el zoologico
Publicado en Apr 10, 2014
-Qué calor tan horrible!- voceó el oso frente al zoológico. Su pelaje lacio y deshabituado al clima de Barcelona, se caía a mechones
Regresaba a su segunda residencia tras varios años con la esperanza de encontrar allí a Rosario, su cuidadora. dejando atrás Canadá, y sus abruptos estanques helados, debajo de los cuales buceaba el menú del día La recepción se encontraba desierta, así que aprovechó el oso para sortear el torno, levantando primero una pata y luego la otra, concentrado en no caer de bruces. Avanzó pocos metros jadeante, y se tendió sobre el banco más cercano haciéndolo crujir, El ejercicio, con el que no tenía cita, y la fatiga del vuelo dieron paso a una profunda somnolencia que culminó en la cerrazón de sus peludos párpados Cuando despertó, su corazón salió arrojado con violencia ante la impresión que le produjo la imagen. El caimán que observaba fijamente el sueño del oso, dio un respingo y cayó sobre sus escamas, echando a rodar su gorra blanca. Visiblemente cabreado se incorporó rápidamente y pidió explicaciones al oso, arguyendo que no había comprado su ticket. El oso desconcertado pagó el ticket y advirtió un cartel con el mapa del zoológico. Pero no hallaba el sector de sus congéneres los nombres de los sectores habían cambiado e incluso los espectáculos eran otros, Preguntó al caimán por las cuevas, en el tiempo que el reptil blandió sus ojos a la altura de la panza del oso y con gesto altivo giró la cabeza dirección al norte siguiendo el puente que cruzaba la extensión de pinos En mitad de la caminata los vítores surgieron de la espesura y un humillo denso con aroma a tierra seca ,se elevaba esbozando figuras casi transparentes sobre el cielo inmaculado La barahúnda removió las tripas del oso en la mixtura de emociones, quien a pesar del miedo, alojó tímidamente la cabeza en el bosque conducido por la estela de humo. A medida que la vegetación mermaba se podía vislumbrar el exterior marcando el final del sendero, Varias ramas llenas de savia separaban su hocico de la enorme explanada, y desde su escondite podía ver un nutrido grupo de avestruces que hablaban entre ellas, intercambiando frases indescifrables - los animales han tomado el zoológico- pensó Sobre sus rasuradas cabezas, pendidas de una polea, tres guardianes que el oso reconoció enseguida; la flameante hoguera extendía el esplendor y Rosario amordazada, en medio de los dos hombres presos, sacudía su cuerpo con violencia, pretendiendo inútilmente propulsar el balanceo. El oso, desesperado y con una rabia incontenible, irrumpió con la intención de liberar a los humanos, ignorante de su plan, sin saber que su piel había sido tan codiciada durante su ausencia, se hundió en una zanja camuflada, desapareciendo su sombra, los animales volvieron a sus fosas .y La recepción y las tiendas de souvenirs retomaron la actividad.
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Mara Vallejo D.-
Una historia en la que puedo dibujar muchas siluetas; les coloqué sonidos y la escena completa monté.
Esta parte de tu cuento mermó mi ánimo.
"El oso, desesperado y con una rabia incontenible, irrumpió con la intención de liberar a los humanos, ignorante de su plan, sin saber que su piel había sido tan codiciada durante su ausencia, se hundió en una zanja camuflada, desapareciendo su sombra,".
Abrazos