propósito de asesinar a don Francisco Pizarro. El adelantado don Francisco tiene conocimiento del complot pero no quiere dar crédito, se imagina que su solo nombre basta para infundir espanto. Se dice que Vaca de Castro ya viene, los Almagristas esperan mucho de él, pero ruedan las bolas que aseguran favorece a Pizarro, los de Herrada se indignan y llega el 26 de junio de 1541. Mediodía de un día melancólico, seminublado, la plaza está repleta de vecinos; de pronto surge del callejón de los petates un grupo con Juan de Herrada a la cabeza. ¡viva el Rey! Muera el tirano. Avanza el grupo belicoso y se mete en palacio, los vecinos se esconden. Alguien dice van a matarlo. A la hora de la siesta penetraron en palacio, don Martin de Alcántara desenfunda su espada dispuesto a combatir y detener a los conjurados. Tris, tras, chocan los aceros, surte la sangre, cae herido de muerte don Francisco Chávez, don Martin Alcántara defiende bravamente la puerta pero es estoqueado, don Francisco Pizarro con la espada en la diestra, severo el rostro, resuelto el ademan, como en los tiempos mozos cruza el acero con sus enemigos que son muchos. El de Herrada dice acabemos ya y empuja a su compañero Narváez hacia el marques Pizarro, don Francisco lo ensarta y el de Herrada le da con su espada en el pecho a don Francisco que lo hace caer exánime, en esa hora suprema se acuerda que es cristiano coge el crucifijo que siempre llevaba y muere abrazándolo. Los primeros días que siguieron a la muerte de don Francisco Pizarro fueron en Lima de anarquía y de crímenes, el joven Almagro recorría las calles montado en su caballo y la gente lo aplaudía, no tardo en tomar represalias con sus enemigos. Doña Inés Huaylas ha fugado con sus hijos, los criados del marques Pizarro transportan su cuerpo varias noches después a la iglesia sencilla que el fundara en la plaza mayor, y como en el teatro este personaje llamado don Francisco Pizarro Gonzales, no morirá en su cama, ni con la sencillez con que mueren la mayor parte de los mortales, Pizarro muere representando el papel de marques de los Atavillos y por la estocada que le lanza el que hace de traidor en el argumento, don Francisco Pizarro está en el Olimpo perdido entre los héroes de Calderón de la Barca, de Lope de Vega y el duque de Rivas. Señor marques Francisco Pizarro, villano y caballero, hombre admirable y valeroso, la parte humana deleznable, pecaminosa, símbolo de una época de la humanidad, debe quedar bajo la tierra que cubre tus despojos mortales, descansa ya tranquilo para siempre jamás.
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