Hay entes aquí.
Publicado en Apr 19, 2014
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Las cárceles han sido testigos de cosas hostiles, no sólo por que hospedan a los monstruos más terribles de la sociedad, sino por que en ellas se ejecutan a veces la brutalidad policial más amplia. Pero no todos los policías son malos, a un ciudadano común y corriente como un Carlos Gonzalez, le tocó vivir en mal turno, ésto no es por que lo diga yo, sino por que fué historia verídica.
 
En una prisión de máxima seguridad en Jalisco, México, se cuenta una leyenda, se dice que cada cierta noche, una vez cada año, se hacen apariciones, no sólo se mueven cosas al azar, sino que se ve claramente a una persona pasearse por los pasillos oxidados de la prisión, y no sólo eso. No sólo se aparece, sino que viene con sed de venganza, sus víctimas terminan totalmente mal, quizá no mueran esa misma semana, pero las experiencias que tienen son aterradoras y preferirían la muerte.
 
Muchachos, sólo revisaremos más el perímetro y nos vamos, nuestro turno terminpo hace 10 minutos -Dijo Pedro, un policía desde su radio, avisándole a los demás oficiales que se paseaban entre los pasillos de la prisión, las luces aún estaban encendidas, eran las jóvenes diez y media de la noche.
No te preocupes Pedro, éstos criminales no podrán hacernos nada, la mayoría están somnolientos o dormidos de plano, pocos quedan despiertos y los que pidieron iluminación están leyendo -Afirmaba Carlos Gonzales respondiendo al llamado por su radio-
Bueno, pero conste que les advertí -Replicó Pedro guardando su radio-
 
Ni siquiera estaban juntos, era por lo menos un pelotón de 30 policías distribuidos en todo el edificio, Carlos Gonzales estaba con tres hombres más en un cuarto en el norte, ahí podrían abrir o cerrar las celdas de la región norte. Era un cuarto pequeño, apenas cabían bien, sin embargo se sentaron, se echaron para atrás y recargaron sus pies en algunos botones y monitores. El primer hombre estaba durmiendo cubriendo su rostro por una revista porno, el segundo hombre estaba respondiendo unos mensajes en su celular, quizá platicaba con su esposa, y Carlos Gonzales veía un monitor, que mostraba lo que las cámaras de seguridad veían,
 
El oficial tenía en sus manos una pluma con la que estaba jugando aburrido, se turnaron para ver quien veía el monitor, Pedro ya se había retirado con miedo de la prisión, pero seguían ahí 30 hombres. Volvió Carlos Gonzales para supervisar lo que pasaba por ese monitor, cerca de su pocisión se escuchó un ruido frío, como el de una viga metálica al caer y rebotar centímetros en el suelo. El ruido despertó a Raúl, el primer hombre del grupo, antes de que Carlos lo dijera él salió del cuarto haciendo uso de su juego de llaves, y después iría a ver que provocó el ruido, éste hombre encendió su linterna y se fué caminando a pasos rápidos. Carlos Gonzales lo buscó por el monitor que sólo mostraba lo que veían cuatro cámaras, para ver a las demás debía voltearse.
 
A través del monitor no vió nada, no vió un reo caminando, no vió una viga en el suelo, ni siquiera pudo ver a Raúl, la visión de la primera cámara se nubló parcialmente, como son cámaras a blanco y negro no se veían muy bien de por si. Pero el clima de ese día era pésimo, Carlos Gonzales sólo se recostó y deseaba dormir.
 
Carlos sacó un reproductor de música que tenía en uno de sus bolsillos de su chaleco antibalas y escuchó música impactante, rock y otros géneros, si escuchaba música clásica o algo suave se dormiría y ese no era el caso. Lo único que escuchó al ponerse los audífonos fueron susurros, rasguños y estática, el aparato no reprodujo ni un segundo de canción bien, el ruido fué tanto que lo obligó a quitarse los audífonos de golpe, quizá se habían dañado y le estaban dando toques por la misma razón, pero no era así. Carlos volteó por instinto a el monitor pero ninguna pantalla se veía, sólo se veía estática, checó la hora en su reloj análogo y se dió cuenta que Raúl se había ido hace 15 minutos sin respuesta a ese ruido del fondo, algo le pasó.
 
Carlos Gonzales despertó a su equipo de ahora dos hombres y les pidió que salieran del cuarto, los tres salieron y avanzaron entre la oscura prisión, tomaron sus radios y quisieron dar un informe, pero el sistema estaba equivocado, su radio no proyectaba las voces de sus compañeros, sino que sintonizaban música de una estación de Radio. En un principio rieron todos, pero se dieron cuenta que algo hacía interferencia con la antena de radio y la tecnología en general.
 
