Traviesa de veinticinco años.
Instrumento de radiante libertad:
La vida está en tus sonoridades.
Vida con mayúscula, como la que comienza.
Caminas entre haces de victoria
y los espectadores son tus simples plebeyos.
Eres altar esbelto donde pongo mis ojos.
Vas enervando corazones y párpados.
Tus torres son caudales de frescura.
Haces palidecer aún a lo intangible.
Eres realidad y franco despropósito:
Mujer fértil que se muestra entera.
Mis pupilas tórridas te recorren de cerca
y se derrama mi iris en tu cuerpo sinuoso.
Pasas dejando suspiros y desbordando vanidad.
Llevas cortas y sugestivas solapas y collares
en tu goleta de altísimos tacones.
La minifalda se te llena de miradas y destellos.
Los hombres te endilgan sus halagos
y avalas como bueno el anhelo colectivo.
Mi experiencia se pierde viendo tus instancias
y quisiera acariciar tus caudas y colinas.
Tienes la vitalidad sin prejuicios que tuve
y estás en la cúspide oronda de la vida.
Tu vientre plano y saludable levanta la envidia
de las mujeres ya ojerosas y redondas.
Te cortejo con mi cálido aplomo
y las preciosas rimas del bienamado Goethe.
A ver si tus ojos penetran en los míos
y pueda yo llenarte de cariños el alma.