Engao
Publicado en Jun 10, 2014
Es más fácil vivir engañados que reconocer lo que sucede a nuestro alrededor, nos engañamos con palabras, con sentimientos, promesas y personas que aparecen y desaparecen de nuestra vida a veces en unos instantes y en ocasiones, luego de un largo periodo de nuestra vida. El engaño no es más que el peor lado de la mentira, no la llamamos de tal forma porque continuamos fingiendo nuestra ingenuidad en un mundo donde no queremos cometer el error de pensar de manera equivocada pero al final, tristemente, terminamos recordando que lo habíamos pensado antes de que sucediera después nos sorprendemos y nos sentimos incomprendidos en nuestra propia farsa. No es difícil expresar lo que realmente nos pasa, lo que deseamos y lo que queremos para nuestra vida o a quíen queremos… lo que nos frena y nos lleva a este camino de mentiras y engaños es el miedo. Por miedo cuántas veces renunciamos, cuantas veces miramos para atrás y nos dejamos llevar por viejos recuerdos, por las lesiones de relaciones pasadas y por las palabras de personas que nos dejaron marcas en el corazón.
Nada de esto tiene una importancia cuando nos damos cuenta que nuestra peor mentira es vivir engañados y no porque otros nos engañen si no porque nosotros mismos lo hacemos con todo lo que nos sucede, no queremos reconocer nuestras virtudes porque es más fácil evitarlas y concentrarse en aquellas cosas que hacemos mal. Fingimos el amor, el odio y hasta la sonrisa, fingimos estar de acuerdo y no estarlo, nos engañamos cuando queremos querer pero no podemos y cuando deseamos que las personas a nuestro alrededor cambien por nosotros. La peor mentira viene de nuestra propia boca porque ocultamos lo que realmente amamos, lo que somos para quedar bien con una sociedad que a su vez también vive en una gran mentira. A Confiamos ciegamente en alguien cuando internamente alguien nos dice que no, queremos a la persona equivocada no porque no nos dimos cuenta si no porque no queríamos verlo en su momento, después nos lamentamos y lloramos como si fuese una sorpresa el hecho de que nos dañaran… Pero el peor daño nos lo generamos nosotros al castigarnos, al sentir el fracaso y la decepción por las cosas que no salen a la perfección. Pensamos en todo lo que queremos para nosotros y como conseguirlo sin importar a quién tengamos que manipular y aún así nos seguimos mintiendo, no solo engañamos a quienes queremos si no también a la única esencia que vivirá en nuestro cuerpo toda la eternidad: el alma. Cuando vivimos engañados nos sentimos protegidos porque en ese mundo formado por mentiras y personas tóxicas creemos estar seguros, hasta que el peso de esa farsa cae encima de nosotros y comenzamos abrir los ojos. A veces los abrimos del todo y otras veces los volvemos a cerrar porque queremos creer en los demás, en sus palabras y en sus promesas; pero la verdad, la única verdad que nos puede salvar de la eterna mentira es creer y no en los demás, si no en uno mismo porque cuando creemos en nosotros las personas que se acercan también creen en sí, también se sinceran y expresan sus reales deseos, sus objetivos en la vida. Al creer en nosotros dejamos de vivir engañados, empezamos a vislumbrar lo que queremos y lo que no, lo que aceptamos y lo que no, las personas que queremos en nuestra vida o las que ya no. Crees es amar, amar la vida y nuestra vida, apreciar más lo que somos y lo que queremos sin miedo a lo que pueda suceder en el futuro porque sabemos que vamos en búsqueda de algo o de alguien y que va a llegar.
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