Anécdota de la Narco Guerra
Publicado en Apr 01, 2014
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Creyentes o no, la gente con un mínimo sentido de la ética sabe discernir el bien entre el mal en Derecho, en un sentido estricto, hace referencia a un valor protegido por el Derecho penal cuya lesión determina la existencia de un delito; en sentido laxo, se corresponde con el concepto de cosa mueble o inmueble que puede ser objeto de propiedad o posesión. De manera filosófica, el bien, es lo correcto, es lo bueno, y como sinónimo de bien, tenemos la bondad, el amor, el dinero, la justicia, la igualdad, la libertad y los sentimientos. Ahora, dependiendo del contexto, éstos sinónimos NOS HARÁN EL BIEN. El mal por su parte, y como personaje antagónico, es totalmente lo contrario, es lo catastrófico, lo maligno, lo oscuro, lo que de preferencia hay que evitar, el mal es un cáncer, el mal es muerte, es presentado como un saltante con la cara cubierta y con un cuchillo en mano, es representado como una persona tirando basura a mitad de la calle teniendo un bote cerca, y fué representado durante años como un ser oscuro, con patas de cabra, cuernos de toro, cascos e intenciones maligna. Lo cierto es que el bien está dentro de cada uno de nosotros, eso según TODAS las religiones en el mundo, (no las sectas) el bien, o la cantidad de bien nos hace santos, nos hace sabios, define quienes somos, el mal por su parte, es precisamente eso, es un bien necesario. Puesto que el mundo es el balance perfecto entre el bien y el mal, imagina que el mundo se rige por una sociedad perfecta, una de esas sociedades utópicas de novelas famosas, donde probablemente hay robots como vigilantes de la justicia, que castigan severamente cualquier mal. Eso pasaría en el mundo, si se rige todo por un bien. Ahora, imagina un mundo donde no puedes confiar en nadie, el crímen arrasa con todo, las guerras biológicas son el pan de cada día y no hay nada sagrado ni bendito. Eso pasaría en el mundo si no hay un límite marcado entre el bien y el mal, y hasta eso, una muy sabía persona dijo, que dentro de todo mal, reside el bien, y dentro de todo bien, reside el mal. Y así como se nos presenta el bien y el mal, ambas fuerzas invisibles e incoloras, no puedes existir si no hay portadores de la misma. Podríamos llamar como un “Portador del bien” a Steve Gunn ¿Quién es él? Es catalogado de muchas maneras, un “Super Policía”, un “Meta humano”, “El guardían de la paz” o “El Salvador de la Humanidad” lo cierto es que ésta persona tiene una responsabilidad gigantesca con su pueblo, pero no sólo con la gente de su país, sino que se comprometio tiempo atrás con ofrecer ayuda a cualquier necesitado, cualquier jóven descarriado, cualquer alma en pena, cualquier individuo cubierto de oscuridad, que necesite de la luz para salir de esa habitación que lo encarcela, y por el contrario, para detener al crímen, llevarlo a raya, y encarcelar a los tipos más rudos que haya podido ver. Éste personaje a lo largo de su vida realizará hazañas más grandes que él, pero es por sus actos heróicos, que forjó un ejército, un ejército de amigos, que se sumaron en su misión de hacer del mundo, un lugar mejor. Quienes dieron las órdenes de soltar la bomba en Hiroshima, dijeron que mataron miles para salvar a millones. En base a eso Steve está consciente que salvar un pueblo de invidividuos significa sacrificar un puñado de sus amigos y conocidos, es ahí donde estrá la filosofía del héroe, sólo él puede enfretar a enemigoss por ejemplo; Con 4 brazos, con mitad tigre, con guantes generadores de impulsos gravitatorios, o soldados de otras épocas que llegaron sólo para congelar todo deseo por hacer el bien, ante titanes como esos, y en los momentos más pesados de su vida, Steve recuerda con gozo una cita muy corta, que dice así “El sacrificio de uno, por el beneficio de muchos” y es donde se da cuenta de que. Como es el ÚNICO, que puede contra semejantes amenazas, se percata de que podría perder la vida en cualquier momento, pero no la perdería de cualquier forma, sino que moriría por la justicia, moriría por lo correcto, pasaría hambres, lluvias y desesperación, todo para que sus hijos, vivan en calles más seguras, y tengan ante ellos un brillante cielo azul, un cielo contento, un cielo que haya sido testigo de como un policía subía de rango y luchaba en