LA ARENA Y LA LUNA
Publicado en May 12, 2014
El amor de una mujer, cuánto más imposible de conseguir es, más creativo se vuelve el hombre. No es que definitivamente así se busque, sino que la vida te pone en esas circunstancias.
A veces nos enamoramos de la luna, siendo nosotros la arena del mar. Claro de por medio hay una distancia enorme entre ambos (un cielo de distancia). Y la relación es muy poco probable de darse. Pero esas diferencias no las vemos al principio cuando nos fijamos en la luna, solo seguimos nuestros impulsos creativos para enamorar o hacer ver de una manera nuestros sentimientos a la luna. Muchas veces, es tan doloroso fijarse en la luna; porque sabes que esta no está a tu alcance, pero en otras es tan hermoso, porque la luna aun lejos y todo de nuestro alcance, siempre la veremos bella en las noches y enorme en el cielo. Yo me enamore sin darme cuenta de la luna, todas las noches solía aparecer ella en mi cielo oscuro, donde le daba esa luz que necesitaban mis arenas. Poco a poco fuimos hablando, cada vez más con mayor confianza. Ambos nos contábamos pequeñas cosas que creíamos que el otro debía enterarse, aunque muchas de ellas no la compartiéramos. La confianza se hacía cada día más fuerte, cada noche escuchaba a la luna confesarse de que estaba harta de iluminar una tierra ingrata, que ella quizás quería abandonar su labor y ver otras opciones. Así pasaron los días, y la confianza se afianzaba, los tratos eran más amigables las risas eran un continuo en la charla. Nunca me había dado cuenta que la luna era bella en su trato, pero dentro de mi sabia que algo no estaba bien en ella. A los días, me confesó que solo necesitaba una lunita para sentirse realizada completamente, despegue hasta el cielo, con esa confesión. Quería en ese momento confesarle que me había enamorado de ella, con cada charla, y quería que abandone todo y venga a mi encuentro. Pero no le pude decir, quizás solo lo haga cuando abandone la playa, en la que me encuentro, siento que así su rechazo, lo sienta menos doloroso, Según mi amigo el mar, nunca debí albergar esos sentimientos por la luna, ya que esta se encuentra a miles de km de distancia, y que esta, está acostumbrada a otras cosas muy diferentes a las que como arena, podría ofrecerle. Pero si algo hay que darle, es la razón a mi amigo el mar, ya que esta luna es una luna de nariz respingada. Ya que acostumbra a tomar el té con sus amigas estrellas por las tardes, come caviar, fetuccini, y suele escuchar solo a Norah Jones y Corinne Bailey. Hoy, la luna ya no sale, y la última vez que salió, ya no era la misma de noches anteriores. Hoy no me cuenta nada, hoy solo me saluda porque yo la saludo. Hoy debo dejar ir a la luna, a que siga iluminando otra arena, la cual alumbra hace casi 20 años. Ella aun no sabe si fue para bien o mal, solo el final de su vida se lo dirá.
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Mara Vallejo D.-
Puedo decirte que tus letras son delicadamente bellas; las imágenes que me aportaron son fantásticas, que bien escribes.
Saludos y bienvenido a textale.
María
Luis Alva