Cartas sin cartero.
Publicado en Jun 07, 2014
Tengo incontrolable ganas de escribirte que te amo, y dejemos por escasos segundos las vicisitudes tan comunes como absurdas.
No enjaulemos, no ocultemos, no intentemos matar nunca más esta profunda necesidad de encuentro. Tratemos, y sé que para dos orgullosos como somos es en verdad complicado, de admitir que algo nos une. Algo nos junta. ¿Un capricho? Quizás, pero yo diría que más bien un deseo de completarse. Un profundo y desesperado deseo que intentamos satisfacer, al menos acallar, en tantos labios, y tantas manos, y tantos ojos. Esos falsos alivios que terminaron siendo sal en las heridas. Un viento. Viento que pasa y sopla por nuestras grietas, haciéndonos sentir la soledad fría del sur. De solo pensar cuando tiempo perdí en dudas, pensando si acaso cometí el pecado de personificar el ideal en tu persona. Hoy creo que sí, cometí ese sacrilegio, y un inmenso dolor me lleno el alma al ver destruida esa ilusión. Un profundo vacío. Y creo que acaso fue allí donde murió otra parte de mí. Lo extraño, o reflexionando un poco no tan extraño, es que aquella muerte me libró de algunas de mis cadenas. Esto no significa que haya sido menos doloroso, durante mucho tiempo no podía siquiera mirarte, mucho menos escribirte, y sin embargo hoy estoy aquí solo con mi conciencia regalándote mis letras, que seguramente no son las mejores, aunque poco importe eso cuando fluyen del corazón a las hojas con tanta facilidad. Ese es quizás tu efecto más hermoso en mí, me obligas a escribir, alegrías o tristezas, pero me obligas a escribir. Nadie más es capaz de producir que quiera intentar (en vano, lo sé) reflejar su belleza. Es por esto, no por otra cosa, que no me queda más que admitir las ganas de amar que siento por vos. Es por esto que decidí la locura de quererte, por la simple belleza del arte que creás. Voy a cuidarte, amarte, sentirte, mirarte, desearte, escribirte, por que renunciar a vos es renunciar a la poesía.
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