nombre de todo lo correcto e hizo posible lo inimaginable. Steve caminaba por la calle, patrullando a unas buenas horas de la tarde, a eso de las 6:30, iba a un paso veloz, caminando entre las mujeres que salían de tiendas departamentales, los varones que salían de tiendas deportivas y los niños acompañados de sus padres, él iba vestido como todo bien policía en su momento, una camisa de mangalarga color negra, por encima de ella un chaleco anti-balas, más aparte su equipo bien ajustado en su cinturón con una prenda de más, sus dos macanas infalibles a la hora de la acción, una pistola de Shock y un radio que se había quebrado por una caída que un reo le propinó, sin embargo ésta vez era un diía pacífico, tenía en su mente comprarle algo a sus hijos con el dinero que recién había cobrado, no todo era para él, es verdad que es un humano, y tiene prioridades como el agua, el gas, la luz, el teléfono, tiene que llenar bien la despensa y otras cosas. Pero aún así su salario era lo suficiente, quizá no para grandes lujos, pero si para tener a una familia de 4 contenta. En su caminata, vió a un hombre tirado en el suelo, un indigente, que como era de esperarse se ve que llevaba ahí horas, estaba sentado justo al lado de la puerta de una de esas tiendas típicas que hay en toda carretera o toda esquina de un fraccionamiento. Él pobre hombre estaba sentado sobre unos cartones y con la cabeza hecha hacia atrás, se ve que la sed lo tenía agobiado, no podía formar un puño por su alto nivel de cansancio, era de tez originalmente blanca, mismo tono que tenía en su desnutrido cabello, pero su piel había sido víctima de lo que se ve, fueron horas de caminatas bajo el sol. Después de todo se desconoce la historia de ese hombre, no se sabe como llegó hasta ahí, ni siquiera estaba pidiendo dinero, no se veía de mala fe, aún así la gente le echaba unas monedas pero nadie se detuvo a verlo, nadie, hasta que nuestro querido policía llegó, sólo lo vió de reojo, y ese reojo bastó para hacer que el policía sientiese una puntada en el corazón, se llevó la mano al pecho pero siguió caminando, pronto encontraria OTRA cadena de tiendas tipo Supermercado, allí compraría algo para sus dos hijos, debía ser exactamente lo mismo, así no habría queja alguna. Gunn llegó hasta la esquina, pero para su mala suerte los vehículos comenzaron a avanzar, se reitera que el día estaba pacífico, no había nada alarmante, ningun grito, ningún robo. Parecía que su simple presencia ablandaba a las masas, el rojo estaba en todo lo alto, indicando además con una figura de un varón promedio, que el paso peatonal estaba prohibido, puesto que era el turno de los vehículos de motor. Steve se frenó de repente, más allá de que estuviera el rojo sobre su frente, con un mirada vacía, cuestionando algunas cosas, pero él sabía su responsabilidad. Así que en efecto, más adelante entraría a ese Supermercado, pero ahora con intenciones distintas. Pasaron unos cuantos minutos en donde el hombre se paseaba por los pasillos exclusivos para caballero, en vez de siquiera ojear la sección de niños, no tardó mucho tiempo en realidad (Y para ser sinceros una mujer hubiese tardado más) y salió de esa tienda con unos cuantos artículos dentro de una bolsa grande, pero nada para él. Caminó de regreso por donde venía, a paso veloz nuevamente, y entró a la tienda en donde estaba, al lado, el vagabundo. Después de otras compras, el vagabundo estiró su mano hacia el policía, rogando de favor una moneda, el policía se acercó por la derecha del hombre desafortunado, su pie seguía firme, pero descendió su rodilla derecha hasta el suelo, a un lado dejó su bolsa de mandados y de frente le dijo con una sonrisa: ¿Tienes ahí un cartón para que otra persona se siente contigo? -Preguntó el policía contento, sabía que hacía lo correcto- ... -Mutó el vagabundo, en un principio tenía miedo, otros policías corruptos se había acercado a él para apalearlo, ¿Porqué? Por ser pobre- No importa que no respondas, pero no estoy aquí para hacer el mal -Confesó el policía mientras urgaba su bolsa de mandado, la primera y más grande, con la que salió del supermercado- Te traje ésto para ti, es un regalo de mis hijos. -Comentó el policía extendiendo su mano izquierda con una bola café- Vamos campeón, es para ti. Imagino que también tienes hijos. ... - El vagabundo se negaba a hablar, sus