LO JURO POR SU (mala) MEMORIA!
Publicado en May 27, 2014
Lo juro por su (mala) memoria!
...buscaba la caja de fósforos hasta en el cajón del botiquín del baño; pero, seguramente, la tía Anyulina se los había olvidado en otro lugar, seguramente en la heladera; casi todo, a su edad, iba a parar a la heladera, lástima que ya no estaba para que le pudiera preguntar... La humedad de la paredes del hotelito de la calle Ramón Perdernal, me hacían acordar la vez que de chico me quedé a dormir en la casa de los tíos de Rojas; la habitación de mi primo, además del empapelado con páginas de revistas porno, poco saludable para mi niñez, tenían tanta humedad que casi sufrí un ataque de hipotermia. Pero, aquellas paredes del hotel, a cien pesetas la hora, parecían tener grabadas las señas de todos los que en algún momento pasaron por ahí, si tenía en cuenta que el edificio estaba construido en el año 1880 y pico, no me podía imaginar la de situaciones que se vivieron detrás de aquella puerta. Estaba muerto de frío, la llovizna y la nieve de Stella ya me tenía cansado, pero, ¿a quién se le ocurre pasar unas vacaciones en otoño en la Navarra Vieja?, sólo a mi, y podría decir en mi favor que no había elegido la estación, pero, de otra manera y no haber sido por la invitación de Lola, jamás hubiera elegido el lugar y esa época del año. Cuando finalmente nos fuimos a la casa de campo, de no se que pariente, recién pude apreciar que estar en el pueblito era mejor que el frío aterrador de la campiña, aunque Lola estaba entusiasmada con que conociera la vida de campo, de su nueva vida de campo, por mi parte, y quizás un poco enamorado, accedí en todo a sus caprichos. Cada mañana era oler el café que se calentaba en la estufa, a leña; y al mediodía comer lo que hubiera preparado Lola en la estufa, a leña también; por las noches era distinto, un poco de vino, alguna comida bien fuerte para fortalecer el espíritu, y la sobremesa trasladarla delante de la estufa, a leña; nunca creí que haber cortado tanta leña, en mi breve estadía en la campiña vasca, iba a marcarme toda la vida... la sobremesa, como dije, siempre culminaba frente a las claras llamas del fuego; lo que, sin duda, a falta de luz eléctrica, le daba un toque de misterio y sensualidad a la situación; por lo general, terminábamos haciendo el amor frente a la estufa; hasta que Lola decía vamos a la cama y a terminar otro día. Supe después, ni bien había vuelto a mi ciudad, que aquella temporada en los valles de Urederra, habían sido para ella lo que nunca soñó, experimentar una vida lejos de sus excesos parisinos, con un joven amante que la complaciera hasta en cortar la leña y prometerse un futuro de recato y solidaridad humana (para con ella misma). En cambio, para mi no fueron simplemente unas breves vacaciones en un lugar hostil, aunque el estar dentro de la cabaña, de noche, y haciendo el amor frente al fuego, hubieran sido como el recuerdo de no se que novela que había leído hace muchos años. ...habiendo encontrado la caja de fósforos, ya no pensé en todos los insultos que prodigué a tía Anyulina; solo me quedaba el recuerdo de su famosa torta de ricota que ya no volvería a hacer, lástima..., ahora encenderé fuego poco a poco a la casa, así nadie sospechará de la inoportuna y extraña muerte de tía Anyulina...
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|