Carta a una filósofa
Publicado en Jun 16, 2014
Ahora que la vida me ha expulsado de su casa, déjame vivir en la comisura de tus labios, a media luz, labrando estatuas de ángeles en tu alma, renacer de un pulso infinito. Ahora que desfallezco y me parezco al piso, deja que tus dientes mastiquen mis dudas y mi moral, deja que tu cuerpo húmedo salga de entre las rocas, deja que tu aliento sea nube y que te nombre con una estrella en la garganta en la más paroxismática alborada: ente que se deshace entre los dedos, lluvia de carne en el andén del destino. Siente, experimenta. Mi poesía es una rectificación, una comprobación, un grito despedazado de tus piernas. Siente, te atropellan mis deseos hasta dejar tu esencia expuesta, paradigma de un caos kamikaze; el cuchillo de tu voz me susurra su aliento afrodisíaco: el choque voluntario de la piel y el juego, un ajedrez de sensaciones, un póquer de besos. La totalidad fenoménica se reduce a tus labios, desde ahí me rompo para nacer en todas partes de tu cuerpo. Siente, mis sueños te hablan de una luna nueva; las fronteras ya son puramente ilusorias; con un golpe de gemido me deshabilitas; yo me siento una gota de agua que se desliza de tu boca a tu cuello, ilustrando la humedad del infinito, ensoñando tu oasis. Mis manos son la luz que moldea tu sombra, erosiono ternura rezando con mis dedos entre tus pechos, seduciendo tu vientre, dinamitando tu sexo, desvaneciéndose entre tus nalgas. Las miradas se metamorfosean y nublan; mis besos se siguen cocinando dentro de tu boca; hierve la sangre en la olla de la noche, desarticulando expresiones, des-creando el mundo creativamente; siento tu cuerpo embistiéndome; purificas tus pezones en la saliva caliente de mi boca: ahí se ejerce el suicidio de toda moral, ahí caemos heridos de fantasías.El onirismo de tus piernas me enternece; me invocas y aparezco entre tus piernas tus piernas, con mi lengua abriéndose paso por tu sexo, venusiando la punta en una espiral que tiene como destino la locura. Te estremeces en medio de mi poema. El ejercicio literario nos lleva a recorrer otros vértigos. Te siento. Meto mi falo erecto y ansioso en tu boca, la excitación es un verso concentrado, sensaciones que se disparan por los poros de la noche. Cuando mi glande toca tu garganta un electroshock de rock and roll sube por la espina dorsal paralizando el tiempo unos segundos, agitando los fantasmas eróticos para una representación teatral; mi alma explota y se convierte en una parvada de aves de fuego, volando por tus cielos, bebiendo en tus infiernos, incinerando tus huesos, aboliendo tu voluntad
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