ojos le brillaron puesto que estaba prescenciando un verdadero acto de bondad, pronto comenzó a confiar en el policía- Son calcetas, ya sabes, te lo pones en los pies para cubrirte y no pisar el suelo... Ahora mismo tienes unas, pero tus zapatos ya están viejos y feos, ya ni siquiera te protegen del asfalto caliente, y tú sed refleja que son un martirio. ¡Por eso mismo! -Exclamaba el policía mientras sacaba una caja de cartón grande su misma bolsa- Te he traido un par de zapatos nuevos, y ya serás tú quien use la caja para su beneficio, no lo sé, quizá como plato, quizá como caja de recuerdos, como asiento, es a tú gusto amigo vamos. La gente vió lo que hacía el policía en ese momento, después de todo era mucha la cantidad de personas que pasaban por ahí, pronto formaron un círculo alrededor del policía que estaba casi de rodillas frente al vagabundo, la gente de ponía de pie ante los autos, a la altura de la calle, pero eso no importaba, dos o tres taxistas frenaron sólo para ver lo que Steve estaba haciendo, algunos adolescentes sacaron sus celulares, y con sus cámaras grababan el momento. ... Gracias -Susurró débil el vagabundo de entre su barba grisácea- No tienes por que agradecer, sólo te ayudo un poco en tú lucha cotidiana. Soy policía ¿Sabes? Y mi deber es ayudar a la gente, no podía pasar por la calle sin hacer ésto, después de todo, hago mi deber hermano -Aclaraba el policía- Pero eso no es todo ¿De qué sirve tener los pies a gusto cuando tenemos un infierno en el estómago?... De ahí proviene tú energia, no sé que te guste comer, pero hay algo que les gustan a todos -Decía el policía mientras sacaba una especie de recipiente reciclable de color blanco, lo dejó encima de la caja de cartón en donde venían los zapatos y después la abrió- Te traje unas empanadas que vende una señora por aquí cerca, seguro la conoces. ... -Mutó el hombre de nuevo, ésta vez su mirada estaba indecisa, veía a todas partes e incluso quería llorar, era más que claro que era un hombre fuerte, y no soltaría una lágrima por nada del mundo- Y no te puedes comer unas ricas empanadas sin un poco de agua -Aseguraba el policía sacando una botella plástica aproximadamente de un litro y medio de agua cristalina y pura- vamos, tómalo. Gracias... Señor policía, sniff sniff. No... No puedo aceptarlo. ¿Porqué no? Vamos, sólo es una merienda, y un regalo de parte de mis hijos. Es que... Nadie se había portado así conmigo y... No, no sé, ¿No quiere? ¿Querer yo? Vamos, yo como delicioso 3 veces por día, es justo que yo de todo lo que me sobra y parte de lo que necesito a mi prójimo. Es que... Yo... Yo sólo quiero compartilo con un amigo ¿Sabe? El hombre de la barba blanca y los pies descalsos y había comenzado a llorar pausadamente y esnifando en todo momento. El policía se acercó más para poderle dar un abrazo mientras las mujeres de la “audiencia” mostraban la ternura que sentían, los niños presentes preguntaban “¿Porqué ese hombre está llorando?” o “Mamá, ¿Porqué tú no le das nada a ese señor?” entre otros comentarios destacados Me gustaría compartir la merienda contigo amigo -Dijo el policía poniéndose de pie- pero tengo una familia que atender, después de todo mi turno terminó por hoy. Cuida bien de tus zapatos, sé que tú los apreciarás mejor que cualquier adulto. Dicha esa frase, el policía continuó el rumbo en dirección a su casa, ya estaba cerca a la estación, así que se subió a su motocicleta y se fué... Cuando llegó a su casa ya había caído la luna, olvidó por completo el regalo para sus hijos, sin embargo abrió la puerta, su esposa lo recibió con un beso, los niños bajaron las escaleras corriendo para verlo, sus hijos lo tenían el máximo héroe sobre cualquier a de ficción, además, él mismo les decía todas las noches que no lo esperaran. Su trabajo implicaba riesgos, así que los acostumbraba a que no siempre viviría. Los niños se decepcionaron en cuando su padre les confesó que se gastó el dinero que tenía ya programado para ellos, pero a la mañana siguiente, ellos vieron a su padre en las noticias, justo cuando llegaban de la primaria. Se dieron cuenta que su juguete se convirtió en un milagro para alguien más, apreciaron el acto de su padre, y hasta la noche de ese mismo día le dieron las gracias, en nombre del señor que estaba descansando en el suelo.
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