CAROL... MORENA
Publicado en May 25, 2014
Carol...Morena
Me sonaba cursi el que Rodolfo, uno de mis amigotes, de esos que se me pegotean de a ratos, cuando ven que mi voluntad económica supera a las suyas, me insistió en ir a la "Salsera", un antro poco recomendable, según decían, pero que tenía su interés cuando de mujeres latinas y bellas se hablaba. Carol era una morena que hubiera despertado el deseo de cualquier hombre que se encontrara en sus cabales, y aquella noche yo estaba exultante de las más viriles y repugnantes actitudes machistas; aunque, juro por mi vida que no lo soy; ella, se acercó a nuestra mesa con gran descaro, y no faltó el gesto idiota de mi compañero para que ella se sintiera ultrajada; nada más hice que el muy imbecil se callara y fui a buscarla. Luego de un buen rato tratando de convencerla de que no era yo igual que Rodolfo, nos entendimos a la perfección y no medió nada para que saliéramos a la pista a rozarnos con un sin fin de salsas y merengues; gracias al cielo, había conocido a una buena amiga (de esas que ya me olvidaron) que en mi visita en los clubes latinos de París, me había enseñado los primeros pasos de baile; Carol, notó enseguida mis deficiencias en la danza y tomó la iniciativa para controlar mis pasos y mi cuerpo, el cual iba aumentando su temperatura a medida que ella rozaba sus fuertes caderas y muslos contra mi cuerpo; su piel de bronce y sus ojos ladinos, me incitaban a un contacto caliente al que no podía resistirme... Luego de muchos mojitos y Cubas Libres, además de caricias y besos en la mesa del reservado; nos fuimos camino a ninguna parte; nada detenía nuestras manos y lenguas a cada paso que dábamos; por casualidad, llegamos muy cerca del edificio donde se encuentra mi estudio, y pues, no hice otra cosa que invitarla a subir... Mirarla solamente me producía un gran placer, algo más allá de una simple y pura relación casual; una noche de diversión, sexo, placer; fue mucho más que eso. A tientas, ella fue quitándose la ropa, imitando, como en burla las bailarinas del "table" quedando su piel totalmente expuesta a mi lasciva mirada; no podía hacer más que observar sus pechos, de un tamaño que cabían perfectamente en mis manos, tan tibios y consistentes; sus piernas que parecían haber sido moldeadas por un ebanista; sus muslos generosos, la curva de su espalda, su trasero tan perfecto que hasta el más hábil y talentoso ceramista no hubiera conseguido imitar en una estatua; su boca, pequeña y de labios carnosos y húmedos, sus ojos oscuros y rasgados; su nariz pequeña y su cabello ondulado, me hacían peder en un mar de placer, sólo con estar en su presencia podía sentirme colmado de éxtasis; algo que muy pocas mujeres podían haberme provocado. Luego de haber agotado todas nuestras energías sexuales, con millones de besos y caricia; decidimos ir esa madrugada de sábado a caminar por aquel parque que estaba frente a mi oficina; de la mano, como si estuviéramos enamorados y felices; caminamos hasta que no pudimos más que tirarnos en el césped y volvimos a amarnos impúdicamente... Sábado por la noche, otra vez sólo; ella ya no estaba en la salsera y cada quien a los que pregunté por ella, me respondieron que nunca la habían visto en este bar...
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