No quiero alarmarlos muchachos, pero en ésta prisión hay una leyenda- Dijo Alan con miedo, mordió su linterna pequeña para recargar su arma calibre 38-
¿Ah si? -Respondió Carlos Gonzales, todos los policían estaban espalda con espalda, haciendo un triángulo viendo a los tres pasillos que tenían puesto que estaban en una intersección-
¿No sabía de la leyenda Carlos? -Preguntó casi con miedo Antonio, el último hombre del equipo-
¿Qué dice? -Preguntó Carlos Gonzales recargando su arma también-
Dice que una mujer murió aquí en condiciones horribles -Comenzó a narrar Alan- pero no sólo eso, ella afirmaba que era una bruja poderosa, pero sobre todo mujer de palabra, los policías la tomaron por loca, ésta leyenda tiene sólo 30 años, nadie creería que había brujas en ese entonces.
¿Y qué pasó? -Preguntó Carlos Tranquilo aún-
Los policías por miedo, lanzaron bombas molotov a su celda mientras dormía, la mujer se quemó por completo mientras gritaba colérica, y murió jurando que se vengaría esa misma noche, cobrando todas las víctimas posibles.
Además de eso -Retroalimentaba el tema Antonio- “La viga” que usted escuchó, fué justo en una esquina, esquina que era su celda-
¿Y qué tiene que ver todo eso? -Preguntó Carlos confundido-
Que si las señales fallan es por que la antena fué averiada, o... Hay un ente aquí señor.
 
Carlos avanzó hacia donde escuchó la viga caerse, avanzó rápido con su arma pegada a su rostro, así dispararía más rápido sin estar apuntando siempre. Llegó al fin a la intersección donde se supone, falleció la bruja, efectivamente encontró al cuerpo de su compañer muerto, tirado en el suelo y muy tieso además, tenía unos rasguños hechos por unas garras muy pequeñas, pero la herida era demasiado profunda, su ropa fué rasguñada, es como si un perro la hubiese mordido, pero él nunca lo escuchó gritar, lo que lo hace raro. Y su rostro había sido quemado, una muerte tan atroz tuvo que producir ruidos cuando mínimo.
 
Carlos Gonzales tomó su linterna para iluminar atrás de él... Ya no estaban sus otros dos compañeros, y estarían igualmente muertos, el escepticismo de Carlos se perdió, su único objetivo ahora era escapar de la prisión por la puerta norte, pediría refuerzos pero el radio seguía descompuesto.
 
La luz se fué... Incluso la de la linterna de Carlos, lo que lo hizo tragar saliva y perder la cabeza... Camino a tientas por un oscuro y frío pasillo, pero su entorno era distinto, las paredes, el piso y el techo parecían hechos de metal, metal cubierto por óxido, volteó detrás de él y vió a su amigo morir, es como si lo mataran de nuevo, su cuerpo temblaba mientras sacaba chorros de sangre y su rostro se incendiaba, sin embargo no hizo ningún ruido, más adelante vió a sus otros dos compañeros temblar pavorosos, para después morir, al primero le brincó la cabeza como tapa de refresco, cayó de rodillas y sólo dejó un rastro de sangre. El segundo estaba en el suelo temblando, “algo” lo sujetaba en el aire tomándolo por los brazos. El hombre quería gritar pero su boca se le selló, como si nunca la hubiese tenido, después de eso le salio una línea vertical de sangre. Pocos segundos después, el hombre se partió por la mitad.
 
Carlos abrió los ojos como platos, cuando vió que una mujer vieja, de ropa blanca, que levitaba en el aire se acercó hacia él, expulsó un grito aterrador que le pondría la piel china a cualquiera, la mujer estiró sus manos en dirección a Carlos y éste cayó al suelo de espaldas, como si un balazo le hubiera dado fin a su vida.
 
...
 
A la mañana siguiente se encontró al cuerpo de Carlos en medio de un pasillo, los reos estaban pálidos y con ganas de suicidarse, pero sus compañeros estaban muertos. Carlos regresó a su estación de policía, él no era guardia de prisiones ni lo sería nunca.
 
No se sabe que fué lo que vió, pero la manera tan brutal como perdió a sus compañeros de noche, sólo nos dice que hay entes aqui...
 
Escrito por Carlo Trejo
 
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Descripción

Un pequeño relato para intimidar a quienes lo lean

Palabras Clave: historias de terror acerca de una prisión abandonada sola embrujada carlos gonzales policía asustado Escrito Por Carlo Trejo El Monje Sabio

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Terror & Misterio



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