Mis ojos convergen en los cruces de los caminos.
Soy el errante: Llevo fanegas de templanza.
Mis manos y mis pies son largas rajaduras.
Busco los portales primerizos del mundo
más allá de las antiguas colinas de Hércules.
Mi patria no tiene colores ni banderas
y todo himno que escucho es un himno de hermanos.
Busco algo de comida y dónde pasar la noche
y sóy del linaje contemplativo y prófugo de los bardos.
Mis callosidades se afilan sobre las carreteras
y muchos me desprecian sin siquiera aproximarseme.
Voy por las tramas poderosas de la vida
buscando la poesía de las cosas y aprendiendo.
Me gusta ver los campos anaranjados,
los cerros azulinos, los pardos agujeros
los niños que juegan como pequeños pinos.
Me encanta andar entre valoraciones y riscos.
Conocer filosofías, dudar ante lo pírrico.
Ver la luna enorme que deslumbra al gitano
y a las mujeres faenando con trajín o desidia.
Me gusta pasar entre abominables opositores
y reducirme a lo abstracto en fiestas pueblerinas.
Soy imparcial y de rostro severo
y doy mis consejos sólo a quienes los piden.
Hay una gran sabiduria en mis vivencias.
Muy de mañana parto por las cuestas humeantes
a buscar los secretos que esconde mi destino.